Revista poética Almacén
Los Poetas

Santiago Montobbio
Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) es profesor de Teoría de la Literatura y Crítica literaria de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y este dato quizás explique algunas de sus recurrencias poéticas: los juegos de palabras, la metapoesía constantemente presente, la ironía, el ritmo estudiado y cadencial, la narratividad de muchos de sus poemas. Cercano en ocasiones al epigrama, su poesía refleja un estado de perplejidad ante el mundo que busca en el verso las respuestas. Ha publicado Hospital de inocentes, Ética confirmada (Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990) y Tierras. En Artes poéticas pueden leer algunas de sus reflexiones sobre el quehacer poético.

Poética Las cosas no sólo no son como son sino que ni siquiera son como parecen; las cosas, en general, son como duelen.

Cartas sin dirección, Suplemento "Artes y Letras", EL NORTE DE CASTILLA, Valladolid, 1993-1995




"Capítulo VII"


Nunca fui un neurótico y si al final lo fui
jamás tuve vocación de serlo. Así que si he hablado
de túneles, balcones y otras despedidas
que marcaban el suspenso de un corazón
a quien el recuerdo de ventanas carcomía
no ha sido por una especial propensión hacia estas cosas
sino porque se canta lo que se muerde y así
palabra es sólo lo que ama y lo que duele y lo que pasa
del mismo exacto modo que resulta
vivir injusto
o sufrir inútil.
                                        Mas aunque se canta
lo que se muerde
algunas veces pienso
que en vez de ir levantando acta
de lo que con el tiempo va muriendo
quizá debería haber intentado
con nostalgias y fulgores construir
unos tapices lo suficientemente amables
como para que pudiera por ellos pasearse
sin congojas la mirada.

¿Pero a quién pueden interesarle las mentiras?

Lejos de la grata compañía que dicen que dan las otras voces,
hecha con lo que tuve cerca o con lo que pude y nada más
que por no perder la dignidad del todo, mi poesía
sólo puede valer lo que mi vida.


De Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990


Perfil


De vuelta de todo pero sin necesidad
de haber ido a ningún sitio:
así carcomo la tarde,
así he afrontado la vida.

Hasta mi egoísmo —lo único que algunas noches
tan cierto parecía— resultó que era mentira.

De Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990


Capítulo I


Desde siempre nací contra el poder y más aún
contra el poder de mí mismo, y esto explicaba, según creía,
no sólo una pronta ignorancia de las normas y el especial empeño
que puse siempre en transgredirlas sino también
mi sostenida inseguridad y torpeza en tantas cosas
y hasta quizá incluso el triste modo
en que durante estos años he jugado
a quererte y a perderte.
                                        Y aunque no lo pensaba con orgullo
quizá sí que en el fondo me consolaba
el creer que además de un doloroso tormento
la inseguridad y la torpeza podían ser
una extraña forma de decencia.
                                        Pero ahora
que reconsidero estas cosas siento
que mi incapacidad acaso no era más que un no atreverse
a encajar lo que la vida va trayendo
y que detrás de todo no dormían sino disfraces
y burdos modos de esconderse.
                                        Que, bien mirado,
quizá sí que ha podido ser
el vivir mi cobardía.
                                        Pero mis poemas
jamás. Ni su soledad
herida.

De Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990


La principal tarea

A hacer del olvido olivo
no me ayuda la corneja.


De Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990


Parábola del distraído de todo menos de los más hondo de sí mismo

Tengo mucha imaginación, pero en general no la uso.
De mi propio infierno no huyo.

Para qué va a contar uno historias
que no tengan que ver con uno:

en todo dolor hay algo mío.

