Revista poética Almacén
Colaboraciones

El trabajo y el trabajador hoy

Antonio Cambronero
Autor de la bitácora Tramontana

Otros textos de Antonio Cambronero


Extracto de un artículo publicado en el nº 397 de la revista RJP en enero de 2003



Según algunos investigadores de prestigio, en la nueva economía y la globalización, existen dos tipos de trabajo: el auto programable y el genérico. El primero es el que desarrollan los trabajadores que son capaces de redefinirse y adaptarse al cambio constante. Son cinéticos por naturaleza. Los trabajadores genéricos son, en pocas palabras, los que pueden sustituirse por las máquinas. Así de simple. La realidad de la economía de mercado es que la Empresa tiene que colocar, en la balanza de costes y beneficios, a ambos tipos de trabajadores. Los gurús de la globalización arguyen que, al poder actuar sobre ésa división tecnológica, no estamos ante una fatalidad.

En primer lugar, nos deberíamos plantear si el modelo de trabajo tradicional, tal y como se le entendía antes, con sus contratos fijos de media jornada diaria, donde el trabajador tenía una carrera profesional previsible y con organizaciones jerárquicas perfectamente definidas, pudiese servir hoy aún con los adelantos tecnológicos que disponemos. Desgraciadamente, nos enfrentamos a un crecimiento del trabajo temporal y autónomo, enmarcado en el modelo contrario al clásico. Yo no creo, realmente, que la evolución tecnológica elimine del todo el empleo, pero estoy seguro que tanto los trabajadores genéricos como el arquetipo tradicional, convenientemente adaptado, pueden ser perfectamente válidos hoy día.

En consecuencia, la primera lección, que podríamos inculcar a nuestros jóvenes es que la tecnología, naturalmente, debe estar al servicio de la empresa y el trabajo, y no al contrario, como parecen querer transmitirnos los nuevos e-patronos.

En segundo lugar, debemos reflexionar sobre si la sentencia "lo único que permanece es el propio cambio", aplicada al cientismo de las nuevas empresas en red, corresponde a una situación inevitable o, por el contrario, es únicamente un pretexto de las organizaciones para obtener altos beneficios a costa de la flexibilidad, la movilidad y, en definitiva, de la mano de obra barata. Existen problemas de fondo muy serios en las compañías cinéticas y en red. Recordemos que éstas son las que mueven, en la actualidad, los mercados financieros de la economía global, la de la evolución tecnológica y los sistemas de información. Uno de estos problemas es la contradicción existente entre flexibilidad constante y productividad. El trabajador del modelo tradicional tenía un capital incalculable de conocimiento de su empresa, la extinta experiencia.

Hay, pues, otra lección para enseñar: el conocimiento especializado y la experiencia pueden estar al servicio de la productividad de una empresa. Hay que potenciar la promoción y las carreras de formación internas.

En tercer y último lugar, debemos pensar en qué medida la individualización y la eliminación de las fuerzas sindicales afecta no sólo el funcionamiento de las empresas en red, sino al fundamento del sistema social y político que las respalda. Es evidente que una red de individuos es más manejable para pactar salarios, condiciones laborales, prejubilaciones y despidos, que una masa asociada moviéndose unánimemente.

Obtenemos otra posible lección para las nuevas generaciones de trabajadores: la asociación sindical y la elección democrática de representantes laborales son una pieza fundamental en la lucha para conseguir, no sólo mejoras laborales, sino también para conseguir una sociedad más justa y solidaria. El estado del bienestar y la democracia se basan en elementos tan simples como éste.

En este sistema, donde muy pronto, si nos descuidamos, careceremos de derechos laborales, y tal vez de derechos políticos, existen dos posibilidades para los jóvenes relacionadas con el trabajo: acceder a empleos en empresas cinéticas, pocas veces bien remunerados, o a ocupaciones temporales mal pagadas y de escasa proyección profesional. O eso o el paro.

