Revista poética Almacén
El conservero

[Alberto Majoral]

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Las grandes aves disecadas

Mi encuentro con la taxidermia fue accidental y no sé si afortunado. Un día le pregunté a Roger Colom si el taxidermista que aparece en varios de sus poemas es una persona real, o un personaje inventado. Real, real, me dijo y cambió rápidamente de tema. Tiempo más tarde, cuando se lo volví a preguntar, me dijo que fuera y hablara con Marcos Taracido, “Marcos también lo conoce, y bastante bien; también él ha escrito sobre el Taxidermista.” Así que fui, pero Marcos volvió a referirme a Colom. Por fin un día los encontré en el Café Derby, en Compostela, e insistí. Harto, Roger, me dijo, “Cuando estemos en Valencia te llevo.” Quise saber más, pero los dos poetas, creo que bastante malhumorados me mandaron a la mierda: “Ya lo conocerás.”
Ya en Valencia, llamé a Colom, que me dijo que hiciera la maleta para un par de días y que pasara a buscarlo en el coche. Como he jurado mantener cierto secreto, no puedo decir en qué ciudad está La Ideal, ni cómo se llama en realidad ese establecimiento, ni puedo divulgar los verdaderos nombres de los tertulianos, ni mucho menos el del Taxidermista.
¿Para qué tanto secreto?, objetará el lúcido lector. La explicación que me dieron es que si me interesa escribir estas crónicas sobre lo que ocurre y se dice en la tertulia de La Ideal, tengo que mantener el secreto de mis fuentes porque no se fían, ni de mí, ni de nadie, aunque tampoco se trata de una sociedad secreta. “Mire usted, joven Majoral— me dijo el Sr. Martínez— en esta tertulia hay libertad de expresión porque lo que se dice no se hace público. Si se hiciera, quizá algunos de los miembros dejarían de venir, o se callarían alguna opinión. Es el franquismo que aún llevamos dentro. Bien sabe usted que la libertad de palabra, en nuestro país, solamente existe si esa palabra no se publica, si no aparece por escrito o en algún otro medio masivo. Nosotros venimos aquí a divertirnos, a hacer ver que nuestras opiniones cuentan para algo y a mantener la mente entrenada para que no nos coman el coco los periódicos y la tele, no es más que un pequeño deporte privado para combatir el alzheimer.” Y Chiner añadió: “Vea: los medios de comunicación, impresos o no, y la mayoría de libros que se venden, pertenecen a las mismas pocas empresas y a los mismos pocos bancos, y todos son muy amiguitos de nuestro amigo el Gobierno, liderado por el famoso títere, José María Aznar. Y hay cosas que no se pueden decir. Por ejemplo, que ese periódico que usted lee pertenece a un tinglado que no existe para otra razón que para mantener un status quo pijo, pseudo progre, a la manera del partido de Zapatero, y que van y le soplan la gaita a quien sea, como está bien visto en lo de la retransmisión del fútbol, para que les den las concesiones que valen, las de la pasta. Y ahí está la jugada. A esas empresas no les interesa que usted esté informado de nada, les interesa que usted compre su producto, y que haya buen rollo en un ambiente de puta madre. ¿Se ha fijado usted que en el trapo ese que usted lee publican un par de plumillas de la vieja izquierda, mientras que el mismo trapo lleva veinte años metiéndole todo lo que encuentra por el culo a Izquierda Unida? Pura fachada, Majoral. Esos cabrones son de las mismas derechas que los demás. En realidad la prensa sólo presenta variedad en cuanto al tipo de derecha, y nunca se entra en posiciones de izquierda, no les vayan a retirar algún permiso de los que dan pasta.” Chiner habla así, con la clásica falta de generosidad del pequeño comerciante.
Y el Taxidermista: “Ese diario, independiente de la mañana, durante años pensó que había que hacer causa, o casa, común con el partido que gobernó durante los ochenta. Eso era para derribar lo que quedaba de franquismo. Y todo el que no jugara con ellos y con sus reglas era blanco de su ira, debía ser eliminado. Eso se llama leninismo, o sea que lo que nos queda hoy es una especie de franquismo-leninismo.”
“Lo que hay, para seguir la estela del Taxidermista, no es otra cosa que capitalismo-leninismo, llamado, para quedar bien, pensamiento único, y últimamente, globalización.” Eso lo añadió Martínez.
