Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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La estrategia de la araña

Admiranda tibi levium spectacula rerum. Mi memoria es escasa y poco sólida. Ya no recuerdo si esa frase vino primero y germinó la idea de esta columna o si, por el contrario, con la idea ya formada la encontré. En las primeras ediciones de esta revista la frase en latín prologaba todos los artículos de este Entomólogo. Es frase con la que Virgilio, en sus Geórgicas, introduce la narración de maravillas sobre las abejas:

«Voy a referirme al espectáculo de pequeñas cosas que causarán tu admiración.»

Esa y no otra es la intención de esta columna: investigar la maravillas leves, procurar la perplejidad, pisotear los aledaños y arrabales del hombre y de las cosas, atrapar el poro antes que la mano. Esta cita quincenal quisiera ser un catálogo de asombros que mostrase mi fascinación por el micromundo, sea lo que esto fuere: estudiar la cadencia de los vientos en un zulo; analizar el abdomen de una hormiga para entender mi vientre; sintonizar la frecuencia del canto de las urracas para llorar con la belleza de Bethoven; tomar muestras exactas y pulcras de la sombra móvil de un cerezo para comprender el mecanismo de la luz.

Otro problema es la forma y el modo. Yo quisiera seguir la estrategia de la abeja, su método y exactitud: la localización del polen, el reparto del trabajo entre las distintas facciones, la perfecta y milimétrica elaboración de los paneles; la polinización: saltar de flor en flor y volver a casa con los arpejos invadidos de distintos jugos y construir con ellos uno nuevo y único, y protegerlo con una cera impermeable y térmica. Sin embargo, he de acogerme a la pereza de la araña: de pronto observa que aquellos ramajes soportarán su tela y sobre ellos la construye. Entonces espera. Cuando algún incauto se enreda entre los hilos, la araña se acerca con cautela y comienza el lento proceso de la disecación: envuelven con sus jugos el cuerpo vivo de la presa y espera que sus propiedades digestivas diluyan los tejidos corporales, y al cabo absorbe el líquido resultante. Demasiado azaroso, porque a veces ocurre que al libar el líquido mortuorio éste resulta ponzoñoso y ha de empezar el proceso de nuevo con alguna otra víctima, cuando las fuerzas y el tiempo apenas ya se lo permiten. Gastada la tela, rota, la abandona y se traslada a otros parajes donde armar el hilo que le crece en el vientre germinado por su anterior comida.

Con esta que leen he construido ya cincuenta telas, y sigo aspirando a tener, algún día, mi propia colmena.


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Comentarios

Enhorabuena!
Mientras se escriben y publican tantas vaciedades, pomposas, huecas y mediocres, es una suerte encontrar estas cincuenta miniaturas donde la sobriedad es la columna vertebral. Cincuentas razones para leer Almacen, cincuenta razones para esperar un libro, cincuenta razones para seguir asombrandonos de la pericia, astucia e inteligencia de este señor Entomologo a quien Dios, es un decir, guarde muchos años.
Esperamos ver la colmena.

Comentado por hb el 17 de Junio de 2003 a las 08:58 PM

Buena idea me traspasa con su decir....lo presiento...gracias por todo...o quiza por nada....quién sabe?

Comentado por Lector 10000 el 28 de Septiembre de 2003 a las 09:25 PM