Revista poética Almacén
Colaboraciones

Poetas para el cuerpo

Raúl Pérez Cobo

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Desde que los griegos inventaron el cuerpo, el castellano pasa por Garcilaso de la Vega, Cernuda, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Ana Roseti…el número de falos o vaginas se acentúa desde Antón de Montoro, el Arcipreste de Hita, Diego de San Pedro…la celebración de la carne se pone de moda en nuestras letras, acude al cuerpo por el desasosiego, las rivalidades, las pugnas internas y las externas, y la palabra se hace cargo, se impone como sanitaria y enfermera, cuidadora de todo mal bajo…La nostálgica y hermosa enfermedad de Garcilaso de la Vega, ese amor de césped artificial, falso, encuentra que los rústicos poemas medievales, como burdeles o fondas, dan con Villasandino —“Señora, pues que no puedo / abrevar el mi carajo / en ese vuestro lavajo…”-, a siglo quince, retratos de misogina que el de la Vega trata de pintar con afeite bucólico y maquillaje de ciudadano moderno y civilizado, lejano a las pasiones de nalgas y demás placeres reales, cárnicos…porque las señoras de Garcilaso parecen estúpidas, sin voz, meras apariciones o transpiraciones de las fantasía sexy de lo que quiere por cuerpo el escritor (ajeno a publicaciones como Penthouse o Playboy. “O tempora o mores”, que suspiraba el clásico).
Cernuda manifiesta un exilio corporal, mental…los etéreos muchachos del amor cernudiano están en el Cántico de San Juan de la Cruz o en lo ambiguo de Santa Teresa…Villena salta esos muros funda-mentalistas y recorre carnívoro geografías físicas…Cuenca desata relaciones que imponen el sexo de los clásicos: “…aprende a cocinar como mi madre. / Cuando tú aprendas a comerme el coño”.
Y es que hay poetas para el cuerpo y poetas para dar de cuerpo.
La gaditana Roseti implora y eleva una plegaria hacia los calzoncillos Calvin Klein de un paquete deseado…Un libro inédito de un poeta toledano-neoyorkino, Mortal Manhattan, título impresionante, metáfora del amor corpóreo, conduce desde lo sacro a lo carnal, sin tintes pornográficos —una biografía del placer y su memoria- un erotismo del intelecto, el órgano más sexual es el cerebro, asomándose a estampas sado igual que esa Vanitas vanitatis de tales cuadros barrocos donde la muerte dicta la defunción del cuerpo, como el pesimismo luctuoso de Manrique, sabedor del tránsito de la sangre: Pero eras muy joven y luchabas / con furia por ser como los otros, tendente a la invocación cernudiana, alejado de la imponente órgano de palabra del hispano Marcial, físico inequívoco, aunque un libro consolador. Quisiera concluir con una pequeña aportación personal, al género de la erótica, en su vertiente minúscula y epigramática, un poema que es como debiera ser la definición por excelencia de un buen orgasmo: veloz y placentero.

E-pig-rama Un dedo es un orgasmo, dos la dicha, mas nunca un dedo puede hacer de picha.

Que disfruten de su lectura…


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