Revista poética Almacén
Punto de encuentro

[Alfredo Bruñó]

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El encuentro con el abandono

He visto un par de zapatos de mujer en el balcón de un palacio, llenos de polvo. En ese momento empezaba a llover, las gotas iban dejando su marca sobre el negro de la piel de esos zapatos, limpiándolos y estropeándolos a la vez.

Cerca de mi casa, un Renault 5 negro lleva meses inmóvil. Un día se le cayó el parachoques de atrás. Al día siguiente esa parte había desaparecido. Un par de semanas después ocurrió lo mismo con el de delante. Alguien lo puso sobre el capó; un vecino considerado, tal vez. Al poco, la policía pegó un aviso en el parabrisas de R5. Me acerqué a leer. Se daba el coche por abandonado y se instaba al dueño a retirarlo de la vía pública. Si no lo hacía, el ayuntamiento se lo llevaría. El coche ha desaparecido.

En una librearía de viejo encontré un libro de Luis Sastre sobre el pintor Zacarías González. Está editado en la colección de Artistas Españoles Contemporáneos del Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia (1973). Lo compré (2 euros) porque me llamó la atención la reproducción de un cuadro en particular. Se llama El abandono. En él aparece un sillón arrumbado y roto en la arena de una playa, el mar al fondo. Las patas y el armazón son de madera, latela del asiento y del respaldo parece de un terciopelo que alguna vez fue rojo, y en la parte del respaldo está desgarrada, dejando ver el relleno. El brazo izquierdo del sillón no está, y el derecho está medio arrancado. Alrededor del sillón hay cajas de madera, botellas rotas y otras basuras. Hay palomas ensima del sillón y de las cajas.

El fotógrafo Fernando Villavert me llamó hace unas semanas y me encargó que le escribiese un texto para adjuntarlo a una serie de fotografías que está preparando. Me dijo que no quería ensañarme las fotos; sólo me diría el tema: el abandono.

Abandonamos objetos. Abandonamos vidas. Quizá en busca de nuevos objetos y nuevas vidas. De vezen cuando, alguien toma un objeto abandonado, lo repara y le da una segunda o tercera oportunidad. Cualquier Rastro está lleno de oportunidades perdidas. Abandonar una vida puede ser tan fácil como abandonar un par de zapatos, un sillón, un coche. La dificultad estriba en las segundas y terceras oportunidades.

En ellas puede estar la ruptura con el tiempo lineal en el que nos vemos obligados a vivir.


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