El trabajador, al que dedicamos este apartado, se ha convertido en un fragmento casi domesticado del engranaje mercantil de la sociedad de consumo. No sé qué porcentaje de trabajadores jóvenes, especialmente, se plantean realizar otra actividad durante los siete días que dura su semana laboral, que no sea dedicarse a desarrollar labores para su empresa. Quizás muchas horas en sus domicilios, conectados en tele trabajo [1]. Sospecho que muy pocos. Y lo que es peor, pocos se preguntan cuál es el verdadero fin del trabajo. No sé, tampoco, si se cuestionan que todos los beneficios, que se supone proporcionan las actividades laborales, no pueden ir a parar en su totalidad al ámbito de las empresas privadas. Es fácil suponer qué puede suceder si todo queda en manos del patrono que alimenta. Como además nos han hecho creer que no existe otra posibilidad, le colocamos el látigo en bandeja de plata.

Tristemente hoy, en la mayoría de los casos, se debe elegir entre un contrato basura o el paro. Y lo peor es el empeño por convencernos de que todo es debido a la nueva economía, la globalización y la evolución tecnológica. Que la sociedad avanza por derroteros de mercados competitivos y no hay más remedio que trabajar de sol a sol, en penosas condiciones, sin ninguna seguridad y a bajo coste. El problema de fondo, además, es poder mantener el estado del bienestar, es decir, el pacto entre el Estado, para garantizar beneficios colectivos (seguros de pensiones) junto con derechos básicos (sanidad, educación, etc.), y los sindicatos, para lograr una estabilidad laboral basada en contratos de trabajo dignos y el reconocimiento de los derechos de los trabajadores.

El dibujo que hemos realizado del trabajo y el empleo no es muy optimista, mucho tienen que cambiar las cosas para que, en los próximos años, no vivamos en una sociedad en la que hayamos perdido parte de nuestras viejas aspiraciones en el orden laboral, e incluso político. Y ahí está la clave del problema y una posible fuente de enseñanza para las generaciones venideras.

Pero, ¿cómo es el esforzado trabajador que se mueve en este mundo solícito de la nueva economía y la globalización?.

Antes de revisar dos de las variedades de empleados de la era de la globalización, recordemos lo a menudo que las noticias reflejan hechos estremecedores relacionados con el tráfico de mujeres africanas o de países del este de Europa. A estas mujeres se las hace firmar, bajo coacción y muchas veces con ritos ancestrales, contratos inhumanos que incluyen la propia muerte en caso de incumplimiento. Pero esas personas no trabajan en una empresa cinética, ni siquiera manejan ordenadores.

El negocio de la prostitución es uno de los más rentables del globo. Y el tráfico de mujeres y niños mueve más dinero que el de armas y drogas. La pornografía, el mejor negocio de Internet, ronda cifras astronómicas. Pero no olvidemos que, en muchos países orientales, la prostitución es el único medio de sustento.

Hay muchos otros problemas como la explotación de niños, trabajando infinidad de horas al día por muy poco dinero, en condiciones atroces; la destrucción imparable del medio natural, etc.

Las condiciones del trabajo, en fin, son consecuencia en su totalidad de los planes de las empresas en feliz connivencia con los gubernamentales. En la actualidad, el problema es saber sobre qué se decantan los mandatarios, si a favor de los intereses de los trabajadores o, por el contrario, eligen los del capital. Desdichadamente, la mayoría de los gobiernos de los países abonados a la globalización ya se pueden imaginar qué es lo que prefieren. Beneficio empresarial, en un entorno capitalista, contra calidad del salario obrero, esa es la cuestión.

Esas son las características del trabajo hoy, pero, ¿cómo es el trabajador en la actualidad?. Por supuesto, las nuevas condiciones han dado lugar a nuevas actitudes y nuevos comportamientos. El modelo de trabajador, en las firmas cinéticas, no es el funcionario tradicional, evidentemente. Tomando como pretexto el ejemplo de la compañía cinética, y basándonos en que este tipo de trabajo, por su incidencia en la clase media y la juventud, que está accediendo al empleo de la nueva economía y la nueva tecnología, veremos enseguida, qué tipo de trabajadores, jefes y subordinados, tenemos en las empresas de la nueva economía. En el extremo opuesto, situamos a otro tipo de trabajador, que sufre penalidades para obtener un sueldo que le permita dar de comer a su familia hasta final de mes. Aquél se mueve en el entorno de las nuevas tecnologías, puede tener un buen sueldo y, aunque tenga contratos temporales, tiene posibilidades de cambiar de empresa. Muchos becarios y mano de obra joven, forman parte de las subcontratas que realizan las labores que antes realizaba personal propio. Entre ambos tipos de empleados, hay infinitas posibilidades, en condiciones mucho más favorables o más precarias, como las inmigrantes africanas que se prostituyen en la calle.

