Revista poética Almacén
Tele por un tubo

[Ramiro Cabana]

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Tan Tan

Queridas amigas personas lectoras, han pasado meses desde La Boda, o eso me parece a mí, pero el gran jefe de esta vuestra revistita en la red, Almacén, Marcos Taracido, ha dicho que tengo que escribir sobre el dichoso asunto. Probablemente espera que procure mi habitual insolencia y alto sentido de la moralidad para derribar a los novios de la cumbre del pastel; y si espera eso, se equivoca. De la boda no tengo nada que decir.

Sin embargo, sí que me gustaría hacer un pequeño, breve y humilde (como es mi buena costumbre) comentario sobre los y las comentaristas de las cadenas privadas que se pasaron todo el sábado nupcial por la tarde criticando y poquiteando el festejo. Lo del beso, que no hubo, por ejemplo, les pareció muy mal. Siendo como son gente de clase media, es verdad que nadie espera que entiendan lo que significa la sobriedad real de la Corona, y mucho menos que entiendan como funciona la mentalidad de la verdadera aristocracia. Y no pienso explicároslo.

Estuvieron la mayoría de comentaristas muy pero que muy horteras en su actitud, sobre todo hacia la princesa, demostrando un nivel de resentimiento pequeño-burgués tan soez y tan bajo, tan quiero y no puedo; tan desútil; tan perfectemente envidioso; tan necesitado de una buena lavativa; tan exigente de un polvo que jamás acabará de llegar; tan risueño de mala manera, con ese rictus hemorroidal de los que se han quedado a un tris de subir al podio; tan resentido; tan poca monta y pocas ganas de vivir y dejar vivir; tan estruendoso en el fracaso; tan adolescente de todo; tan de mesa camilla manchada de saliva; tan de helado derretido que baja por el antebrazo y gotea por el codo; tan de corsé mental mal abrochado, tan apretado de culo; tan singularmente minúsculo, microscópico de miras; tan usurpador; tan de trepas que sólo se mueven lateralmente; tan Marbella para los marbellíes; tan café frío de anteayer; tan picha fría para los pichafríos; tan de olor a frigorífico apagado y cerrado varios meses sin abrir; tan estreñido y tan bruñido; tan falto; tan de peluquería de barrio; tan de peluquería de las caras, que es lo mismo; tan ornitológico, en el buen sentido de la palabra; tan de concejal de urbanismo, que va por ay de limpio y no deja de poner la mano; tan tanga de leopardo; tan fósil, como el de unas algas que vi en un museo paleontológico de mi ciudad; eso, tan de algas, con esa pudor, con ese pudor, algo maltrecho por las noches pasadas en compañía de famosetes y parásitos de una tele parasitaria y lumpen; tan de cosquillas en los pies de un muerto; tan de hacer el caballito en moto, el mundo entero vistiendo chándal y aplaudiendo, o eso os gustaría creer; tan de alegría de la huerta; tan de modista de la botella; tan de ir a la playa en lunes, por culpa del desempleo y/o la jubilación anticipada; tan de tetas tan caídas que hacen falta rodilleras para no lesionarse al andar, días después de un lifting facial; tan de próstata agotada; tan de sexo anal con el viento en contra; tan de público pissoir; tan de orgullo lastimado y escondido en una cajita de concha nácar, tan mona en la mesita, junto a la lámpara a la que hace tiempo hay que cambiarle la pantalla; tan dulce de leche cuando apetece una fideuà; tan de gafas oscuras en el interior; tan hortera, otra vez; tan de volver a leerse mi artículo titulado “El cerdo”; tan de dejar de fumar una vez más; tan nuevo rico como el Real Madrid (“Hay que ganar como gana el Real Madrid”); tan poco republicano; tan poco monárquico; tan de esconder la mano con todo y piedra en un cajón de la cómoda cuando llaman a la puerta; tan de amputarse el dedo de apuntar, como castigo y penitencia; tan de las babosas que encontraba yo de niño en un patio del palacete donde nunca daba el sol, y luego les echaba sal —para divertirme — jugando, jugando; tan de ir a follar al tercer mundo; tan de comprarse el ajuar entero de explorador porque os habéis ganado un viaje a Kenya en la rifa del santo patrono de vuestro barrio de las afueras; tan de periódico deportivo y revista del corazón, que a la postre es lo mismo, pero uno peor que otro y otro peor que uno, ambos analfabetos; tan desalentador; tan de que os traigan los calamares a la romana duros y la cerveza tibia, en un vaso caliente, recién sacado del lavavajillas y con manchas de carmín en el borde; tan de pasar la mitad de las vacaciones en el aeropuerto por culpa del overbooking, o en espanglish, la venta excesiva e ilegal de plazas; tan fútil; tan de vestirse a la última moda sport, a la italiana, con gomina y gafas de sol, cuando os han invitado a comer unos callos excelentes; tan de elegir a ya sabéis quién para vuestra campaña publicitaria de verano, con esa cara que pone, de estar haciéndoos un favor si aprovecháis su foto en bikini para haceros una paja, ¿eh, amigas?; tan de camarero hostil porque no se atreve a ser amable; tan de ir a clases de tenis a los cuarenta porque sólo hace un par de semanas que os han admitido en el club; tan tan tan ... ¡tan ESO!, amigas personas lectoras, que no tengo palabras para describirlo.

Ha sido tan así, que más vale que corte el rollo y os deje volver a vuestras ocupaciones, vosotras que me leeis en la oficina y de estranjis. Mientrastanto, me llevo a Borja a que le pongan la antirrábica, que él también lo ha sido testigo de esto que os cuento. Y de paso, a ver si le dan un empleo en la tele vespertina, más majo él...

Chao


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