Revista poética Almacén
Textos en adelante

El anarquismo y Sade
Amigo Josep:

Tu carta tocaba mis temas preferidos, al menos en lo concerniente al estado de la nación: religión, agobernabilidad y autoritarismo. Efectivamente, es esencial conocer bien a la primera, pero más que como base para formar una sociedad laica, como ejemplo de sobre qué no tiene que crearse. Por ello te inserto abajo el texto de un ateo al que por desgracia solo me parezco en eso, en el ateísmo. Son palabras de Luis Buñuel; las encontré en un libro inmenso, por tamaño y por contenido, en el que Max Aub reune las charlas que mantuvo con el cineasta: Conversaciones con Buñuel (Aguilar, 1984). En el fragmento, breve, Buñuel habla de su descubrimiento de la libertad, pero de una libertad con mayúsculas, la individual, la que aspira a que el hombre se convierta en un ser que maneje sus propios hilos, que los corte o los cambie de lugar. En Occidente —y matizo para dejar claro que hablo de la zona privilegiada y, por lo tanto, de otro tipo de libertad— cada vez somos menos libres y como consecuencia menos humanos. Y en esta falta de libertad hay mucho de decisión personal, de dejación y alienación ante las dificultades: la lucha contra el frío es extremadamente dolorosa y muchos mueren porque deciden no resistirse y dejarse así invadir dulcemente.

Claro, Buñuel descubrió esto a los 28 años, es decir, en 1928, cuando España era un hervidero de ideas y la cultura una pasión común, y la república era ya entre estas mentes el único horizonte posible.

Quizás tengamos todos que lanzarnos a la lectura del Marques de Sade.

Un abrazo,
Marcos.

Pedra, 1 de febrero de 2003.


- A los veintiocho años yo era anarquista, y el descubrimiento de Sade fue para mí absolutamente extraordinario. No tuvo nada que ver con la erotología, sino con el pensamiento ateo. Resulta que lo que había sucedido, hasta aquel momento, es que pura y sencillamente me habían ocultado la libertad, me habían engañado totalmente referente a lo que era la religión y, sobre todo, acerca de la moral. Yo era ateo, había perdido la fe, pero la había reemplazado con el liberalismo con el anarquismo, con el sentido de la bondad innata del hombre, y en el fondo estaba convencido de que el ser humano tenía una predisposición a la bondad echada a perder por la organización del mundo, por el capital, y de pronto descubrí que todo eso no era nada, que todo eso podía existir (y si no eso, otra cosa), y que nada, absolutamente nada, debía tenerse en cuenta como no fuese la total libertad con que si le diera la gana podía moverse el hombre, y que no había bien y que no había mal. Figúrate lo que eso representa para un anarquista.

[Luis Buñuel en Conversaciones con Buñuel, de Max Aub, Aguilar, 1984]


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