Calle Residencia



La tienda era poco más que una caseta. Un día me acerqué con Eva, como cuando íbamos a merendar a la salida del colegio, y también a veces, a encender fogatas en los descampados de alrededor. Una hoja pegada con celofán al escaparate decía: Cerrado. Cese de negocio, aún con las hebras sueltas del cuaderno de espiral. Me dio la impresión de que estaban colgados los mismos carteles de helados, que los mismos anuncios de bollos con cromos se decoloraban al sol, las cuerdas desflecadas, todo más viejo, más diluido que en la memoria.

Detrás de la tienda se prolonga la falda de la montaña plácidamente hasta el pueblo; hacia el oeste, las cumbres más altas y nevadas en invierno. Sentado en aquellos escalones me sabía en un lugar especial. Los niños ya no se detendrán allí: corren, corren, al lugar al que pertenecen.[Juan Gallo]



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