Revista poética Almacén
Estilo familiar

[Arístides Segarra]

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Teatro

Irene desconoce cualquier límite para la mimesis, pero empieza a encontrar cauces para ella. Hasta ahora, la aplicación indiscriminada de la imitatio me desconcertaba y exasperaba a mi querida: distinguir un “no me da la gana” de otro te sitúa siempre en el filo de la gilette cerocentista: triple. Con lo cual la cosa puede acabar en llanto tres veces.

La libertad del juego imitativo / especular infantil, sin límites, sin más reglas que las que el niño impone y que no pueden ser infringidas, ésa la suelo sufrir yo en solitario, pues mi mujer supo cortar de raíz cualquier posibilidad de ser inmiscuida en tal círculo vicioso. Sólo el comienzo del juego es explícito, y paradójica pero significativamente, lo hace con las palabras “verdad que yo era... y tu eras mi...?” Mi niña, absorbida por el desarrollo de su yo, está muy lejos de conocer la labilidad del concepto, pero intuye que la veritas y la imaginación frecuentan el mismo territorio.

Por cierto, Irene hubiera dicho “ignificativamente”. Pronuncia “esta palabra ignifica estrella”: hermosa metáfora, y más hermosa si realmente supiera que enuncia la capacidad incendiaria del verbo. Pero de esto hablaré otro día.

Hoy ha dado un paso en el camino de la autoinhibición, pero intentando mantener su espíritu libertario. Ha decidido hacer Teatro. Ha decidido, pues, poner un final al juego que hasta ahora sólo tenia principio, que sólo la imposición adulta lograba aletargar, que no terminar, hasta que encontraba el momento adecuado para revivirlo. Aunque puede que la novedad más interesante, la más innovadora, haya sido la voluntad de incorporar público. Tal privilegio ha correspondido a mi mujercita, que ha accedido con actitud ovina ante la matanza escénica que se temía.

Mi perversa, pues, en su inocencia, ha encontrado la piedra filosofal para conseguir que su putativa participe del juego, a lo cual se había resistido valerosamente hasta ahora.

¿El argumento? Inexistente a nuestros ojos, henchido de emoción y vivencia para mi niña: Ana (Irene) y Sergio (yo), hermanos, en un día cualquiera, desde que se levantan hasta que se acuestan. ¿Texto? “Papá, tu sal y habla”. ¿Cuarta pared? La espectadora única es invitada a participar en el papel de maestra del colegio: mi amada, excelente actriz, ha sabido representar a la perfección el papel de tímida. ¿Reseña crítica? Mi carnal es, desde su amateurismo, gran seguidora de Stanislavsky, según mi mujer.

Puede que no me crean, pero no ha sido mal teatro. Cuanto menos ha sido teatro libre y lleno de verdad. La suya.


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Comentarios

me conmueve la enamorada sutileza del autor para con sus dos amores. En mi carácter de ´espectadora´, también he visto acontecer el teatro: versiones, seducción, cortejos,besos castos,no por eso menos posesivos. El padre va armando para la niña el teatro donde ella ensaya los ademanes que habilmente usará mañana o pasado. Protegida por el archifamoso tabú del incesto, no escatima los ademanes extremos (en mi caso) las sobreactuaciones electrizantes de pequeña histérica. El padre , que veve hoy más cerca de la hija, sin el cinturón de seguridad de la nodriza, la regente, la madre, tiene su premio. a través de su hijita aprende una femeneidad menos angustiante que la de La Madre puesto que no lo pone en juego y vivirá en su nenita la mujer que él no fue.
Me deleita la columna como lectora, me divierte y me siento tan identificada en ese lugar de ´la otra´, que definitivamente quisiera que saliera todos los días!!

Comentado por daniela molina y vedia el 16 de Septiembre de 2003 a las 03:22 AM

me conmueve la enamorada sutileza del autor para con sus dos amores. En mi carácter de ´espectadora´, también he visto acontecer el teatro: versiones, seducción, cortejos,besos castos,no por eso menos posesivos. El padre va armando para la niña el teatro donde ella ensaya los ademanes que habilmente usará mañana o pasado. Protegida por el archifamoso tabú del incesto, no escatima los ademanes extremos (en mi caso) las sobreactuaciones electrizantes de pequeña histérica. El padre , que veve hoy más cerca de la hija, sin el cinturón de seguridad de la nodriza, la regente, la madre, tiene su premio. a través de su hijita aprende una femeneidad menos angustiante que la de La Madre puesto que no lo pone en juego y vivirá en su nenita la mujer que él no fue.
Me deleita la columna como lectora, me divierte y me siento tan identificada en ese lugar de ´la otra´, que definitivamente quisiera que saliera todos los días!!

Comentado por daniela molina y vedia el 16 de Septiembre de 2003 a las 03:22 AM