Revista poética Almacén
Colaboraciones

¡Eso es otra historia!

Antonio Cambronero
Autor de la bitácora Tramontana

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Hay muchas formas de perder el tiempo en la nueva y moderna empresa cinética. Una de ellas es, como ya les narré en una ocasión anterior, utilizar el teléfono. Mal utilizar el teléfono dirían mis detractores. ¡No!. Usen el teléfono lo menos posible en sus trabajos y verán como, de repente, dispondrán de más tiempo para pensar, planificar y organizar su tiempo. Nadie les atracará con peticiones a destiempo. Los empleados incompetentes no utilizan las herramientas normalizadas para solicitar trabajos o notificar tareas a realizar. Recurren siempre al teléfono y ocupan gran parte de nuestro valioso tiempo, en una especie de interminable consultorio sentimental.

Sin embargo, hoy no les quería hablar del teléfono como inútil herramienta de trabajo, sino de otra de las formas de perder tiempo para trabajar: las reuniones.

Son fantásticas para comer donuts (si es que les gusta ésa especie de rosquilla grasienta e insípida), jugar con la Palm o ver a la fantástica chica de ojos azules, del departamento X, como escribe notas sin parar, aún cuando nadie dice palabra alguna. Pero aparte de eso no sirven para nada. ¡Ah! sí, son el mejor método para atascar un proyecto.

Las reuniones las convocan dos tipos de empleados. El directivo, al que le han comunicado un problema, y al no fiarse ni de su sombra, cita a propios y extraños para resolver el entuerto. No se trata de organizar ni planificar tarea alguna, sino de buscar un culpable. Otro tipo de empleado que requiere reuniones es el coordinador o Jefe de Proyecto, generalmente sin idea alguna del proyecto que tiene entre manos. A las reuniones, que preparan los Jefes de Proyecto, siempre acuden personas que nada tienen que ver con el proyecto, por lo que esos encuentros suelen convertirse en una jaula de grillos. Por supuesto, ninguna reunión se suele convocar adecuadamente. He ido a muchas reuniones a kilómetros de distancia de donde se celebraba realmente (¡y nunca me echaron de menos!). No disertaré nada acerca de la puntualidad ni del respeto por los no fumadores, ni de la incontinencia sonora de los teléfonos móviles, ya que no es políticamente correcto.

Tampoco insinuaré palabra alguna acerca de que, casi siempre, se olvida realizar un acta o, ni siquiera, de informar de los resultados.

A las reuniones van encantados dos tipos de empleados. El directivo que busca un culpable y el Jefe de proyecto que basa su existencia en la asistencia a las mismas. Desconfíe de los charlatanes y de los que hablan en primer lugar. La mejor forma de salir indemne de una reunión es no abrir la boca. Simule un catarro si es preciso, pero no diga nada. Si es su turno de réplica, salga de la sala tosiendo. Una llamada por el móvil me ha salvado de muchas intervenciones comprometedoras.

La mejor forma de enfrentarse a una reunión es acudir sin papeles. No impresionará a los asistentes si aparece con la típica carpetita y su bolígrafo. Haga acto de presencia con una Palm, último modelo y no pare de manejarla. Lea las noticias, previamente descargadas de la Red, o juegue a los marcianitos si es preciso. Tenga el móvil bien visible encima de la mesa. Nadie se atreverá a preguntarle nada. Se lo digo por experiencia. Y he acudido a cientos de reuniones.

La peor reunión de todas es la denominada de crisis, donde no se trata tanto de buscar un culpable, como de repartir la mierda (con perdón) entre todos los asistentes. Cuantos más asistentes mejor, porque así se diluye mejor el problema y se aparenta que se ha resuelto.

Hay muchos tipos de reuniones, destacando las multidisciplinares, en las que se convoca a todo tipo de cargos directivos, jefes, técnicos y usuarios de todas las áreas posibles. Suelen producirse micro reuniones o 'reuniones dentro de la reunión', complicando aún más la búsqueda de soluciones. Otro tipo de reuniones es la de 'nadie sabe nada', se convocó a la gente equivocada o todos tienen algo que ocultar.

Una que especialmente me hace gracia, es la de 'siempre van los mismos', o lo que es lo mismo, 'nunca van los que tienen que ir'. Yo valoro mucho a los que tienen especial habilidad para no acudir nunca a las reuniones. Lo que me resulta realmente fastidioso es cuando, para un tema que le incumbe, me convocan a mí.

Las reuniones por videoconferencia son especialmente graciosas. Porque uno, además, pone una pose como de salir en televisión, cuando lo cierto es que no se ve un pimiento por el monitor. Y todo el mundo conversa como si estuviera delante de un contestador automático.

La reunión del despachito del jefe es la que más temo, porque pretende ser informal y suelen cocerse los eventos más graves. Igual que la del pasillo o máquina del café. Ahí te suelen dar las puñaladas más traperas.

Yo he llevado a cabo reuniones con mis colaboradores en habitaciones sin sillas ni mesas, poniendo en práctica las técnicas más modernas. Pero por poco no fui denunciado a los sindicatos por acoso moral y maltrato físico.

Hace un par de años que no me reúno con mis colaboradores y ahora somos más eficientes, sacamos más partido a nuestro tiempo y, en definitiva, tenemos más tiempo para trabajar. ¿Qué cómo trabajamos en equipo sin teléfono y sin reuniones?. Como decían en mi película favorita, 'esa es otra historia'.


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