Revista poética Almacén
El conservero

[Alberto Majoral]

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Taxidermia e innovación: nuestro modelo empresarial

En la tertulia de La Ideal Taxidermia, se discuten a menudo, y como es de rigor en cualquier tertulia que se precie de su decimonónico arraigo, los problemas de nuestra sociedad. La idea, como todo el mundo sabe, es salvar al mundo de su propia estupidez. He aquí la transcripción de lo que se conversó una tarde de lluvia en la tertulia de La Ideal:

Chiner: El verdadero lastre económico de nuestro país son los empresarios.

García Siniestro: Hombre, cómo dice usted eso.

Chiner: Pues porque es la verdad. En ninguna parte son tan conservadores y tan inútiles como aquí.

Martínez: Contrario a mi ser más profundo, no puedo más que mostrarme de acuerdo con el amigo tendero, empresario pequeño donde los haya.

Chiner: Después de irse a la mierda y volver, ¿por qué no explica usted eso?

Martínez: La mierda es un sitio muy interesante, que visito frecuentemente en mis conversaciones con usted.

Chiner: Al grano, señor maestro de escuela.

Martínez: Y a bastante honra. A lo que iba. En nuestra patria, no suele haber empresarios dedicados al riesgo. Me refiero al económico, nunca al moral, que quede claro.

Chiner: Eso ya lo digo yo.

Martínez: Lo que quiero explicar, cuando usted tenga la bondad de permitírmelo, es que no se suele invertir ni en ideas innovadoras ni en la búsqueda de esas ideas.

Gómez Galerio: Hombre, yo como empresario jubilado, le diré que tampoco el Gobierno ayuda mucho a la investigación y el desarrollo.

Cordel: Siempre dependemos del Gobierno, o para que nos haga leyes laborales más interesantes para nosotros o para que nos subvencione lo que debería ser nuestro trabajo principal, ¿es eso lo que quiere usted decir, señor empresario jubilado de la industria del paraguas?

Gómez Galerio: No, yo lo que quería decir...

Chiner: ... Es que no tiene nada que decir. Continúe, amigo Martínez.

Martínez: Gracias, don Joaquín, es usted muy amable. Bien. En España, las grandes empresas nunca presentan una idea nueva. Siempre esperan a que la idea tenga éxito en el exterior y luego la compran para comercializarla aquí. Si algún empresario medianito, que tenga unos cincuenta millones para invertir en una idea nueva se sale con la suya, vienen los gigantes y se la copian, pero invirtiendo mil millones en publicidad y promoción, con lo cual lo sacan del mercado.

Chiner: Y por lo tanto, diría yo, nadie se arriesga. El personal está escarmentado.

Taxidermista: Aquí me gustaría apuntar a una pequeña perversión que me anima muchísimo cuando preparo la disección de un animal todavía vivo. Cuando ese empresario que usted dice invierte sus cincuenta millones, muchas veces lo hace con la idea de que una de las grandes empresas le compre la idea y lo excluya del mercado. Pero que se la compre con tanto dinero como le haga falta para no tener que volver a trabajar.

Chiner: Genéticamente, somos rentistas.

Martínez: Y las grandes empresas no están interesadas en echar a andar una idea nueva, están muy cómodas en esta economía de la mediocridad que entre ellas y sus gobernantes auspician.

Chiner: Ya tenemos el ejemplo del sector textil en Cataluña. Si a principios de la década de los ochenta hubiesen entrado en sociedad con los que entonces eran los nuevos diseñadores españoles, otro gallo le hubiera cantado a esa industria.

García Siniestro: Un gallo hoy disecado, ¿no?

Chiner: ¡Exacto! Y nunca he oído cantar a un gallo que haya pasado por las manos de nuestro patrocinador.

Cordel: Chiner, es hora de su partida en el bar de enfrente. Ya va siendo hora de que se largue.

Chiner: A ver si no le largo yo a usted una hostia.

Martínez: ¡Niñas! No quiero peleas en una tarde tan bonita.

García Siniestro: ¡Muy bien recomendado! Venga, Chiner, que le invito a un sol y sombra.

Chiner: Vale. Pero sin alcohol, que me lo ha prohibido el médico.

García Siniestro: Como usted lo quiera.


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