Revista poética Almacén
Quinta Columna en Nueva York

[Hilario Barrero]

Entradas de los diarios del 2003 y del 2004 de Hilario Barrero. El diario del 2001 se ha editado con el título de "Las estaciones del día" (Llibros del pexe, Gijón, 2003)
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11 de octubre

Octubre, sábado 11.- Esta mañana fui, con mis amigos catalanes Asunción y Miquel, a ver las ballenas a la desembocadura del río san Lorenzo en Canadá. Un tiempo perfecto e inolvidable. ¡Qué inteligentes, brillantes y ágiles que son! Ballena¡Cómo jugaban con nosotros, cómo nos engañaban! Aparecían por el lado derecho y todos apuntábamos nuestras cámaras hacia allí y esperábamos atentos para sacar la foto de nuestra vida, pero ellas, después de un rato, aparecían en el lado izquierdo como sonriendo, escribiendo una ce gris, blanca o negra en el agua (ce de cetáceo y de grácil) como un alfanje que afilara su curva en el agua. Otras saltaban enhebrando la aguja de la luz para luego bordar en el lienzo del mar unos finísimos encajes de espuma y plata. Algunas asomaban la cabeza, traviesas y coquetas, otras sacaban la cola y borraban la niebla del encerado de la mañana, otras se revolcaban, enseñando sus enormes barrigas y dejándose caer luego levantando un oleaje de fuegos artificiales. Una madre con dos hijos apareció por un momento, miraron el paisaje, dieron tres saltos precisos y certeros y se fueron enseguida. BallenaLa más próxima al barco fue una ballena blanca enorme, una diosa vestida de seda y cristal, que nos miró desafiante y sacudiendo con su cola en el agua nos bautizó en el nombre de la espuma, del misterio y de la vida. Hubo dos que escribieron una ese nerviosa y rápida con interjección final, otras que bordaban en el agua iniciales en clave, otras que jugaban y sonreían. Una, de las últimas, negra, poderosa, como un avión de oscuro fuselaje, sus aletas dos enormes flechas que asaetaban el pecho del mar vistiéndole con una camisa blanca de fiesta. Todas inteligentes y bellísimas. ¿Qué pensarían de nosotros, puntos negros, lejanos, con los ojos abiertos, el corazón latiendo y la esperanza de ver la mejor ballena? ¿Qué le diría la madre a sus dos hijos de mí, que apenas si tenía fuerza para mantener la cámara y mirarla con ansiedad? ¿Qué mensaje me mandó la ballena diosa cuando cerca del barco puso punto final a su escrito? ¿Vería el dolor de mi mirada de tan fuerte como miraba? ¿Sabría de mi felicidad? ¿De mi amor?
Ballena
El sol que salió brillante y como nuevo en una mañana fulgurante de otoño se sentaba sobre el lomo de las ballenas, las iluminaba, las arropaba de plata, les acariciaba la cabeza y se colaba filtrado por las ventanas de la dentadura, como si fueran miles de pececitos de luz en la oscuridad total de sus gargantas.
Las ballenas me trajeron un trozo de mi infancia. Y me dolió el frío del tiempo que como un cuchillo se me metía entre las manos. Me acordé de cuando niño nos contaban la historia de Jonás, entonces tan bella y tan fantástica, hoy, que ya no lo somos, nos parece tan inverosímil y tan literaria. Me acordé de Moby Dick y de Herman Melville, la ballena imposible, la madre de las ballenas. Me acordé de mis clases de ciencias en el Instituto cuando Don Emiliano nos explicaba que las ballenas eran mamíferos y yo no entendía muy bien lo que eso significaba y yo no sabía si ser mamífero era bueno o malo y empezaba a entender lo que yo era y me daba cuenta de que no era como los demás y de pronto tuve miedo de ser mamífero o de no serlo.Ballena
Después de cuatro horas en el barco y de pasar unos brumosos y enigmáticos fiordos el sol se fue alejando y comenzó a atardecer. De pronto hizo un frío hondo que me dejó helada la mirada. Miré por última vez el mar y ya no había ballenas. La cosecha de flores llenas de vida, movimiento, olor y color surgida en el mar, había desaparecido.
Comenzaba la noche a desnudar al mar y le preparaba para dormirle.
Cuando íbamos camino de las ballenas paramos cerca de un lago rodeado de árboles con hojas de diversos colores. Los árboles se reflejaban en el agua quieta. Hay una casita roja y blanca que también se mira en el espejo del agua. En su calma, en su reflejo limpio, en la solemnidad de los colores, en el equilibrio de la luz, lo que uno ve es una perfecta lámina de calendario, una incompleta fotografía y un paisaje sin acabar de algún impresionista francés. Lo que no se ve es que en el trasiego interior, en el movimiento oculto, entre raíces y troncos, el enemigo está cavando trincheras de defensa y ataque. Se oye el ruido lejano del invierno que amenaza que amenaza con poner blanco y negro en esta fotografía de ruidoso color.
Ballena

Fotos de Miquel Rodero.

Se publica un texto del mes de octubre —y no de noviembre como correspondería— del diario de Hilario Barrero porque no se dispuso de las fotografías hasta ahora.


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