Revista poética Almacén
Tele por un tubo

[Ramiro Cabana]

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La chorrada

Tengo un amigo que se hace pasar por latinoamericano cuya palabra favorita es (¡atentas, chicas!) chorrada. CHORRADA. Dice que es la palabra que mejor describe la vida en España. La primera vez que lo dijo, yo entré en un trance nacionalnarcisista y le espeté desairadamente: ¿Y POR QUÉ NO TE LARGAS A TU PUTO PAÍS TERCERMUNDISTA SI ESO ES LO QUE PIENSAS? Él sonrió plácidamente y dijo: piénsalo, Cabana, y verás que tengo razón.

Desconcertado, entonces, me puse el traje de luces del trabajo mental y pensé. No os relato mi tren de pensamiento, amadas amigas personas lectoras, porque abandonarías la lectura de esta célebre columna y os entregaríais en cuerpo y alma, pero sobre todo en cuerpo, al budismo. Y eso no puede ser. Lo único que haré es contaros la conclusión a la que llegué tras arduos segundos de reflexión dura como un huevo hervido. AND THE CONCLUSIÓN IS: (redoble de tambores militares, si os place) ¡Hostia, el colega tiene razón!

En Espéin triunfa la chorrada. Mucho más que en Italia, por ejemplo, donde tiene su arte y su cultura, su moda y sus ferraris, mientras que aquí tenemos la exclusiva de la verdad, el abandono especulativo y los tesoros vendidos por cuatro perras. Las perras son las precursoras del euro, un cánido cuya naturaleza híbrida aún no ha sido descifrada del todo por los investigadores que el gobierno subvenciona.

¿Y a qué se debe la chorrada? Unos dirán que al bajo presupuesto. Espéin es un país de bajo presupuesto, sí, pero ello no implica que uno esté obligado a la chorrada, amigas. Os voy a contar un secreto: La chorrada no es obligatoria. Será nuestra primordial seña de identidad, pero no es obligatoria.

Alguien, o algo, quiere hacernos creer que no hay escapatoria de la chorrada. Si no, ¿a qué se debe tanta gala en TVE? Tanto concursillo donde el dinero a ganar no llega ni para chicles. Tanto talk-show por todas partes. Ayer mismo, por ejemplo, estoy con una de mis razzias al mando del mando de la tele, cuando me topo con una niña espeluznante... de lo buena que estaba, quiero decir. Está sentada en un sofá fosforescente y una mujer que aparenta la suficiente edad como para ser presentadora de programa la interroga.

Resulta que a esa chica, ella capaza de para un tren con sólo dejarse ver, le gusta el hijo de la verdulera. Y todos sabemos que el nene está en cajas, esperando a salir para darle el sorpresón de su vida a la chica de la RENFE. Pero, no puede salir haga un dancing con playback en el stage adjunto al plateau. Nada de esto tiene nada de malo, entendedme, ocurre en los mejores países.

Lo mejor viene cuando, no sé si accidentalmente, si sin querer queriendo, nos enseñan la cara de la presentadora que mira como la niña ferroviaria mueve lo suyo. Ese rostro es harto comunicativo y dice: ¡Vaya chorrada de programa que estamos haciendo! Lo dan por Canal 9.

Ejemplo número 2. Cabana es invitado a comer en casa de amigos. Bueno, de gente que dice que lo conoce. Durante la sobremesa, una de las personas que partieron el pan con Cabana se levanta, coge el mando y enciende la tele. Manipula el mando hasta que llega a TV3. Están echando un talk-show cuya presentadora es Julia Otero. Julia no se basta por si misma y nos obliga a oír las opiniones de sus becarios. En eso el becario varón se levanta, coge un micro y se abalanza sobre el público, compuesto mayoritariamente por jubiladas.

El becario varón toma asiento en primera fila y se pone a hablar de embutidos con la jubilada número uno. Antes de que la jubilada número uno pueda abrir el pico y explicar que todos esos falos de carne de cerdo están hechos a mano por personas de su particular conocimiento, el becario varón ya se ha lanzado sobre la jubilada número dos, que hace gimnasia.

Gracias al becario varón aprendemos que la gimnasia es muy buena para las jubiladas. Los jubilados no están en el plateau, se han quedado en el pueblo jugando a la petanca. El becario varón, con el clásico estilo pijo de TV3, le pregunta a la jubilada número dos si aprendió algo nuevo en la clase de gimnasia de hoy. La jubilada número dos asiente que sí. El becario varón nos explica a los televidentes que el ejercicio que, en breve, ensayará ante nosotros con inigualable y jamás antes vista maestría la jubilada número dos, va de puta madre para que no se nos caigan las tetas y nos hagamos daño en las rodillas al caminar.

Entonces, la jubilada número dos se agarra cada antebrazo con la mano contraria (la que le sale del otro antebrazo, amigas), y hace fuerza con los pectorales. ¿Se le escapa un pedito? ¡Jamás lo sabremos! Porque antes de que nuestra curiosidad llegue a saciarse para siempre, el becario varón vuelve a chupar cámara para informar a Julia que eso todo desde el público, gracias y hasta mañana.

Ahora bien, fijaos en el espacio que he ocupado para contaros esto. ¿Qué decís, amadas amigas personas lectoras? Antes de contestar, recordad que forma y contenido deben ir íntimamente imbricadas para que la obra de arte pueda aspirar a la perfección. ¿Y qué decís? ¡Pues que vaya chorrada! Sin embargo, he de avisaros que el mérito no es mío, amigas. ¡No me culpéis a mi! Culpad a Marcos Taracido, jefe de este Almacén, que opina que debo defenderos de lo que os echan por la tele.

De todas maneras, lo mejor, lo mejor es que lo de la vieja gimnasta ¡era por Televisión de Catalunya! La que se supone que es la mejor tele autonómica de nuestro estado de las ex-autonomías. ¿Dónde está el hecho diferencial, entonces? ¿En que en la chorrada valenciana vemos a una chica ultracomestible moviendo el culito pa delante y paratrás, mientras que en la chorrada catalana vemos a una anciana haciendo un esfuerzo nacional para levantarse las tetas?

Y menos mal que no me atrevo a ver que nos echan por Telemadrid. He observado en la guía que sale el Jesús Vásquez con su propio talk-show. JV ha superado a Boris en los índices de audiencia como superhéroe del gremio gay de nuestro país. Su actuación como presentador despistado en lo de las chicas esas que cantaban y bailaban (nótese el uso preciso del tiempo pretérito) dejó una cosa bien pero que bien clara: que el tío está buenísimo.
En otra ocasión, cuando un servidor se arme de paciencia y le dé la puta gana, analizaremos con detenimiento la chorrada galego-madrileña personificada en JV.

Hasta entonces, dormid bien.


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