Revista poética Almacén
Punto de encuentro

[Alfredo Bruñó]

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El encuentro sin duda

Uno de mis bares favoritos en Valencia es el Acuarium, bar clásico, donde camareros con chaqueta blanca y corbata negra preparan excelentes cócteles, también es un bar de andar por casa, que abre todas las horas del día. El tema del bar, sin que sea un bar temático, es nueva moda horrible traída de ninguna parte, y sin llevar a nadie a la exasperación estética, es ligeramente marino, como indica su nombre.

Al llegar, en la barra no hay sitio. Las mesas son bajas, pequeñas, y favorecen la conversación. Carmen Castro llega a los pocos minutos, justo al mismo tiempo que el camarero. Pedimos un par de dry martinis.

Bruñó: Esta semana has inaugurado página en la red.

Castro: Sí. Estoy emocionada, ha sido un trabajo durillo, no sólo escogiendo colores y formas, sino sobre todo escribiendo, buscando y decidiendo contenidos. Porque aunque la idea la tenía bastante clara, de la mente a la red hay un buen trecho. Y si no me crees, que te lo cuente Marcos Taracido, que sufrió y aguantó estoicamente todo el proceso de realización técnica, aunque no quiera confesarlo firmando su trabajo.

Bruñó: ¿Y cómo te llevas con esos dos, Colom y Taracido, de aquí de Almacén, y sobretodo, en el Libro de Notas?

Castro: Bien, son buena gente; aunque a veces van demasiado rápido en sus procesos creadores, en sus bromas y en sus juegos —en la red y fuera— y me cuesta seguirles. Pero sobre todo disfruto de lo que compartimos como mentes inquietas que somos.

Bruñó: Llevas mucho tiempo trabajando en cuestiones de género.

Castro: Pues toda la vida, porque sólo he trabajado en cuestiones de género, tanto en temas de empleo, economía y desarrollo, como en derechos humanos, participación política, medios de comunicación o feminismos. Vamos que lo mío es lo del conocimiento de género. Digamos que es algo así como mi seña de identidad o marca de calidad, porque lo aplico al ámbito que sea en el que esté interviniendo.

Bruñó: Y ahora, además de singenerodedudas.com y librodenotas.com, ¿qué estás haciendo? (Lo pregunto como si fuera poco)

Castro: Pues sigo desarrollando mi marca, con la gestión del conocimiento de género, a través de servicios de consultoría y formación; estoy elaborando planes de convivencia ciudadana, —planes estratégicos municipales—, también planes de igualdad de oportunidades para distintos ayuntamientos; creo materiales y guías didácticas sobre cómo trabajar las cuestiones de género desde las organizaciones y las administraciones públicas; y además trabajo en la búsqueda de nuevos proyectos, nuevas áreas de desarrollo con gente de la creación visual —concretamente de la ilustración gráfica—.

Bruñó: Bueno, con lo de los ilustradores, no estás tan alejada del arte.

Castro: Aunque soy más activista que artista, lo cierto es que siempre he estado próxima al mundo del arte, pero es más una inquietud, y como no estoy en ese proceso de producción, me limito a observar desde la barrera las maravillas que hacen otras personas, y a disfrutarlas.

Bruñó: Bueno, veo que te dedicas a lo que yo llamo "hacer ciudad".

Castro: Sí, creo que se podría decir así.

Bruñó: Oye, estando en Libro de Notas, ¿cómo es que nunca te pasas por el Almacén y nos dejas algo, un artículo?

Castro: Bueno, sí, lo intenté, mi única colaboración andará perdida por el archivo. Pero ¿sabes? creo que soy un poco cobardica como para producir un artículo, por lo menos, mensual. Y luego, claro, la vorágine de tiempo y trabajo en la que estoy metida, tampoco me permite muchas más concesiones de las que hago. Yo insisto en intentar conseguir eso de la ubicuidad, pero nada...

Bruñó: Si dejan que escriba Ramiro Cabana, no deberías echarte para atrás.

Castro: ¡A ese lo que le sobra es osadía! Además, todas las comparaciones son odiosas.

Bruñó: Este encuentro ha sido un verdadero placer. A ver si nos vemos pronto en singenerodedudas.com.

Castro: Pues allí nos encontramos.

Dos dry martinis pueden ser demasiado, así que nos quedamos en uno. Pido la cuenta, pago y salimos a la gran avenida, con su tráfago de fin de un día laboral. Carmen se dirige al norte, yo al sur. Nos despedimos de nuevo y corro, que ahí está mi autobús.


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