Bucólica

Ahora va y resulta que no eran mentira
los cuadros de los pintores románticos:
este minucioso e irreal paisaje que forman
esas ovejas y esos árboles yo lo he visto
del mismo modo antes
es lo que estoy pensando.
                                        Pasada
la asimilación del alcohol he dormido
poco o nada. Trazaba en la cama líneas
que eran para el corazón hectáreas, historias
de mí en poco tiempo contadas, tan completas
y con tantas llaves
que al levantarme me daba
pereza recordarlas:
                                     es
lo que siempre me pasa. Pero esta vez
debería haber hecho el esfuerzo
de redactarlas, pues como nunca
estoy despierto a estas horas
quizá hubiera sido la única
bucólica que escriba.

Cansado y como con media luna
ahogada dentro de la frente
subo al altillo, a nuestro
mirador extraño: siento la compañía
de las cosas antiguas y contiguas, a un primerizo
sol las nieblas ciegan y fuera de las palomas
desconozco los nombres de los pájaros que asusto.
Aunque vergonzosamente yo lo desconozca
cada día debe despertar el campo
con el aire confuso y mágico
de lo que se está fundando: ni el destino
ni el día tienen prisa (para mí el día
siempre es lo que está llegando), y hasta dan ganas
de decir aquella tontería de que el mundo
está bien hecho. Menudean las ovejas
tras los difusos árboles, lejanas se intuyen las colinas
que se acicalan con la brisa y la neblina es el sueño
en que en este momento algún dios
nos está soñando. Mi corazón y yo
hemos de tener la extraordinaria fe
de creer que es cierto lo que vemos.

Porque vivir y el arte es ese pacto:
sólo creyendo es como creamos.

Voyage (catálogo de antigüedades II)

Porque el viaje era barato decidimos embarcarnos
en ir a París con una organización religiosa.
El año anterior ya habíamos ido a Roma,
y sólo subir hicimos una votación
para que dejaran los cantos
y encendieran la radio.
                                     En las ciudades
extranjeras no se recuerda el miedo, y así nos parecía
que podíamos andar por donde quisiéramos. Por eso
y aunque eran Navidades, que es un tiempo ideal
para estar triste y sentirse imbécil, no faltaron
motivos de entrenimiento: es verdad
que nos sentó fatal el moscatel
que habíamos pasado de contrabando
y tomamos a las tantas
al lado del Sena pero también
que unas sicilianas nos dieron
semillas de yerba. Sólo llegar
uno de nosotros las plantó en la bañera. Antes
tuvimos que hacer ver que no habíamos visto
lo que de sus entrañas había dejado otro en el metro:
con mal francés distraje al dueño para que los demás
lo subieran a peso. En la mesa
de ping-pong de ese altillo
dormían los vasos
que pedí para agua
y no se llenaron de ella: la marca
que uno me dejó en la manta
hasta tal punto era química
que mi madre aún
no ha conseguido arrancarla. Éste
estaba tan mal que me recordó a aquel gordo
que no había bebido nunca una copa, le dio
por primera vez a la sangría y se puso de tal modo
que rodaba como una bala por la playa
chillando que era un perro croqueta. Los demás
fumábamos alucinados. Pero esto
sucedió hace más tiempo. Ahora hablaba
de los viajes religiosos y donde ni un día
nos vieron en la iglesia. La adolescencia es triste
porque apuesta con limpieza: sus verdades
la vida las empeña, aunque hay algunos
que nos quedamos con ellas.
                                        Alcohólicos y dulces
viajes de muchachos:
                                     qué cosas
con vosotros no se hundieron, qué es
lo que con ellas el tiempo no ha borrado.

Pese a todo aún recuerdo el modo
en que a la vuelta y por si hacía
de almohada a mi insomnio
apretaba tu rostro.
                                     Y aunque
esto es ya lo inconcebible
a veces me da la sensación
de que entonces tú y yo
nos queríamos muchísimo.


Inédito


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Comentarios

A Montobbio lo había leído en una revista poética de reciente aparición Estado de Sublime Efervescencia, dos son los poemas que allí se dibujan, LUNE y ARPÍA. Me alegro de haberte atrapado por estos lares Santiago. Disfruto con mi descubrimiento.

Comentado por Ana el 20 de Marzo de 2004 a las 05:10 PM