Revista poética Almacén
Colaboraciones

Un discurso más allá del Cono Sur

Rolando Gabrielli

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La historia sigue siendo una sucursal del infierno para los poderes fácticos del mundo. Los grandes intereses continúan acicalando los escenarios, empujando el horror por un balcón hacia el vacío y detrás la carcajada. El mundo, a pesar de sus vaivenes (va y viene), caracterizado por el terror en todas sus manifestaciones, busca sus propias válvulas de escape y la gente se manifiesta con la agonía y afonía de los tiempos.

Vivimos tiempos ya montados en su propia locura, las dos grandes guerras, y esta tercera no declarada, que pisa todos los abismos humanos y es su propio Talón de Aquiles. Es la sombra de la sombra la que recorre el mundo y es un poco más oscura en cada esquina.

Y digo, no seamos pesimistas. Más negra debió ser la noche con que se iniciaron estos tiempos. Y aún así, siempre hubo esperanza de algo mejor que un pozo negro en el vacío de algún agujero infinito.

La tierra supera aún las heridas humanas, aunque el hombre elabora y pone en marcha la fórmula del Big Bang, cuyos estallidos sentimos como un eco de una gran explosión en tantas ciudades y lugares del mundo que viene de tan lejos pero es muy próxima.

Las normas y buenas costumbres, las tradiciones en Occidente reclaman paz para estas fechas de la natividad, nacimiento de un Mesías, días de fin de calendario, balance, reflexión, reconciliaciones, deseos, esperanza, un peldaño hacia el futuro. Ese es el menú ya escrito y divulgado, pero el mundo gira en su loco molino de vientos cruzados. Y es Sancho quien arremete ahora contra los molinos, mientras el Quijote clama en el desierto por un poco de agua para Rocinante.

Cada noche un disparo en la nuca de la humanidad.

Bueno, mi tema es el Cono Sur, un sitio de esperanza, una geografía que nos deja sin habla a los que somos del Sur. Un espacio para soñar y realizar, vivir en una palabra. En algún momento en los setenta, no supimos donde quedaba nuestro Sur, y no porque careciéramos de brújula o de algún sentido de la ubicación de las cosas, sino porque el Estado y sus mentores transitorios cavaron una fosa común a los sueños, montaron la realidad en una espiral de muerte y de días desolados.

Desapreció el cuerpo y el alma del Sur, la geografía se desgarró, fantasmas de un mismo lugar, más de dos millones emigraron en medio de cadáveres, desaparecidos, torturados, de ángeles que perdieron sus alas.

El Sur es un estado de ánimo perfecto, una mirada que cruza sin detenerse, un sueño armado de nostalgias, tango, vals, tonadas, la poesía, la gente que aún espera en un pueblito, la huella anónima del arriero que cruza la cordillera, todo el viento Sur para la memoria.

Todas las expresiones intentan definir, registrar, grafica, escriben la palabra Sur, y yo me quedo son sus tres letras que evocan el nombre de una mujer y el mío, abierto el camino por una U, que es el eslabón perfecto que nace de un mismo sitio y a él llega. Yo digo Sur y siento que cae una estrella junto al mar y que es ella la que ilumina mis días. El Sur es la infancia lanzada en un barquito de papel, el volantín que se eleva sin tiempo, la calle estacionada en nosotros, las grandes alamedas, un puente ignorado que comunica a otro puente en una tierra desolada pero llena de espíritu solidario,.

Perdonen estas nostalgias, que son más que un preámbulo y mucho más que un paréntesis. Las divagaciones son tan necesarias, huelen a metafísica Sur, a madera, a podrido desencanto, a lo poco y nada que deja entrever un tragaluz. El Sur se cuela por las rendijas de todo lo que tú ya sabes. Yo me honro en decirlo con estas palabras, que son insuficientes, evocando algunas cosas que la memoria niega a olvidar como a los propios muertos. Que otros sean los fantasmas, los verdugos para ser más exactos, almas en pena.

Es el ejercicio de la nostalgia el que ejercen estas palabra. Mi escritura Sur, un vicio mayor, y lo peor, dirán algunos, es que lo practico sin pudicia alguna, porque es un acto de legítima pertenencia. Que otros toquen la partitura del olvido, que los sepultureros escriban sus propios epitafios sobre la ruina del verbo olvidar.

En medio de este paisaje memorioso, que le compete al hombre del Sur en cualquiera de sus direcciones, sin apropiarse de una acera, ni del más pequeño de los milímetros de la geografía y de sus circunstancias, es preciso hacer historia, recordar los hechos, impartir justicia, no olvidar más de lo que la prudencia le dice al olvido, que siempre es un recordar.

El tiempo recorre las huellas de un queltehue en una playa, hace señas sin proponérselo, uno más uno dos, amor no juegues con mi corazón, digo, el Sur existe, un sueño que alguien quiso borrar con el codo la palabra que escribo sobre el mar.

Tan angosto como ancho, pero no ajeno es nuestro Sur.

Por eso, las palabras del presidente de Argentina Nestor Kirchner, rematan estas aproximaciones al Sur de nuestra propia identidad, sometida al olvido, a la despertenencia, al pasillo gris de la sangrante memoria. Cobra vigencia K cuando retoma estos temas en medio de la nada, y habla de restaurar, refundar la identidad perdida o jamás encontrada. Pero es un hecho, que un pasado sin justicia es un presente enfermo y un futuro incierto.

Es cierto señor Presidente K, en Argentina, en Uruguay y Chile, en Paraguay, en muchos lugares de Nuestra América, fueron valientes, nuestros héroes, esos hombres que enfrentaron la tiranía. No se hable más, que se actúe en justicia.


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