Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

Otros textos de El entomólogo


El tesoro

Hacia el tercer cuarto del siglo XIX, Sir David Lliliambourgh hizo acopio de sus muchas riquezas y se embarcó rumbo a la India en busca de la Joya Luxper, mito de la Gales colonial que aseguraba que un soldado inglés se había llevado a la tumba, cuya ubicación exacta era, claro está, desconocida, una inmensa joya que había robado a una princesa descendiente del mísmisimo Shiba. Sir David desterró media India, torturó a innumerables supuestos conocedores del paradero del nicho para, finalmente, encontrar la piedra preciosa entre las pertenencias mal guardadas de un saqueador profesional de tumbas. La búsqueda duró dos años y medio y en ella dilapidó toda su fortuna. Para poder volver a su Inglaterra natal tuvo que vender la joya a un comerciante francés en Calcuta. De vuelta a casa, arruinado y sin joya, se suicidó de un certero disparo en la sién.

La entomóloga Cristine Laboud tuvo más suerte: segura de poder encontrar una mosca del estiércol que había sido descrita por un aficionado holandés en el siglo XVI a la vuelta de un viaje a La Guayana, recorrió trece paises de latinoamerica durante 9 años antes de encontrar al insecto en una tela de araña de los montes de Panama, donde estaba siendo libada por un arácnido. No encontró más ejemplares, pero pudo clasificarlo y demostrar su existencia.

El tesoro que buscó con afán Martín Labaña era más etéreo. El profesor, nacido en Tetuán a finales del siglo XIX, fatigó los libros de 257 bibliotecas de todo el mundo en busca de una palabra que su tradición familiar aseguraba que existía: drustámbulo. En 1962, 43 años después de comenzada la pesquisa, presentó una propuesta de inclusión a la Real Academia Española de las Letras del vocablo, que aseguraba haber encontrado en dos obras: un manual anónimo del siglo XIX que enseñaba a disecar caballos, y una novela de Justo Rémulo Santamaría, notario paraguayo, donde la palabra aparecía en la frase "A causa de la reuma, el comisario se estaba volviendo algo drustámbulo". La definía como:

Drustámbulo, -a. (adj.) Dícese del individuo que, irritándose fácilmente, actúa con radicalidad confusa y no exento de un punto de inconsciencia.

Como pueden comprobar en sus diccionarios la propuesta nunca fue aceptada.


La nómina de buscadores de tesoros es inabarcable y prometo ofrecer a mis lectores otros hallazgos en posteriores entregas. No obstante, hoy quisiera acabar con otra búsqueda más proléptica:

MTJ llegó al punto exacto que señalaban los mapas. No se alegró en exceso, ni se puso nerviosa porque otras veces y otros mapas en los últimos quince años le habían fallado. Esperó pacientemente a que el calor cediese un poco y, al atardecer, comenzó a cavar. Aunque el punto estaba marcado con claridad, la zona era amplia y tras tres horas de trabajo comenzó a horadar el quinto agujero. En uno de los mecánicos movimientos de pala se percató de que el hierro se había hundido de un modo distinto al de las otras veces. Con una angustia atroz subiéndole por el estómago, agarró la luz que iluminaba el espacio y la aplicó sobre el agujero. Todo negro. Se tumbó entonces sobre el hoyo e introdujo su brazo hasta tocar el punto donde la pala se había parado. Con los dedos encallecidos del trabajo, comprobó que había encontrado el tesoro. Llorando secamente, lo cogió entre sus dedos, lo introdujo en una bolsa y, tras limpiarse las manchas del petroleo, llevo los granos de arena a lugar seguro.

A Hilario Barrero, placer y estímulo del último cuarto del año 2002


________________________________________
Comentarios

drust

Comentado por Pablo el 20 de Diciembre de 2002 a las 12:11 PM