Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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Invitación

Dicen que surge sin que puedas evitarla. De sopetón. Como por arte de birlibirloque. Te atenaza los miembros. Te inocula en las neuronas la incerteza. Inflama y corroe tu tranquilidad de espíritu. Es devastadora si no dispones de las defensas adecuadas. Escuece si te acercas demasiado a ella. Pincha como un erizo. Se escurre como el alga entre las manos. Es caprichosa y aparece siempre en los lugares más insospechados.

Es la convidada de piedra en casa de aquel que todo lo sabe, del que sienta sus nalgas sobre principios inalterables, del que se pretende dueño de la verdad, y se siente con derecho a recibir pingües beneficios de su explotación. Es despedida de los lugares que reclaman seguridad, firmeza, convicciones sólidas, personas dispuestas a dirigir el destino de otras personas sin que les tiemble el pulso, y a los que reclaman claridad y rectitud de ideas. En esos lugares parece que nada ni nadie puede con ellos. Tienen aires de sabiondos, y muestran una autoestima que roza el insulto a los seres colindantes, que son vistos desde su atalaya como hormigas. Despotrican de aquellos que les plantean alguna incertidumbre y vacilan en sus actos. Pero tales seres superiores son incautos, pues a ella le deben la mayoría de los objetos e instrumentos que usan para instalarse en su certeza. Y sobre todo le deben el progreso, ese tótem al que tanto adoran.

¿Sabéis ya de quién hablo? Ellos desde luego sí lo saben, pues aunque no lo manifiesten, dudan. Y en lo más recóndito de sus mentes la duda siempre les vence. Por eso a nosotros siempre nos quedará la duda, y con ella podremos quebrarles la estructura en la que cimientan sus creencias supuestamente infalibles. La duda es nuestra energía, y siempre es renovable. Pues preguntarse uno mismo, en el silencio de su propia soledad, por la razón y el porqué de la existencia, de las cosas, de su origen, de su destino, más que una lección de filosofía académica, es una lección de vida que, como tal lección, ensancha nuestra sabiduría. Y al ensancharla no sólo despoja a los vindicadores de certezas –y de vilezas– de argumentos, sino que también los delata.

Desde esta página, quincenalmente, os invito a sembrar la duda en el campo de las ideas, y a labrarlo y regarlo a sus horas. Como por arte de birlibirloque, nos preguntaremos por todo y sobre todo, y trataremos de librarnos del encantamiento en el que nos mecen con tantas verdades a medias.


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