En primer lugar, veamos cómo trabaja la empleada A.

A es una trabajadora, en una fábrica de un país sudamericano, perteneciente a una multinacional. A es madre soltera con dos hijos y realiza, a menudo, dos turnos seguidos para poder sacar adelante a su familia. Los turnos son de ocho horas y el montaje del producto al que se dedica le obliga a mantenerse sin sentarse durante todo el tiempo.

La empresa tiene abierto un proceso de regularización y está despidiendo empleados. A sólo tiene un descanso de treinta minutos para comer e ir al baño. Los ejecutivos han aumentado el ritmo de producción y A termina todos los días con insoportables dolores en sus brazos. El estar de pié le provoca a ella y a la mayoría de sus compañeras varices en las piernas, calambres y otras patologías. Las trabajadoras que han denunciado las enfermedades causadas, han sufrido posteriormente despidos. El sindicato, cómplice de la empresa, ha terminado retirando el subsidio médico que cubría tales casos.

No hay asambleas ni forma de protestar, todos los trabajadores que lo hacen, sufren las consecuencias [3].

Por otra parte, veamos como es B, el trabajador cinético.

B es ingeniero de una empresa multinacional dedicada a las telecomunicaciones y pasa su jornada laboral aislado de sus compañeros, en un puesto de trabajo que se separa de los demás mediante unos paneles formando una especie de pequeño corral, un cubículo de dimensiones diminutas. Su sueldo es elevado, para las actividades que realiza. Generalmente pasa el día entero en la oficina, desde el amanecer hasta la puesta del sol. B ronda los cuarenta años, por lo que su experiencia y prestigio dentro de la empresa le proporciona el status necesario para asumir ciertas tareas de responsabilidad, a pesar de que su jefe se esfuerza en evitar, casi siempre, que logre sus objetivos.

Su jefe, C, cerca de la jubilación, llegó hace mucho tiempo a su nivel de incompetencia plena, por lo que se limita a encomendarle tareas absurdas. Los ejecutivos de la empresa, poco más que universitarios recién incorporados a la empresa, a menudo imponen actividades, la mayoría de las veces relacionadas con conceptos abstractos, difíciles de llevar a cabo. De acuerdo con el departamento de Recursos Humanos y otros de dudosa necesidad, componen estrategias imposibles, basadas en las estadísticas, la calidad total, la pro actividad, el liderazgo, el trabajo en grupo, el tele trabajo, etc.

Todos trabajan con ordenadores (o están delante de los ordenadores) y utilizan los teléfonos móviles a todas horas y en cualquier lugar. Por los pasillos, vemos a B, dirigirse a una de las innumerables e ineficaces reuniones, con sus papeles y el celular al oído. Pero si se dirige a la cafetería le veremos de la misma forma.

A menudo, muchos de los técnicos que trabajan con A, se llevan tarea a casa y casi siempre permanecen disponibles los fines de semana. Hace mucho tiempo que el grupo que lidera A, sólo descansa el mes de vacaciones.

A y B son tan reales como la vida misma.

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[1] A medida que el desarrollo de las nuevas tecnologías han permitido disponer de conexiones más rápidas y de más capacidad entre ordenadores, ha ido aumentando la capacidad para desvincular físicamente al empleado de los edificios propiedad de la empresa. El tele trabajo consiste en la posibilidad de realizar las tareas en el propio domicilio del trabajador, mediante el uso de todas las herramientas tecnológicas a su alcance: ordenador, Internet, videoconferencia, fax, teléfono móvil, etc.


[2] Historia basada en un hecho real, según un artículo de Andrea D’Atri de la Red Informativa de Mujeres de Argentina, acerca de la vida de las trabajadoras de Pepsico Argentina.


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Comentarios

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Comentado por picture-free el 29 de Julio de 2004 a las 01:11 PM