Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

Otros textos de Por arte de birlibirloque


Siglos bastardos

Se me ocurre pensar que todo esto que ahora pienso podría ser fruto de un arrebato, y que mis manos –mucho menos mi cerebro– no son dueñas de sus actos al escribir lo que hora escriben.

Se me ocurren cosas mientras escribo acerca de las cosas que se me ocurren, y unas cosas con otras se entremezclan en extraños compadreos. Parece ahora como si las cosas que se me ocurren se aliaran en mi contra, dispuestas a perderme en una maraña de sinsentidos. Y decido no pensar nada. Pero entonces algo me asalta por encima de la trinchera neuronal y me ataca con un flash hiperactivo que me deja como aturdido por un instante. ¿Es esa cosa que me embiste lo que yo pienso, o es ella la que me está pensando a mí? ¿Quién necesita más del otro: yo de las cosas o las cosas de mí? ¿Podemos vivir sin pensar cosas? ¿Pueden las cosas vivir sin ser pensadas?

La paranoia que me provocan las cosas hostiles que se infiltran en mi sistema de defensa antielementos, para así atacarme desde dentro sin posibilidad de protección, hace que ahora mismo intuya un impulso nervioso que ha invadido los cinco dedos de mi mano derecha, pues la escritura se desplaza automáticamente, sin hacer caso alguno a la caña del timón con la que trato de gobernar esta nave a la deriva. Y pienso: ¿Qué más da?

¿No es esa pregunta que me acabo de hacer prueba irrefutable de que se han sublevado a bordo? ¿Quién me trata de convencer de que deje al barco hundirse sin ofrecer resistencia? ¿Yo, acaso? ¿Y quién escribe a continuación que dicha pregunta es una prueba irrefutable, etcétera, etcétera? ¿Yo, también yo? Estéril disputa. Si tanto me preocupa toda esta discusión pueril y embarullada, más me valdría cerrar el grifo del lenguaje y dejar de escribir, y así no habría ni disputa ni pregunta ni invasión ni duda.

Pero qué aburridas serían entonces las horas, sin poder debatir con mi sombra acerca de sus contornos, sin poder dudar de las cosas que pienso, sin poder imaginarme capitán de un barco a la deriva, sin poder siquiera hablar conmigo mismo sobre lo difícil que se ha puesto pensar por uno mismo en nuestros días, pues ya piensan otros por nosotros, ¡y tanto que piensan! Piensan con tanta fruición y alevosía que son como esas cosas que a uno se le ocurren y pasan totalmente desapercibidas. Piensan con tanto sigilo que no nos damos cuenta y se infiltran en nuestras vidas en un abrir y cerrar de ojos, a través de la televisión, de la radio, de la prensa escrita, de la red, de las vallas publicitarias, de este ritmo de vida abusivo y frenético que deja nuestro sistema de defensa antielementos por los suelos, rotas nuestras armaduras y nuestro cerebro dispuesto a ser invadido sin ofrecer resistencia.

¡Bastardo siglo de mierda este recién nacido que nos dejó en herencia el bastardo siglo XX! Últimamente son muy bastardos los siglos, parecen como paridos en pie de guerra.


________________________________________
Comentarios