Revista poética Almacén
Los Poetas

José Teruel
José Teruel (1959) ha publicado los libros de poemas: Como jamás cuerpo de amado (Madrid, Orígenes, 1992) y La soledad de los nombres (Comunidad de Madrid y Fundación Gerardo Diego, 2000); y los ensayos: La joven poesía española del medio siglo (Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 1992) y Otro marco teórico para el medio siglo: la poesía de Miguel Fernández (Madrid, Servicios de Publicaciones de la U.N.E.D., 2000). Profesor de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid, escribe una poesía elegante y serena, con abundantes ecos de los clásicos, y donde Cernuda o Cavafis parecen surgir entre sus versos a menudo.

NOCTURNO CON CONCIENCIA DE VUELTA

Sucede sin previo aviso
encontrar a alguien con quien dormir una noche,
para despertar después de amor incumplido
frente a un rostro
al que no terminamos por acostumbrarnos.

De vuelta a casa nos acogen presagios de mucha realidad
o de muerte amenazada con fatiga de seguir expresándola
poco a poco.
Me irrita saber si fue todo inútil o necesario,
si tuvo que pasar porque quise que pasara,
me irritan los lazos que revisan la trama, la manera, la culpa,
la pura vergüenza.

Y afirmo y borro que en esas redes,
en estas redes, he contado lo inexorable del fruto
y del mar que es mucho más amplio.
Afirmo y borro que en ellas caeré, quizá ilusión o nuevo lecho,
o simple error en la misma historia pareciéndonos nueva.
He aquí la voluntad del hijo: equivocarse, quererse sobremanera
y darse cuenta de que no todo tiene un modo de sentido.

En la leve inclinación del cuerpo,
con la suave laxitud del reposo,
hoy me inclino al lado del comienzo,
cuando de amor se tuvo un rostro,
cuando se sabe lo poco que sirve en estos casos.

Como jamás cuerpo de amado (1992)




Es Amor sentimiento de ausencia,
es también derrumbe,
morosa traducción de los sentidos.
Mas con asombro de mis ojos,
vuelvo a él en trucado esfuerzo,
suavemente la mano,
e impregna de luz lo que son centímetros,
segundos, época…
Y tras tonos cómplices
e irrealidad materna,
es Amor dudoso sueño de hacerse ser,
es Amor copiosa lluvia.

Como jamás cuerpo de amado (1992)




Mientras masticaba la hoja de laurel
fue visitada por palabras
que ella no decía,
pues nadie pudo oírla,
palabras por delante de sí misma.
El destino está en su voz,
en el reencuentro insomne
que luego olvidamos,
mientras melancólicas marinas
con olas que no terminan de estrellarse nunca,
recuerdan el silencio de Casandra
donde la memoria no encuentra su principio.

Como jamás cuerpo de amado (1992)




NAUTA MUNDO NÁUFRAGO

I

Atardece en Samos.
Inútil escudo
será la noche,
coged el laurel
y hablarán las piedras.

Atardece en la lápida,
escucha su silencio:
¡cómo gesta el muro
su alcance de luz,
cómo agota la luz
su miedo a la sombra!
¿Qué perfil oscuro,
qué gesto de piedra
conducen al ápice,
al orden del bautista?

Dispuesto al sacrificio
me dejo tras la estrella.
Viento sur remotísimo,
que no impone límites,
me baña en su deseo,
y allegado me inventa,
me hunde, me agota y huyo:
Nauta Mundo Náufrago.

Sólo quiero verlo.
El agua está fría:
corre, suspira, teme,
y sólo quiero verlo.
Me está amando
y no resucita.
No es resurrección
el balbuceo, en sombra,
voluptuoso ahogándose,
como todo lo divino.

Navega, asesina,
navega y deposita
siquiera el favor mínimo,
la cumbre que toque la moneda;
tan sólo la mejilla,
la palabra promiscua
de olvido y de amante;
tan sólo la seña,
la impávida seña,
tu exceso de apariencia,
y no resucitas.

¿Por qué hemos salido todos,
contra qué cruz,
contra qué limpia acometida,
contra qué dulces clavos?

Amanece en Samos
y no resucita.
Han cerrado las puertas,
repartirán el pan,
derramarán tu vino,
y huiré como huyen las fechas
tras la misma pasión
que roza lo soñado.

II

Que te apetezca a ti, mi dios,
que no haya sino una lámpara,
ardiendo en el altar de mis sentidos,
encendida con fuego de verdadero amor
que alimenta a cuanto siento y oigo
de la admirable perfección
de este cuerpo, aceite purísimo,
que hoy recobro y siempre mandas quemar
en mi santuario más íntimo.

La soledad de los nombres (2000)


En esta mañana con sol de primeros de marzo
salí a la calle esperando encontrar algo, mirar afuera.
La luz de los árboles y algún viandante
hicieron que durante unos minutos me olvidara de mí mismo.

Esta mañana con sol de primeros de marzo
me obligó a levantar la vista
y ver sólo lo que estaba ocurriendo,
diciéndome esto es lo que importa y nada más.

Pero, como siempre, mis pensamientos se fueron dispersando
y volví al curso de mis meditaciones habituales:
si sería mejor o necesario, si posible o conveniente...
Volví al viejo curso de todo lo que creí olvidar esta mañana misma.

Aunque por unos minutos se impuso la luz de la mañana,
ese olvidado sabor a hoy mismo,
y conseguí devolver el rostro a todo lo que me ofrecía,
todo lo que he pisoteado en todas las mañanas de este mundo,
ocupadas en pensar en mañana.

La soledad de los nombres (2000)


¿Para qué los poetas en tiempos de indigencia? HÖLDERLIN

Antiguo argonauta,
¿qué buscas perdido
con tu cítara a cuestas,
sin que nadie te espere
ni Eurídice ni Ítaca?

Retírate,
escóndete en tu cuarto,
vacía tu mesa.
En esa oscuridad,
antes o después,
el mundo volverá a ti
y recordarás, con más exactitud,
el camino que conduce
a la misma pregunta.

De un libro inédito



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Comentarios

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Comentado por Felipe el 5 de Septiembre de 2003 a las 12:57 PM