Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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Una razón en apuros

Una mañana cualquiera, somnoliento y autómata, tras recitar los buenos días de rigor le doy al quiosquero ciento cincuenta pesetas y cojo el periódico. Pero al cogerlo, mi mirada se detiene un tanto sorprendida en un montón de periódicos que está apilado todavía en el suelo, atado y esperando a ser colocado en su estantería: en la primera página de ese periódico –desde luego no tan liberal como el que suelo leer todos los días–, en una foto de tres columnas de ancho, me veo a mí mismo retratado en un ademán de protesta, mientras increpo a una persona que está a mi lado y hago como si le inquiriera con desdén por algo. ¿Soy yo realmente? ¿Estoy soñando? (Fijaos que ambas preguntas son la misma, sólo que retóricamente hago como si le doblara el espinazo a la pregunta). Imbécil y aturdido observo mi foto mientras trato de mover inútilmente alguno de mis miembros. Me fijo en el rostro de mi interlocutor, y no encuentro la respuesta. Pero me acerco ahora a leer el pie de foto y lo comprendo todo.

Estuve ayer en una conferencia, sentado en primera fila –llegué tarde, y parece que es en la primera fila donde siempre sobran butacas– y el fotógrafo de prensa fue tan sagaz que me retrató en el instante en el que le anunciaba, con cara de enfado, al que acababa de sentarse a mi lado, que se había sentado encima de mi chaqueta, pues entre otras cosas sentí peligrar mis gafas, ya que las había guardado en uno de sus bolsillos. Claro, esa conversación no sale en los papeles. Y yo sí salgo con mi gesto. Y nadie da explicaciones. Y parece como si discutiera con mi vecino de butaca sobre lo que dijo el conferenciante, ya de por sí polémico, y como si protestara sobre las tesis por él defendidas en su conferencia. De esta forma, el periódico ilustraba la polémica con una foto de "los espectadores que asistieron al acto, cargado de controversias, en torno al tema de la conferencia: ¿Para qué nos sirve la monarquía?, que fue impartida ayer por Don M.M.M. en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía, en un nuevo acto de provocación de la institución universitaria".

Mientras le cuento lo ocurrido al quiosquero, nos reímos un rato juntos. Pero me pregunto: ¿cómo explicar lo mismo a todos los lectores que vean mi foto? ¿No leerán la noticia guiados por la imagen, y pensarán, de acuerdo con la tesis del periodista, que ese acto fue una algarabía, cuando fue pacífico, silencioso y respetuoso a más no poder? ¿Qué hacer ante una manipulación tan grosera?

Esa facultad compulsiva del ser humano a la que llamamos razón, se plantea a menudo problemas para los que no encuentra respuestas mínimamente satisfactorias. Propiedad ya vislumbrada por Kant, cuando su propia razón se reprochaba a sí misma su capacidad infinita de interrogación, a sabiendas de su infinita incapacidad de resolución. Incapacidad resolutiva que esta mañana acaba por descomponer mi gesto y provocarme un significativo desaliento ante tanta falsedad.

Insisto en mi pregunta: ¿Qué hacer? Nada puedo hacer, me respondo en un primer momento, y en consecuencia, nada hago. ¡Pero no podemos dejarnos hundir por la resignación! Hagamos por lo menos una manifestación intelectual de rebeldía: desde esa mañana observo las fotografías de prensa desde otro prisma, y las someto al criterio de la duda previa, pues ante ellas no puedo menos que preguntarme si estarán manipuladas como estuvo la mía.


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