Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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El liberal

Me han llegado los ecos lejanos de cierta tinta de calamar que proclamaba a los cuatro vientos saber el periódico que leo todos los días, tras un birlibirloque en el que criticaba a otro rotativo el publicar fotos con las que manipulaba noticias sacadas de una imaginaria realidad. Y al parecer, con tan buena tinta se manchó el oído nuestro querido y admirado Cabana, que no pudo menos que traer a su columna una breve referencia a mis preferencias lectoras, no sin cierta ironía aderezada con madalenas proustianas.

Digerido el trámite, y visto el exceso verbal que se prodiga por esos lares QUINTACOLUMNISTATELEVISIVOS –¿me permites estas mayúsculas?–, me dije a mí mismo que felices fiestas y mejor año nuevo, que puestos a contestar siempre es mejor decir las cosas con tiempo. Buen refrán aquel que advertía que uno es dueño de sus silencios y prisionero de sus palabras –¡aquí estamos, unos cuantos prisioneros en este almacén palabril, largando sin cesar palabras que nos hacen más prisioneros aún! (Extraña ironía la de esta imagen)–.

Mis años, chancero Cabana, ya no están para trotes, ni para duelos verbales ni dialécticos. Y quizás por ello esta réplica no tenga esa inmediatez que requiere todo buen polemista, tratando de ser más ágil que su contertulio en dar la respuesta precisa y certera –¡esto más parece un acontecimiento deportivo: agilidad, precisión, rapidez...!–. Pero bien mirado, en nada desluce mi respuesta cierta lejanía, algo de perspectiva, un poco de distensión en sus planteamientos. Así que, llegada la hora de decir lo que se debe decir, más vale decirlo cuando a uno le apetezca, antes que lanzar exabruptos sin ton ni son movido por ese afán tertuliano tan en boga estos últimos años en las radios de este país tan bronquero –algún día hablaremos de esas tertulias radiofónicas, y de cómo se ha instalado el reino de la opinión sobre el de la verdad en aras del pluralismo peor entendido, pero eso, insisto, será objeto de otro artículo, ¡que no doy a basto y no me cabe todo lo que ahora quiero decir!

Que todo periódico lleva una carga ideológica, es de necios negarlo, Cabana. Lo que importa es identificar de qué pie cojea cada uno, y elegir siempre el que menos rechazo te provoque (pues no elegir ninguno es la opción radical, y da por finiquitado el problema): el autodenominado “diario independiente de la mañana”, por las razones que tu buena tinta sin duda te habrá hecho llegar, es el que hoy por hoy menos repele, pues si abro las páginas del resto acabo yendo por el mundo recitando el abc de las cosas a mi razón, y mi razón se altera y enloquece, hasta tal punto que termina por gritarme cosas ininteligibles al oído. Claro que, bien mirado, el diario independiente de la mañana tiene mayores y más graves responsabilidades que los otros, pues aquellos que lo leemos solemos ser gente crítica, y por ello le exigimos siempre más, y somos cada vez más los que discrepamos de su línea editorial y del tratamiento que da a las noticias (a su indisimulado autobombo se une la cada vez más rastrera política emprisarial, que todo lo que toca lo convierte en producto vendible en envoltorio pretendidamente progresista). Pero no por ello dejo de leerlo, vaya, y se ha convertido en un hábito buscarlo en las estanterías de los quioscos tanto como ir al horno a comprar el pan cada mañana.

Sentado lo anterior, y dejadas al descubierto las cartas, no puedo negarte una tarea que a punto estuvo de cobrar realidad años atrás, y que lanzo al viento de la red por si alguien interesado en ella quiere recogerla: “El liberal” –así llamado por ser su fundamento la libertad de pensamiento– fue un proyecto de periódico que se nos ocurrió a un grupo de amigos, motivados por las carencias que mostraban, y siguen mostrando, los que circulan tanto por los quioscos como por la red. Un proyecto irrealizable por las numerosas dificultades logísticas que se nos presentaron, pero cuyos planteamientos bien merecen una reflexión. La idea era juntar, a ser posible, todos los periódicos a nuestro alcance –no todos, entendámonos: los que creíamos que merecían estarlo, y asumiendo que en esa elección ya incorporábamos nuestra carga ideológica, pues ese es un impedimento irrebasable, ya que a nadie le podemos prohibir que piense, y nuestros pensamientos involucran maneras diferentes de ver el mundo–. Y tras realizar la selección, nos debíamos comprometer a rescatar de cada periódico las mismas noticias, y someterlas a comparación. Es una tarea compleja y difícil y requiere tiempo, pero sus resultados deberían ser clarificadores. Al menos eso pensábamos entonces y sigo pensando ahora.

El problema de la prensa es su mediatización, aunque parezca una perogrullada. Tratar de hacer de mensajero objetivo (¡¿?!) entre lo que ocurre y los que te leen parte de una premisa radicalmente falsa: los que te leen no te han pedido que se lo cuentes, pero tú te empeñas en contarlo, y además eliges lo que quieres contar. El periódico, cada vez más, se salva por sus columnistas. Poco hay ya de atractivo en sus páginas. Y pierde así, curiosamente, la razón de su existencia: de ser una crónica de lo que pasa, acaba siendo un cuaderno literario en el que se dan cita textos más o menos ligados con esa realidad, a la que tan poco proclive se muestra el lector crítico.

Vaya desde aquí un saludo para tu siempre aguda y bienvenida crónica, que me ha servido hoy para disertar un rato.

P.D.: En cualquier caso, el periódico en el que apareció mi foto y motivó mi artículo sigue siendo menos liberal que el que leo todas las mañanas, tenlo por seguro. Aunque esas malas artes están hoy muy extendidas, incluso en el diario independiente de la mañana, sin duda.


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