Aquí, en vista de esa especie de broma de contrarios, se me ocurre citar a Gilles Lipovetsky: “La indiferencia pura y la cohabitación posmoderna de los contrarios corren parejas: no se vota, pero se exige poder votar; nadie se interesa por los programas políticos pero se exige que existan partidos; no se leen los periódicos, ni libros, pero se exige libertad de expresión.” Se ha producido un vaciamiento de los valores de la Edad Moderna, o de la Razón, y de los valores revolucionarios de la Modernidad. Pero se mantienen el esqueleto y las plumas de esos sistemas. Hoy, el sistema se produce a medida, según Lipovetsky, del individuo. Y según él, y yo le creo, eso nos encanta. Individualmente somos cada uno más libres. Lo que también es verdad es que la sociedad, como unidad, está cada vez más controlada. Lipovetsky: “... la democracia se ha convertido en una segunda naturaleza, un entorno, un ambiente.” Y en ese ambiente están expuestas, como en un viejo museo de historia natural, las aves grandes y majestuosas, disecadas, que fueron las grandes instituciones liberales y democráticas del pasado. Ahora lo que queda hacer es ir encontrando lo que nos queda de sociedad, ya no las grandes aves (grandes proyectos, grandes ideologías, grandes luchas), porque están todas disecadas, sino a los bichillos, individuos pequeños y singulares que viven en masa, o sea cada uno de nosotros, habitando esas aves, como termitas o carcoma.
Martinez: “Pero los animales masivos, como la termita, suelen estar bastante bien organizados. Algo así parece que está ocurriendo con los movimientos antiglobalización, cada vez menos descriptibles en términos de movimientos y más en términos de un solo movimiento, con muchas variantes y perspectivas. Quizá esa sea la movida, ir escarbando en los cuerpos llenos de serrín de las grandes aves disecadas de la modernidad. La labor de la policía, muy a la vista en Génova, es más la de un fumigador, que la de un protector del orden público. Principalmente porque no hay orden que proteger, si no es éste el de la permanencia de las grandes aves disecadas, grandes ideas muertas, con un discurso vacío que sirve como señuelo para ahuyentar a las masas de termitas pasivas del descubrimiento de la trampa. La trampa está precisamente en el hecho de que esa disección haya ocurrido, y somos muchos los que todavía tendemos a creer que las aves siguen vivas.”
Cordel: “Parece que existe la vida más allá de la taxidermia.”
García Siniestro: “Y tanto que existe, vea usted a toda esa gente que protesta, que parece tomarse la vida como algo más que una sucesión de distracciones.”
Gansell: “Pues yo me distraigo mucho con mis sellos”
Chiner: “No cabe duda, amigo mío, y así es como debe ser; usted que está tan próximo a la muerte, al bisturí de nuestro líder.”
Gansell: “Oiga, que yo no soy el que dijo que debían disecarme.”
Chiner: “No, si usted ya está disecado. ¿Que no ve que su afán por distraerse es precisamente lo que lo ha dejado más que bien embalsamado? Si así como está ya podría irse a Banyoles; luego me uniré a usted, no lo dude.”
Martínez: “Pero en lo que estábamos antes: nosotros debemos mantener el secreto porque tenemos miedo. Es el viejo fantasma del franquismo, este miedo permanente que nos impide salir y hablar. No se trata sólo de que grandes aves como la libertad de expresión permanezcan a la vista del público, siempre disecadas, sin vida, gracias a la labor de esos grandes taxidermistas de la vida pública que son los medios de comunicación; se trata también de que nosotros mismos estamos disecados por el miedo, igual que lo está el escritor que firma los manifiestos de su periódico para que no dejen de publicarlo. También me distrae el artista disecado que hace pequeños y permanentes gestos de neutralidad, que sale y dice que en ambos bandos siempre ha habido malos y buenos. Ese no es que esté solamente disecado, es que también quiere ser taxidermista.”
Chiner: “Un taxidermista disecado, ¡cómo le gustan a usted esas chorradas!”
Martínez: “Ya ve, es el fragor de la conversación lo que me lleva a esos excesos. La taxidermia como modelo interpretativo no es más que un mecanismo para poder decir, una forma de no enmudecer.”
Unos días después, llegué a La Ideal, encontré una gaviota disecada y dije, “¡Qué maravilla, me encanta, es preciosa!” Y Martínez me contestó, “En efecto, joven Majoral, es un ave carroñera, y también es el símbolo del partido en el Gobierno.”


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Comentarios

les ficito por su pagina, pero no contiene imagenes que le hagan resaltar el articulo
haaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡ y especifiquen que es url

Comentado por maureen el 26 de Agosto de 2003 a las 11:30 PM