Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

Otros textos de Por arte de birlibirloque


¡Ag!

No. No creáis que me lanzo al resbaladizo mundo de las crónicas nupciales. Empuño el título con intención onomatopéyica, por más que otros se empeñen en llamarse doblemente Ag-ag. Allá cada cual con su apellido. El caso, a lo que ahora interesa, es que tal sílaba denota asco. Esto es: cuando presenciamos una escena gorrina en el cine, mientras el protagonista o su secundario comen mierda o degollan cuellos, o cuando nos presentan un plato poco apetecible en la mesa —siempre me sorprendió el asco de Mafalda por la sopa: ¡a mí me encanta!— o cuando tocamos con las manos un moco ajeno pegado en los bajos de un sillón cualquiera, no dudamos en pronunciar la fatídica sílaba: "¡Ag!", acompañada si cabe por la expresión "¡Qué asco!"

Asco es un término que viene de lejos. De lo más profundo de nuestras vísceras. Es la expresión del vómito, la contracción de la tripa para recuperarnos ante el ataque frontal de la náusea. Es una defensa que utilizamos al límite de nuestras fuerzas, cuando el resto de armas han fracasado y no queda sino arrojarse en sus brazos para repudiar lo que nos ofrece un mundo capaz de cosas tan miserables. Se diría que nuestros sentidos se cierran sobre sí mismos, encogiéndose para protegerse en su caparazón, como haría cualquier molusco.

El mecanismo intelectual de extensión del asco al ámbito de la razón, más allá de lo puramente metonímico, es una habilidad que el ser humano ha desarrollado a lo largo de su historia, y que por ello no resulta desdeñable. Hay ideas que generan asco, y comportamientos, y también actitudes. Incluso a veces no es descabezado pensar que el hombre siente asco de ser hombre. Cuando contempla imágenes o escucha sonidos de guerra, o cuando lee discursos elaborados en los aledaños del poder, con los que tratan de convencerle con palabras huecas, o cuando observa el salvaje juego empresarial de la maximización del beneficio.

Cosas y sucesos que me dan asco, por ejemplo, son: ver a Piqué dar genuflexiones ante el emperador; oír a Aznar hablar de patriotismo constitucional; ver a la Botella en plan mujer moderna-inteligente-ama de casa-escritora de libros-primera dama, y todo a la vez; escuchar, bajo un trapo enorme, arengas entresacadas del más rancio fascismo patrio, y comprobar que no sucede nada alrededor; ver morir a chavales inocentes bajo los escombros provocados por el Estado de la Tierra Santa de Israel; escuchar, hablando de la ministra de Educación, la hipócrita sentencia de W. Churchill sobre la juventud revolucionaria y la madurez conservadora. Y muchas otras cosas más.

Dice un amigo psicólogo que la mejor manera de liberar la mente de la angustia es soltar todo aquello que te produce asco, y que coadyuva en provocarte la náusea. A esa liberación contribuye en gran medida el oficio de escribir, pues sin duda desahoga. Lo malo, pensando ahora en el lector, son las salpicaduras del vómito: a veces conviene leer provisto de paraguas, o con impermeables en los ojos. Otras, más acertadamente, escupimos la mierda al mismo tiempo que la escupe el que la escribió, y sanamos juntos. Podéis añadir a la lista todo lo que se os antoje. ¡Salud!


________________________________________
Comentarios

Me dan asco las sonrisas forzadas, y la contemplacion impasible de los asesinatos, y las dictaduras veladas, y los bigotes, tan propensos a sustentar mocos, y las premios amañados, y las canonizaciones.

Ah, y pisar caca de perro.

Comentado por Diego M. el 16 de Octubre de 2002 a las 09:28 AM