Revista poética Almacén
El conservero

[Alberto Majoral]

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Las comparaciones son odiosas

Martínez: El Pentágono ha dicho que mentirá. ¿Mentía? Nuestra prensa se limita a darnos la noticia objetivamente. El cuarto poder, disecado, empieza a resquebrajarse, de manera que se le sale el serrín por todas partes.

García-Siniestro: Su degradación es absoluta.

Chiner: Me recuerda a la momia, o eso, el cuerpo disecado del filósofo Bentham, que lo tienen en Londres. Un día se le cayó la cabeza y han tenido que ponerle otra de cera.

Colom: Tengo algo para ustedes que seguro que les encanta, es del Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada (1571): “Así mismo, un caballero de la Orden de San Juan, llamado por nombre Pigafeta, el cual fue con Magallanes en la jornada que hizo en Indias, cuando descubrió el Estrecho, y volvió después en la nao Victoria, que fue la que dicen que dio una vuelta al mundo, en una relación que hizo al Papa de las cosas maravillosas que en aquel camino vieron y descubrieron, dice que, estando en el archipiélago que se hace en el mar del Sur y de la otra parte del Estrecho, se hallaron en una isla unos hombres pigmeos, aunque diferentes en la hechura, porque tenían las orejas tan grandes como todo el cuerpo, y que sobre la una se echaban y con la otra se cubrían, y que eran velocísimos en el correr y que, aunque él no los vio, porque era dejar y apartarse de la derrota y viaje que la nao hacía, que esto era público en todas las otras islas, y que los marineros daban testimonio de ello.” ¿Qué les parece?

Chiner: Uno de esos disecado en el museo de historia natural me gustaría verlo.

Taxidermista: Y a mí me gustaría que me trajeran uno para disecarlo, se lo aseguro, aunque como saben todos ustedes, no soy especialista en mamíferos.

Martínez: No se excuse usted, buen Taxidermista, sabemos que está usted estudiando el cuerpo humano, y que a la primera oportunidad disecará a Chiner.

Chiner: Y a mucha honra.

Martínez: O quizá ya estén disecados esos pigmeos. A mí me recuerdan mucho a nuestra prensa, pequeña, por lo menos de miras, y que sólo utiliza las orejas para dormir, para protegerse mientras duerme.

Chiner: Dice que los pigmeos estos corren a toda hostia, ¿no?

Martínez: Pues sí, igual que la prensa, que no se presta espacio para pensar un asunto. Enseguida tiene que pasar a la siguiente tontería.

Taracido: En esto del Pentágono, por ejemplo, nadie ha dicho nada. Algo puse yo al respecto en el Libro de Notas, el otro día.

Colom: A lo mejor piensan que somos tan inteligentes que sólo hace falta dar la noticia para que nos hagamos todos una reflexión crítica en las tertulias.

Chiner: Una paja, querrá usted decir, joven Colom.

García-Siniestro: Parecen bastante patriotas estos periodistas, lástima que sea de una potencia extranjera.

Cordel: Como la unión Europea es impotente...

Chiner: Sólo se le pone dura cuando le dan por culo.

Martínez: Chiner, por favor.

Chiner: ¡Está documentado!

Martínez: Es el lenguaje lo que molesta.

Colom: ¿Qué es lo que está documentado, que la Unión Europea sólo reacciona cuando se la sodomiza o que eso es reacción natural en todo varón que se respete?

Chiner: Las dos cosas.

Colom: Entonces aboga usted por una Unión Europea más masculina.

Chiner: O menos culina, yo qué sé.

Martínez: ¡Chiner!

Taracido: Déjelo, hombre, que lo que dice es fruto de la frustración que todos sentimos. El cuarto poder es subalterno en todos los respectos, y así es como gustan las cosas. Pigmeo, como se dijo antes.

Debo frenar aquí esta crónica porque la discusión derivó en la necesidad o no de cierta corrección política en uso de la palabra “pigmeo”, de si era justo o no insultar a los pigmeos reales comparándolos con la prensa española, etcétera. Algo aburrido con lo que creo que no vale la pena abrumar al, en palabras de Marechal, agreste lector.


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