Revista poética Almacén
Colaboraciones

Negros y marranos

David de Ugarte

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"Si hay alguien que no merece más que desprecio es el que se deja escribir por otro, el que firma lo que no lee, el que se envuelve en una personalidad prestada, el impostor" - Esteban Ormeche en www.elnegro.net.


16 de septiembre de 1666 era vulgar. Sabatai Zeví, el verdadero Mesiah, reconocido por todos los piadosos, temido por los emperadores españoles, rey de Israel, se convierte al Islam frente al sultán de los turcos. Marra. Sumergido él en la abominación, seguirán sus pasos los más fieles, los más puros.

Estrictamente el tiempo acabó entonces. Nada será ya nada. No habrá identidad nunca más. A las espaldas queda un pueblo culpable que ocultó su identidad divina, que se escondió en la apostasía. Igual harán Sabatai y sus santos. Suprema shoah la del yo y del nosotros. Fin de los tiempos. Fin de los nombres. Extraño camino el de la pureza al que sólo se llega por la máxima inversión, por el máximo pecado, la máxima negritud.

De la secta criptojudaica, libertina a veces, mística siempre, sólo quedarán los rastros de casi medio millón de personas que en los años veinte la formaban, cuando un gentil criado en sus escuelas se haga llamar de nuevo, como Zeví, padre de los turcos: Ataturk.

¿Pero que fue mientras de aquellos que creyeron en Sabatai pero no le siguieron al abismo?. Gabriel Albiac lo estudia en un libro increible ya clásico: La sinagoga vacía: Perdido el camino de la esperanza mesiánica (es decir, el de la esperanza sin más), los marranos -como Uriel da Costa, como Spinoza- que huyen de la Inquisición, fracturan irremisiblemente su identidad ante la pureza rabínica. Espejo roto, imágenes multiplicadas, descubren al hombre moderno... o lo configuran.

Existir en el mundo de las redes (físicas entonces, virtuales hoy) es romperse en mil imágenes incompletas (marranas, de "marrar", es decir, faltar) que brillan y se apagan sin sentido final, sin esperanza.

Escribir en estos tiempos es pues hacer de negro y nada más. Negro de nuestros propios yoes o de los de otros. ¿Qué importa? El otro no puede ser más que imagen rota del mismo espejo.


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Comentarios

Picado por la mosca de la curiosidad, lo pregunto aqui ¿quien o que eres David de Ugarte?.

Comentado por Rainface el 25 de Noviembre de 2002 a las 04:12 PM