Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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¿Dadá o no dadá?

Quizás el sinsentido de las palabras emitidas por dadá venga a ser el lenguaje en el que se expresa el sinsentido de la realidad que lo circunda: de guerras absurdas como la del 14 crecen letras absurdas. Eso nos diría una teoría que tratara de explicar a dadá desde posiciones referenciales. A cada época corresponde una literatura, nos enseñaron. Y a cada literatura correspondería una época, podríamos añadir. Parece como si los signos de la modernidad andaran de aquí para allá buscando aposento. ¿Un nuevo dadá? No creo: los movimientos tienden a emularse, nunca a repetirse —matiz importante que rescata la infalible temporalidad de las cosas: vivimos en precario cada época por cuanto nos consideramos irrepetibles. De todas formas, la espoleta está próxima a ser activada, y el misil ya calienta sus motores. Quién sabe. Cada aproximación a la realidad hace de la literatura un espejismo: así cabría leer el artículo de García Trevijano en el diario La Razón de 27 de febrero de 2003, titulado "Dadaísmo", anotado por Roger Colom el día siguiente al de su publicación (estas palabras que ahora escribo, estimados birlibirloqueros, eran inicialmente un simple comentario destinado al vecino Libro de Notas, y con el paso de los días —¡mes y medio!— han ido creciendo hasta convertirse en algo así como un artículo). Prosigamos. Digamos cualquier cosa.

Pfentor gajika vublendis tardeftung,
plaf, pistferdint, alg, alg.
Ich?
Albi, albi.
Such dobiant
Almestiondea.

Cualquier cosa, dicha así, es posible. Para escépticos, inquiero: ¿Acaso no es posible en este mundo cualquier cosa? Ya nada nos sorprende, pues en nuestra mente se afianza el convencimiento de que hay cosas ocultas e indescifrables. Lo último: que sólo un 4% de la materia es visible. ¿Quién no siente la tentación de decir cosas raras ante semejante aserto? ¡Y qué más da, dadá o no dadá! Jugar a los dados desde Mallarmé es un acto poético intransferible. ¿Qué más podemos pedir? Esto: dos dados dadás a mis dedos atados acaban demudados.

La sinrazón del lenguaje descansa en su misma arbitrariedad. Y en ella se esconde para jugar a autorreferenciarse. Pero quienes insisten en desnudar la palabra del ropaje representacional acaban por decir lo que podrían haber dicho con ese mismo ropaje: en el fondo se trata de decir. ¿O no? Si tratas de contarme un cuadro, tu relato ya no es el cuadro. Es un relato que trata de abarcar la inabarcable realidad que se muestra por sí misma, sin admitir traducciones. Recuerdo aquel famoso cuadro que René Magritte tituló “Esto no es una pipa”. ¿Qué era si no era una pipa? Era lo que era, ¡vaya si lo era! El hueco inmenso que abre Magritte entre el cuadro y las palabras que tratan de enmarcarlo es un salto en el vacío: nada puede representarme salvo yo mismo, viene a decirnos, por mucho que en ese intento las palabras se ajusten al milímetro dentro de los límites precisos que marca el diccionario. ¿Pero no es función primordial de cualquier límite reconocer la vacuidad del espacio que rodea? Efectivamente, aquello no era una pipa.

Nos queda entonces una inmensa libertad tanto para decir como para no decir. Y una estúpida y absurda mudez después de todo discurso. La palabra está viva, y en su estrategia se parece cada vez más a la serpiente anaconda (supe de su táctica por una crónica periodística del asedio a la ciudad de Basora; ¡vaya ironía!): aniquila la realidad —su presa— adormeciéndola, aquietándola leve pero incansablemente, hasta provocarle la muerte. Dadá no es más que una pequeña muestra de los restos provocados por esa cacería.


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Comentarios


deseo me envieis vuestra información.

gracias.

Comentado por RAFAEL el 14 de Septiembre de 2003 a las 08:58 PM