Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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Desmembración y hormigas

De niño amaba la destrucción de las hormigas. Compraba petardos gruesos y envueltos en papel de estraza, con una apariencia muy cercana a los cilindros de dinamita. Localizaba en la finca alguna hilera de hormigas y seguía el reguero negro hasta el orificio por el que desaparecían con sus alimentos. Ponía allí la carga y encendía la mecha y me separaba un poco, porque siempre odié los ruidos de las deflagraciones. La pasión llegaba por la belleza del campo de batalla: la milimétrica entrada a la morada se había convertido ahora en un volcán cuya arena vomitada cubría los yerbajos de los alrededores. Decenas de hormigas yacían desmembradas, lejos, muy lejos de la entrada. La hilera de perfecto orden se había roto por completo y andaba ahora desperdigada y sin rumbo, con sus miembros aturdidos y sin saber cómo volver a organizar la columna. Lo más hermoso estaba en los ejemplares que habían quedado tullidos, el abdomen sin vida y la cabeza avanzando absurdamente, y en aquellos cuyas patas se consumían por el calor soportado o perdían las antenas o el rostro en una quemazón que parecía eterna. A veces utilizaba un palo o una piedra para apagar la agonía, o inundaba la zona con una jarra de agua para ver cómo brotaban del nido los cuerpos inertes de las hormigas.

Nunca fui capaz de dar el salto hasta los vertebrados. Pepe, el hombre que atendía la finca, volvía siempre de las cuadras con los conejos ya desnucados y sin piel ni entrañas o las gallinas desplumadas y desnudas hasta la obscenidad. Pero un día presencié cómo mataba a un gallo: lo agarró por el cuello y posó su cuerpo contra un tronco, pisándolo para mantenerlo inmóvil, y con un hacha decapitó, de un golpe seco, al bicho. Al retirar el pie, el cuerpo del gallo sin cabeza comenzó a correr hacia donde yo estaba, escupiendo sangre por el cuello y aleteando hasta levantarse levemente del suelo y, finalmente, caer a mi lado y convulsionarse durante unos segundos. En el horror me pareció oír los graznidos de la cabeza seccionada.

Desde entonces crecí fascinado por las desmembraciones. De la adolescencia guardo una foto recortada de un periódico. En ella se ve a un judío ortodoxo recoger del suelo un pedazo de carne humana después de un atentado. El pie de foto explica la necesidad, para su religión, de recoger todos los pedazos para el descanso. El cuerpo como un número primo: si se desgaja ya no es el mismo. Perder un miembro es una separación irreparable. Con el ojo, el dedo, la oreja, la pierna... se pierde algo más que la carne: ya nunca más se mirará igual, ni se tocará igual, ni se oirá igual, ni se caminará del mismo modo. Ni mejor ni peor, sino distinto: somos otros. Dicen que un miembro amputado sigue doliendo siempre, que el cerebro a duras penas asume la desaparición y actúa con la pérdida igual que actúa con la muerte de los que queremos: manteniéndolos dolorosamente presentes: la desmembración es una pequeña muerte. Por eso nuestros cuerpo rechazan los injertos de miembros que fueron de otros cuerpos, porque es para el cerebro como tener otro hijo para sustituir al que se ha muerto. Hay gente, sin embargo, que quiere deshacerse de parte de su cuerpo como quien decide acabar con su vida; se trata de una eutanasia parcial: perciben alguno de sus miembros como deformes, aunque su apariencia sea absolutamente normal y piden su amputación porque no soportan cargar con algo que, creen, no forma parte de ellos sino como un extraño.

Hace poco cortando el césped demedié a un saltamontes; el mesotórax quedó destrozado, pero el protórax junto con la cabeza y las patas delanteras se habían aferrado a una hierba y trataban de seguir su camino; recordé agolpadamente las hormigas de antaño y el gallo, e imágenes de guerra y horror de gente desmembrada, y pensé en la angustia del hombre que recolectaba los pedazos desperdigados de un cuerpo que sólo volvería a serlo si completaba el puzzle. Estúpidamente recogí las dos partes del saltamontes y las guardé juntas, bajo un poco de humus.


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Comentarios

ES LO MAS ASQUEROSO Y ABERRANTE QUE HE LEIDO EN TODA MI VIDA..¿QUE ES LO QUE PRETENDEN? ¿NO TENEMOS BASTANTE HORROR EN LA TV. COMO PARA TODAVIA PUBLICAR ESTO?

Comentado por Flor de Marìa el 4 de Mayo de 2004 a las 06:17 PM

Marcos tiene la habilidad de hablar de lo aparentemente más mundano y lo aparentemente más espiritual al mismo nivel y en un mismo contexto, lo que demuestra una exquisita sensibilidad. Pero la sensibilidad (no la sensiblería) debe tenerla tanto el que lo escribe como el que lo lee.

Por cierto, Marcos, si te fascina este tema deberías leer “Fantasmas en el cerebro” de Ramachandran. No sólo da una visión sorprendente sobre esto, sino que atisba aspectos interesantísimos sobre el funcionamiento del cerebro humano.

Comentado por María José el 5 de Mayo de 2004 a las 01:55 PM

Qué decirte, María José... trataré de hacerme con ese libro.

En cuanto a Flor de Marìa, creo que se merece una respuesta.

Antes de nada, permíteme plantear una duda que, lo juro, nada tiene de malsana: ¿es tu nombre una metáfora? Aventuro que sí: deshaciéndola se leería que tus comentarios son posteriores (la flor, el capullo que se abre, el pensamiento, las palabras) a haber fumado maría. En fin, no tiene mayor importancia que el mero gusto literario y retórico.

Por lo demás, Flor de Marìa, si de verdad te parece mi texto lo más asqueroso y aberrante que has leído en toda tu vida, es que realmente has leído muy poco. No dudes en contactar conmigo si deseas que te asesore; puedo recomendarte varias lecturas que superan en mucho lo asqueroso de este texto.

Y, ¿que qué pretendo? No lo sé, la verdad, me has pillado in albis. De hecho, me estás haciendo reflexionar sobre la intención y finalidad de mis escritos y voy a tener que ir a un sicólogo. Prometo que si llego a una conclusión, te lo contaré.

Por último, preguntas si no tenemos bastante horror en la tv como para publicar esto. Intuyo (ya habras percibido por mi interpretación de tu nombre que soy perspicaz y gusto de las inferencias e implicaturas) que es una pregunta retórica, así que no voy a cometer la torpeza de contestarla y estropear así su idiosincrasia.

Un atento saludo.

Comentado por Marcos Taracido el 5 de Mayo de 2004 a las 05:01 PM

HOla: este artículo me llamó mucho la atención debido a que cuando yo era niña me encantaba asesinar a las hormigas y bueno me acuerdo que yo era motivo de burla por eso, pero ahora me doy cuenta que no era la única que tenía esa pasión. Ahora estoy en la Universidad y estoy estudiando Química, pero es algo que no me llena, y me gustaría estudiar algo que este más relacionado a todo lo que tiene que ver con los insectos, así que si me pueden ayudar, yo estaría muy agradecida

Comentado por Melissa el 30 de Julio de 2004 a las 04:39 AM