Revista poética Almacén
Consultorio sexistencial

[Jovanka Vaccari]

Una visión moderna y divertida sobre el sexo, la sexualidad, los roles sexuales y su función existencial.
Estos artículos fueron publicados en el dominical de La tribuna de Canarias.

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¿El tamaño del pene es importante?
En los montes de Virunga, un clan de chimpancés retoza su estro exhibiendo una abierta sexualidad que incluye masturbación e intercambios de todo tipo. En el mismo territorio, una población de gorilas, constituida por componentes solitarios, se reagrupa organizando su periodo de fertilidad con violentas normas de monogamia femenina y supeditación sexual al macho. Alguien con vocación ha medido el tamaño de pene y testículos de unos y otros: a pesar de ser la mitad de pequeño, el chimpancé medio ha desarrollado un pene casi cuatro veces mayor que el del gorila.

Todo hombre habrá escuchado de una mujer decir que no, y es verdad: a nosotras no nos importa el tamaño del pene cuando nos gusta su portador. Nosotras vemos el conjunto, y lo que nos atrae es una suerte de “halo”, el daimon. Para los hombres, en cambio, el conjunto es inimaginable si no han visto cómo está lo de atrás.
Y el tamaño de su cosa es un asunto de preocupación.

¿Por qué? Ni idea.

¿Para qué? De eso sí le puedo contar algo.

A ver. Hay dos mandatos evolutivos ineludibles: pervivir y reproducirse. Del primero hablaremos en otro momento. Para dar cumplimiento al segundo, nuestra especie, al igual que otras, ha desarrollado la forma sexual.

Lógicamente, mientras más se practica el sexo, más posibilidades hay de que el genoma perviva, a través de la fecundación, en un nuevo ser. A menor práctica sexual, menor posibilidad de fecundación, mayor posibilidad de extinción.

La promiscuidad es, pues, una verdadera opción sexual de la vida, una estrategia, que parece afirmarse con recientes observaciones en el campo del comportamiento del aparato genital femenino y de los mecanismos de la fecundación: admitido de facto que nuestra especie practica la promiscuidad, es bastante más frecuente de lo que creemos que la hembra acumule en su vagina, para cumplir el segundo mandato, esperma de dos o más machos, cada uno de ellos “esperando” ser el elegido para continuarse a sí mismo.
El cuerpo de la hembra es, pues, usado por la vida para sus planes: en este territorio se produce una competencia espermática con una consigna clara: “que sobreviva el mejor”. El mejor para la especie, obviamente, no para su emisor, que debe hacer todo tipo de piruetas durante la seducción, y después, pobre, para conseguir un papelito en el documental.

La guerra entre espermas la llevan a cabo los espermatozoides, descubiertos ahora al menos de 5 tipos, con distintas misiones bélico-operativas, que van abriendo paso a un candidato fecundador, quien, a su vez, una vez alcanzado el territorio circundante al óvulo, es “narcotizado” por la mucosa uterina a la espera de que el óvulo, mediante un despertador químico-eléctrico, desaletargue al que le ha parecido mejor para fecundarse.

Intuyendo el emisor que cuenta poco en la fase de concepción, realiza, durante el coito, embestidas y movimientos de cierta impetuosidad para procurar que, en la competencia de espermas, sea el suyo el que quede más cerca del conducto uterino. Por eso piensan los hombres que es importante un pene grande: en la guerra, puede depositar su tesorito más adentro.

Da la impresión, pues, de que si no hay competencia cooperativa, a la vida no le interesa el pene como soporte reproductivo y deja de preocuparse por este asuntillo, dando lugar a probóscides, ejem, minúsculos, como los del gorila. Por estrechos y mandones con la sexualidad femenina (ya saben: “toda mujer es una puta”; “si no es sólo mía la mato”, etc.). Y no me extrañaría que, de seguir con la petardez de la “virtuosa fidelidad femenina”, terminaran por tener una gamba de Cádiz en lugar de eso.

Pero también es importante la forma: el pene es así porque durante el coito funciona como una bomba hidráulica que “desaloja” con el glande los espermas competidores que pueda haber en la vagina. Con su diseño ginodinámico, empuja el esperma rival hacia las paredes vaginales, lo retiene en sus bordes y pellejos y, con la metesaca high technology, va sacando poco a poco, a modo de una culebra de fontanero, a sus odiados competidores.

(Para tranquilidad de los convencidos de tenerla chica, diré que la orden biológica de reproducirnos condiciona nuestro comportamiento, pero que si son curiosos, amables y excitantes, encontrarán una apasionante erotosfera donde lo estrictamente biológico es una variable reduccionista. ¡Ánimo!)

Y ahora que yo le he contado lo que sé, compañero primate, infórmeme: ¿De qué clan dice Ud. que proviene?


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Comentarios

Interesante disparate.
Como percepción, el efecto de bomba debería hacer eso, bombear lo que haya, sea el semen del competidor como el propios , sin ningun tipo de discernimiento.
Querés mezclar un concepto darwinista con sexualidad y salió mal. Volvé a intentarlo.

Comentado por Eklipse el 2 de Noviembre de 2003 a las 01:31 PM

Hola me llamo Juaquin vivo en la plata tengo 28 años y tengo un pene de 15 cm mi novia tiene 23
ella dice que no siente mi pene y que siente
que mi pene baila en su vajina ella no logra a tener un orgamos y me dice que busque una solocion por que tiene 23 años quiere serntir un miembro que la aga sentir mujer

Comentado por juaquin el 30 de Abril de 2004 a las 11:34 AM

...una población de gorilas, [...] con violentas normas de monogamia...
Hola, me llamo Joshua, enhorabuena por el texto.
Estoy buscando información sobre monogamia en simios. ¿Sabe dónde conseguir información?
Por de Joaquín... He oído que la vagina de la mujer acaba adaptándose al tamaño del pene del macho, ¿es cierto?
Por lo de Eklipse... Si se bombea antes de eyacular, posiblemente se consiga expulsar los espermatozoides de los rivales. Una vez eyaculado no se bombea, por lo que se dejan a los espermatozoides propios que hagan su trabajo.
Saludos :-)

Comentado por Joshua el 5 de Julio de 2004 a las 05:11 PM