Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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El silencio II

Del silencio por ausencia de uno de los sonidos que mojan el ambiente

Desde el domingo 22 de diciembre de 2002 hay un silencio duradero dentro del estado español. Este silencio, igual que el monárquico del que hablaba la pasada quincena, se acrecienta por el silencio que hay alrededor del silencio. Ese día dejaba de aparecer la columna semanal que el escritor Javier Marías publicaba en El Semanal, revista dominical del Grupo Correo, desde hacía ocho años. ¿Por qué? ¿Por qué un sonido sostenido durante cerca de 384 domingos deja de sonar de repente? Porque su autor osó meterse con la Iglesia, y no se crean que demasiado duramente. La dirección de la revista le censuró el artículo y el escritor decidió no volver a escribir su columna.

Ahí tienen ustedes al otro órgano intocable y que, junto al Rey, es la mayor productora de silencios de España: la Iglesia. Porque de la Iglesia no se puede decir —salvo en medios como éste: minoritarios, pequeños, ergo más libres— que es la mayor empresa de la historia y, seguramente, la más productiva y rica, y la que tiene mayor número de clientes; de la Iglesia no se puede decir que mata diariamente a decenas de personas con su prohibición moral del uso de los anticonceptivos; no se puede decir que ha silenciado los crímenes del holocausto nazi, que se ha unido a dictaduras sangrientas como la española, que ha utilizado la religión —por la que no tengo ningún tipo de apego ni simpatía— para ganar sus clientes y manipular voluntades manejando el miedo de la gente y vendiendo esperanzas con chantajes morales.

Aclaro por si hay alguien removiéndose en su asiento: no estoy hablando de las excepciones, que las hay. Y la utilización de las religiones es y ha sido un fenómeno general de casi todas las culturas. Yo hablo de lo que conozco y de lo que está más extendido diacrónica y sincrónicamente. La Iglesia es monopolística; la Iglesia miente; la Iglesia es intolerante; la Iglesia censura.

La Iglesia contemporánea es el resultado de una empresa que quiso sobrevivir contra viento y marea, y todas sus reglas y estrategias están perfectamente diseñadas para dominar, extenderse, acallar, manipular y extorsionar.

Prueba de la intolerancia de este ente cuyo propulsor —material o ideológicamente— era un modelo de tolerancia es la sangrienta e implacable defensa de la hortodoxia con respecto a los distintos teólogos del catolicismo. En artículo para El país (XXX), PEPITO escribe:

[...] Desde entonces [concilio de Jerusalén] para acá, y sobre todo desde el concilio de Nicea (año 325), donde el emperador Constantino impuso la pa teológica aplastando la cabeza de los seguidores de Arrio, son incontables los teólogos que penan por ir más allá de lo que el aparato les tenía permitido. En la nómina de los perseguidos por desviaciones varias figura el mismísimo Tomás de Aquino, y está también Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, que llegó a ser preseo de la Inquisición. Sólo desde 1978, año en que llegó a papa Karol Wojtyla, el Vaticano ha censurado o excomulgado a más de quinientos teólogos.

Todavía, 25 años después de que la constitución declarase al Estado español aconfesional, los crucifijos cuelgan de la mayor parte de las aulas de los colegios públicos de este país; todavía pueblan las programaciones domingueras las misas católicas televisadas y los Pueblo de dios; aún hay profesores en los institutos públicos que no han aprobado ninguna oposición para dar clase de religión sino que han sido escogidos con el dedo para ocupar el puesto. Es este otro gran silencio nacional —¿mundial?— el que impide que algún medio de comunicación relevante se haya hecho eco de la censura a Javier Marías, y el silencio lo impone el poder que aún tiene la Iglesia, la capacidad que conservan de dar miedo.

Y es que el silencio vuelve, o quizás sólo sea más notorio y siempre estuvo ahí y alcanza todos los ámbitos y todos los estilos y todas las formas:

El espíritu de los tiempos es que no se puede hablar de casi nada. Ni del cacique en los pueblos o ciudades pequeñas, ni de las multinacionales en los medios grandes (que tienen que dedicar gran parte de su espacio a si mismos y sus grupos), ni del gobierno en los que están en su órbita: casi todos, y que sólo se sublevan un poco cuando flojea el pesebre. [Mariano Gistaín]

Quizás todo esto no sea más que una venganza mía por el ruido: día sí, día también se interrumpe el sagrado silencio de mi casa a horas intempestivas con la llamada de gentes que me dicen si vive aquí el Párroco de Recesende. Y a veces sus voces son tan extrañas y las horas tan pocas que me recorre un escalofrío la columna al pensar si no serán sus muertos que le llaman para reclamarle algo. Soy gallego.


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