Revista poética Almacén
El entomólogo

Crónicas leves

[Marcos Taracido]

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La dama y el dragón


¿Ven esa imagen? Es una postal. El anverso aclara que se trata de una tarjeta promocional de cierto libro que, claro, no revelaré aquí. Una amable señorita se la dio a mi hija en un centro comercial y, al verla, me quedé maravillado. La postal no aclara título ni autor ni época de la pintura; mi incultura pictórica añade el resto de esta crónica.

Vuelvan a mirar la imagen. ¿Qué representa? Su calidad de extracto no nos permite saberlo, pero convierte la pintura en un misterio conmovedor, nueva prueba de que lo fragmentario y diminuto es sustento seguro de belleza. Veamos: una dama hierática, pálida, lleva encorreado como a un perro de compañía a un extraño mostruo. La cuerda que sostiene con su mano derecha no está tensa y mide alrededor de metro y medio. Su mano izquierda se abre en actitud inquisitiva; su boca entreabierta parece formular una pregunta; su rostro presencia serenidad. El monstruo es un dragón, mezcla de la anfisvena y el basilisco; para la iconografía a la que estamos habituados su tamaño es muy pequeño, como si fuese una cría; sus alas están en movimiento, pero su cuerpo se inclina hacia el suelo subyugado por lo que habremos de suponer es una lanza que se clava en su cabeza. El dragón mira con angustia en la dirección donde se pierde el palo y abre sus fauces en un grito manchado de sangre. El dragón es hermoso con sus alas de mariposa y su piel de aceituna. Al fondo, la entrada de una cueva.

¿Qué pasa en el cuadro? La presencia ausente de un caballero que esgrima la lanza no explica nada. El dragón parece ser asesinado en presencia de una mujer que ni se sorprende, ni acepta, ni agradece. No hay violencia. El gemido del monstruo, la sangre, son aceptados: un breve giro de la cabeza del dragón destrozaría a su dueña, y, sin embargo, parece tener cuidado en ni siquiera moverse para no lastimarla.



Fábula primera
Una niña jugaba en los jardines del castillo cuando entre unos matorrales descubrió una cría de dragón herida en sus alas. La niña cogió al cachorro, le curó las llagas con cauterio y decidió quererlo siempre. La bestia agradecida selló el pacto y aceptó una cuerda de fino hilo alrededor de su cuello. Ambos crecieron protegiéndose mutuamente, ella prohibiendo que nadie tocase al monstruo y él alejando a todos con sus fauces y calentándola con su aliento. Un día, en uno de sus paseos entre las montañas, un caballero los encontró y sin mediar palabra, atravesó el cuello del dragón para salvar a la dama. Ella sólo reacciona en un imperceptible temblor de sus labios y en la mano asombrada. Él pregunta en su gemido al hombre por qué no puede seguir amándola.

Fábula segunda
El mago del reino le dijo en su décimo cumpleaños: «Este hilo mágico dominará a todo al que se enlace». Crecida la dama, encontró un buen uso para el hilo cuando un dragón asoló la zona quemando los pastizales y devorando a las vacas. Ella se adentró a las montañas con el más hábil caballero del reino, encontró la guarida y cuando el dragón inició una furiosa embestida contra ellos le lanzó el cordón que, mágicamente, rodeó su cuello. Se agachó sumiso el monstruo y siguiendo los deseos de su nueva dueña, regaló su cuello al caballero para ser ejecutado. Ella apremia al lancero con su mano izquierda. El único movimiento que le fue concedido fue la apertura de su boca para dar salida al dolor del hierro entre sus vértebras.

Fábula tercera
«Debes dar muerte al dragón para que ella emerja». El caballero buscó y buscó. Creó nuevos mapas del mundo, descubrió continentes, mató de cansancio a los caballos. A veces lo encontró, la bestia voló a tiempo o venció en la batalla. Envejecido por los mapas y las llagas, lo halló en una cueva. No hubo pelea. El monstruo estaba cansado de la huida. Se acercó y le ofreció el cuello y al notar la lanza abrió su boca para que se oyese su gemido en el parto. Entonces un hilo de seda surgió del otro extremo de la herida y al cabo apareció la dama, hecha de la piel de aceituna y de la sangre del dragón, preguntándose por qué ella y adonde.


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Comentarios

Todo lo que escribes me gusta muchísimo, pero este en particular siempre fue de mis preferidos.
Supongo que sabes que la imagen en cuestión es un fragmento del cuadro San Jorge y el dragón de Paolo Uccello.

Comentado por Elena el 19 de Febrero de 2003 a las 09:51 PM

El cuadro completo en
http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/uccello/i/st-george.jpg

Comentado por Francisco Serradilla el 8 de Marzo de 2004 a las 06:43 PM