Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

Otros textos de Por arte de birlibirloque


El color

¿Es el color una propiedad intrínseca de los objetos? ¿O es una propiedad que nosotros añadimos a lo real?

Una de las posibles perspectivas de estudio, ajena por completo a las preguntas que acabo de formular, considera que el color posee algún tipo de propiedad identificable con independencia del objeto en el que habite, porque de otro modo nos preguntaríamos acerca de la naturaleza de aquel balón rojo, o de aquel tilo verde, pero no de la naturaleza del color rojo o verde en sí, como entidades separables del balón o del tilo. Pero a poco que indaguemos en ello, e intentemos demostrar que el color es algo independiente de todo objeto portador, necesitaremos reconocer en el color rojo o verde algo así como la “propiedad de una propiedad”. De este modo, la propiedad de ser rojo sería propia del balón, pero la propiedad de la “rojez” sería propia de la propiedad de ser rojo del balón... y así sucesivamente. (La pregunta podría muy bien seguir sin posible retorno: ¿y qué sería propio de la propiedad de la “rojez”, propia de todos aquellos objetos que tienen la propiedad de ser rojos?). La idea de rojez, como entidad separable, no me resuelve el problema. Antes bien, me instala en una noria.

Intentemos otro argumento. El color no es separable del objeto en el que habita. Inhiere en él. Dicho de otro modo: es esencial al balón el ser rojo. Como lo es al tilo el ser de color verde. Tendré que reconocer entonces que el objeto es rojo o verde porque su cualidad de rojo o verde le constituye como objeto, forma parte de su naturaleza como también forma parte de ella el ser redondo, o el ser alto, o pesado, o blando. Pero es un hecho del mundo que el color de esa pelota roja, para un ojo distinto al ojo humano —o incluso para el ojo humano daltónico— no es el rojo, sino otro, o incluso ninguno. Luego no es constitutivo de la pelota el ser de color rojo, porque entonces dejaría de ser pelota si fuera vista por esos otros ojos que la ven de un color distinto al que yo la veo.

¿Quiere ello decir que el color es incorporado por mi ojo a lo real? ¿Y que la única manera que tengo de explicarme el color amarillo de ese limón es porque yo —mi ojo— lo veo amarillo? ¿Pero qué ocurre entonces con las ondas lumínicas que son reflejadas por el limón? ¿Las aporta también mi ojo? Intuyo que mis pupilas no alcanzan para tanto.

Como véis, la cosa se pone negra. Y el negro, como nos dice la física, es la reunión de todos los colores. Los absorbe y no deja escapar ninguno: abusando de nuestra mirada, nada nos deja ver sino la oscuridad más absoluta. A estas alturas me inclino a pensar —con todas las dudas que la brevedad de esta reflexión provoca— que el color es algo que se construye necesariamente en colaboración. Y que son tres, al menos, las instancias necesarias: un foco de luz, un objeto que la refleje, y un ojo que la capte. El color no sería una propiedad separable, que se ad-hiere al objeto como una lapa, pero tampoco sería una propiedad in-herente al objeto, de forma que lo constituyera como tal. ¿Entonces? Entre el objeto externo y mi ojo se produce un nexo de unión, se traza una senda que los liga como por arte de birlibirloque...

¿A qué responde ese lazo? Lo ignoro. Pero me provoca cierta perplejidad descubrir que mi ojo sólo capta aquel color que el objeto le deja captar, el color que ese objeto repele: la amapola no es roja, pues se quedó con todos los colores al expulsar de sus límites el rojo, que es la longitud de onda que realmente vemos. La rosa blanca no se queda ninguno, porque se pasa de generosa y los repele todos, esparciéndolos por el mundo para el deleite de los ojos que deseen ver en ella la reunión de todos los colores. ¡Sólo la luz blanca, al traspasar el prisma, se desdobla!

He llegado a ese punto en el que sigo sin entender, aunque el entender importe poco, cómo se deleitan mis ojos frente a uno de sus atardeceres favoritos —ese que se tiñe de azul, malva, rosa, añil, morado, rojo, naranja o violeta...—. ¿Cómo puede el aire vestirse de tantos colores a la vez? Mi ignorancia se ilumina al constatar que no hay una sola nube en el horizonte, y que la ausencia total de objetos se resume en un espacio inasible... y en una sola luz —que son mil— que lo constituye.


________________________________________
Comentarios

Es una pena hacer un comentario tan prosaico en un texto tan poético, pero no puedo resistirme.

El color es una propiedad psicológica que se produce como resultado de una estimulación física (de las relaciones entre las propiedades físicas de los objetos y las respuestas psicológicas que éstas producen, se ocupa la Psicofísica). Los objetos tienen la propiedad de reflejar cierto patrón de ondas electromagnéticas, que al estimular el ojo (yo diría también y activar el cerebro), producen las distintas sensaciones de color. Como muy bien expones, basta que no se tenga un tipo de cono en la retina para que no se perciban determinados colores. Si en lugar de tres conos, tuviésemos cuatro, veríamos una gama de colores aún mayor. Si el hombre fuese monocromático no se hablaría del color.

A mí me encanta el ejemplo del color porque es una forma de poder explicar algo que es general en el conocimiento humano. Lo que se dice del color se podría decir de la forma, pero no resulta tan fácil de explicar ¡Cuántos aspectos percibirán otros animales que no percibimos nosotros!

Nuestro modelo de la realidad depende de que, lo que la realidad nos ofrece, pueda ser captado por alguno de nuestros sistemas de conocimiento y de la forma que éstos finalmente le den. Por lo tanto, el modelo, dice tanto acerca de la realidad como de nosotros mismos.

Comentado por María José el 3 de Junio de 2004 a las 08:16 PM

¡Ladrones! ¡Inmisericoredes bandidos! ¡Me habéis robado un tema perfecto para El entomólogo!

El texto de Ijalba primero, y la matización erudito-entomológica de María José son tan acertados que yo ya no tengo nada más que decir.

Saludos.

Comentado por Marcos Taracido el 3 de Junio de 2004 a las 09:04 PM

Claro que sí, María José: el modelo mismo forma parte de la realidad que trata de escrutar, pues la respuesta que obtengamos dependerá en grado sumo de nuestra pregunta. Gracias por tu lectura. Creo que tu matices le vienen muy a mi artículo, pues al releerlo le encuentro bastantes flecos sueltos...

Querido entomólogo: ¡Queda tanto por decir...! ¡Dáte el gusto y escribe sobre el color, que a buen seguro le sacarás partido! No me resisto a leerte, así que hazme el favor de escribir sobre ello, pues de lo contrario me quedaré con las ganas, preñadas de ciertas dosis de malsana culpabilidad. Tus lectores te lo agradeceremos.

A los dos: El libro de Barry Stroud “La búsqueda de la realidad: el subjetivismo y la metafísica del color”, Ed. Sinthesis, Madrid, 2003, aunque complejo, es recomendable. Por lo menos el prólogo de Josep Corbí. Este último, imprescindibe.

Comentado por Agustín Ijalba el 4 de Junio de 2004 a las 02:15 PM