Revista poética Almacén

Máquinas, órganos, cyborgs y guerreros, I

MÁQUINAS Y ÓRGANOS

De las máquinas y sus diferencias con lo que se llama órganos.

Por máquinas se entiende una reunión sólida de piezas de madera que tengan gran poder para mover pesos. Esta fuerza actúa mediante ingeniosos juegos de ruedas, que los griegos llaman Kicleken kynesin (“movimiento circular”).

La primera clase es la escansoria, o ascensional (que sirve para subir), que en griego se llama Acrobatikon; la segunda es la neumática, denominada por ellos Pneumáticon; la tercera, la tractoria o de tracción, que ellos llaman Baroulkon. El tipo de máquina ascensional es aquel que está compuesto de modo que mediante maderos, clavados unos perpendicularmente y otros transversalmente unidos a aquellos, sea posible subir pesos y vigilar los preparativos.

La neumática es la que por impulso del aire lanzado por emisiones determine instrumentalmente impulsiones o sonidos.

Finalmente, la tractoria es aquella mediante la cual se trasladan, o simplemente se elevan y se colocan en alto, grandes pesos. La ascensional no es ya obra de arte, sino de audacia; su solidez reside en su sujeción con cadenas, con travesaños, con ligaduras, estribos y contrafuertes.

Pero la que, merced al impulso del aire, acciona la máquina, es muy ingeniosa y produce efectos maravillosos.

La tractoria es muy útil para muchas cosas; pero especialmente para las grandes y magníficas, y manejada con prudencia y discreción ofrece muchas posibilidades.

Entre estas máquinas, unas se mueven mecánicamente y otras orgánicamente.

Entre máquinas y órganos parece que hay esta diferencia: las máquinas producen sus efectos por medio del esfuerzo de numerosos operarios y de una fuerza mayor; tales son las ballestas y las vigas de lagar.

Los órganos, en cambio, producen el efecto que se intenta por el manejo hábil de un hombre sólo; tales son los movimientos de los escorpiones o de las ruedas de engranaje.

Así, tanto los órganos como las máquinas son indispensables para las necesidades humanas y sin ellos no se puede hacer cómodamente cosa alguna.

Toda la mecánica ha nacido de la misma Naturaleza y ha tenido como maestra y reguladora la rotación del mundo. Porque si reflexionamos ante todo y consideramos la naturaleza coordinada del Sol, de la Luna y de los cinco planetas, comprenderíamos que si no girasen mecánicamente no tendríamos en la Tierra ni luz ni frutos maduros. Por tanto, desde que nuestros antepasados observaron que estas cosas eran así, tomaron ejemplo de la Naturaleza, y movidos a imitarla, guiados por tales cosas divinas, hicieron de ellas aplicaciones útiles y necesarias para la vida, y adoptaron a estos modelos, de la manera más sencilla posible, sirviéndose unas veces de máquinas y de sus rotaciones y otras de instrumentos u órganos, todo lo que descubrieron que podría responder a sus necesidades, y fueron perfeccionando gradualmente por la teoría las ventajas materiales que habían logrado con el arte.

Fijémonos un poco y observaremos que la primera de las invenciones fue hija de la necesidad, como el vestido, para cuya invención fue preciso que en ayuda de las combinaciones de los órganos de los telares viniera el trenzado de la urdimbre con la trama a fin de que puedan no sólo cubrir y proteger el cuerpo, sino también añadir honestidad al ornato.

No tendríamos abundancia de manjares si no se hubieran inventado los yugos y los arados para los bueyes y los demás animales de tiro. Y si no hubiese sido por la invención previa de las súculas, de la vigas, palancas para lagares y prensas, no hubiéramos podido disponer para nuestra comodidad no del brillo del aceite ni de los productos de la vid.

Tampoco habría sido posible el acarreo de todos estos productos si no se hubiesen inventado los mecanismos de carruajes y carros, ni el transporte por agua sin los barcos. La invención de romanas y balanzas para los pesos, con justas costumbres nos han puesto en la vida a cubierto de fraudes.

Hay además otras infinitas clases de máquinas de las que no me parece necesario hacer mención ahora, porque son harto conocidas; tales son los molinos, los fuelles de los herreros, los coches, las tartanas, los tornos y otras, que son vulgares y de uso corriente. Por tanto comenzaremos a tratar de las que rara vez vienen a mano, a fin de que sean conocidas.

Marco Lucio Vitrubio


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