Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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Quiroribú

En el Tractatus mirabilia el Fisiólogo habla de un pequeño monstruo que llama Qiroribú. De apenas un metro de altura, causaba pánico en las tierras septentrionales en las que habitaba, pues destrozaba los rebaños y a sus pastores:

"Allí dicen que no hay hato de ganado que no haya perdido las más de sus reses, y que en todas las familias se hecha en falta al marido o al hijo. De las ovejas o las vacas no comía más que los intestinos, de modo que a la vista parecían dormidas; de los hombres no sé sabe pues nunca más aparecían. [...] La fortaleza de su orín emponzoñaba las aguas de los ríos y se sabía de él porque volvía por dos días rojas las aguas de los ríos por donde cruzaba. [...] Muchas fueron las batidas formadas para darle caza, pero nadie ha visto nunca nada más que alguna sombra suya, pues aseguran los nativos que es tan veloz en sus movimientos que los ojos del hombre no alcanzan a fijarlo en su mirada; otros dicen que el no verlo es por su naturaleza en extremo delgada, que aprovecha para ocultarse a las sombras de los otros animales. Así y todo, muchos son los que lo han descrito y de todos diré aquellos rasgos en los que coinciden: no tiene más de un metro en altitud, pero es estrecho como un hilo; los brazos le llegan al suelo y su cabeza es similar a la de una serpiente, aunque guarda numerosos dientes en el interior de su boca; la piel es granulosa y parda, aunque no son pocos los que dicen que posee la facultad de cambiar los colores según le convenga; genitales no se le conocen. No emite ruidos más allá de un débil aullido, algo como entre el llanto de un gato y el crujido de una madera al resquebrajarse."

¿Recuerdan el Habitante del viento [1] ? Aunque el Fisiólogo no los relaciona ambos están evidentemente emparentados. Así lo entendió también Roon Grebelek [2] , que buscó durante mucho tiempo indicios de este Qiroribú en otros tratados teratológicos: y no encontró nada. O casi nada; hay algo del Qiroribú en el Haiit de la imagineria africana que, aunque más corpóreo, con garras y pelo, emite un sonido parecido al ser capturado y es muy difícilmente visible, amén de que su alimento es el aire.

Sin embargo, donde sí encontró indicios Grebelek del Qiroribú fue en un tratado de Criptozoología del siglo XVIII del francés Marcel Bloch. Allí, sin decir el nombre, se hacía referencia a un ser habitante de las tierras frías del norte de Europa de poca altura, extrema delgadez, que se alimentaba del vientre de los rebaños y cuya habilidad para ocultarse había impedido que nadie lo viera con claridad.

Sabrán ustedes que la Criptozoología es la ciencia que se encarga de aquellos animales desconocidos para la ciencia oficial, pero cuya posibilidad de existencia se basa en pruebas testimoniales y circunstanciales o en huellas materiales no válidas según los métodos de la comunidad científica oficial [3] . La zoología hace oídos sordos a, por ejemplo, la existencia del hombre de las nieves o del Monstruo del lago Ness; sepan tan sólo que, también por ejemplo, el Celecanto, pez de aletas lobuladas, se consideraba extinguido hace trescientos cincuenta millones de años hasta que en 1938 un barco rastreador capturó un ejemplar vivo cuando estaba pescando en la costa de Suráfrica.
El Fisiólogo luchaba, a su manera, contra ese intento de todo poder de instaurar una realidad ficticia apropiada a sus intereses. Grebelek también, claro. ¿Creen ustedes en los ojos de quienes les miran?
Duden.

[1] El entomólogo, Parásitos.

[2] Véanse Roon Grebelek y Microcosmos y III.

[3] Bernard Heuvelmans, Sur la piste des bêtes ignorées, Plot, Paris, 1955. Heuvelmans propuso en este libro una metodología científica para la criptozoología que resultó irrebatible.


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