Revista poética Almacén
Tele por un tubo

[Ramiro Cabana]

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Telerrelleno

¿Tenéis televisón por cable o satélite, queridas? Al parecer yo sí. El ideal de la televisión sería tener mil canales: que cualquiera pudiese montar su propio canal y pagando un módico alquiler en la plataforma de su elección pudiese exhibirse como le diera la gana. Pero esperad un momento, queridas… ¡eso ya ocurre! Yo ya lo tengo en pantalla. Desde hace poco me llega un canal absolutamente asombroso, millones de veces mejor que Videncia TV: Se trata, como ya lo habréis adivinado, con lo sagaces que sois algunas, de Telecorazón.

Hay días que llamo al servicio para que me traigan una copa, enciendo un puro, me repantingo en la silla larga, con Borja (el mejor perro salchicha del universo) a mis pies y dirijo la varita mágica, también conocida como mando a distancia, a la pantalla y le doy el número que ya me sé de memoria: el placer absoluto está servido: voy a disfrutar, en mi salón Luis XV con pantalla de plasma, del mayor compendio de estupideces humanas jamás recogida en un solo canal de televisión. El otro día, no sé que señora recriminaba infidelidades supongo que a su marido y yo me reía tanto que el servicio pensó que me daba un ataque, de los gritos que un servidor pegaba, y acudieron todos a mi rescate, asustados y quizá deseosos de que me pasara algo.

Y no es que el personal del palacete que habito con chavala y perro me guarde inquina. Pero se aburren. Y un ataque de diarrea cardiovascular en la persona del Gran Cabana añadiría un poco de emoción a sus vidas. No os riáis, y menos del aburrimiento ajeno, que he oído que algunas de vosotras os lanzáis al Caribe a que os den por culo (pagando) personas de espectacular morenicidad, ese verdadero color de la raza humana. ¿Y por qué lo hacéis, queridas amigas cotelespectadoras? Pues porque la vida del funcionariado (yo sé que sois funcionarias y me leéis a escondidas en el curro) se basa en el control del aburrimiento.

Ejemplos: os aburrís de 8 a 10 y luego salís a tomar el café. Luego os aburrís de 10:30 horas hasta pasadas las 12 y encontráis otra excusa para abandonar el escritorio en busca de emociones fuertes que nunca vendrán. De 12:30 a 3 buscáis consuelo en el trabajo, moviendo papeles de un lado para otro, buscando la grapadora, poniéndole tinta al conjincillo de los sellos de caucho, jugando al solitario en la pantalla, leyendo a Cabana, o haciendo una llamada telefónica de carácter personal y con cargo al Estado.

A veces pienso que las personas que salen en Telecorazón son, o empleadas en la hostelería, en la peluquería, en el supermercado, o empleadas en la función pública; pero claro, de baja por depresión, que está muy de moda como enfermedad para todo. Si no, no se entiende esa necesidad de salir a mostrar la ropa interior a gentes de bien como un servidor, sobre todo a las gentes de bien cuyo elitismo no tiene límites (de nuevo un servidor y defensor vuestro). O es que no lo hacéis por mi, porque me ría a pata suelta hasta el espasmo y el hilito de orín que baja calientito por la pernera del caro pantalón hecho a medida.

En mi plataforma televisiva, Telecorazón ha sustituido a otro gran canal que ha dejado de emitir su baba por los aires de nuestras ciudades y pueblos: Canal OT. Ese también era genial porque se dedicaba a responder a la pregunta del millón: ¿Cómo vaciar de contenido el mayor número de horas de televisión en un espacio de 24, que son las que, según me informaron en pre-escolar, contiene el día? Al parecer, el personal ejecutivo de ese canal ha decidido que era mejor desaparecer que encontrar contenidos, lo cual demuestra la absoluta falta de imaginación de nuestros tele-creadores. Podrían haber montado un canal dedicado exclusivamente al mundo de la farándula y/o espectáculo, una especie de cartelera con imágenes en movimiento.

Mi tercer canal de relleno favorito es Sportmanía, con sus retransmisiones deportivas en diferido, cuando uno ya sabe el resultado, cuando ya no interesa. ¿O qué me decís del fútbol australiano, eh amigas? Nada mejor que invitar a los amigos (de haberlos) a tomar una pizza y unas birras y ver lo más interesante del deporte de Oceanía. O un partido de la Liga española de fútbol transcurrido hace meses, cuando tenía interés. No cabe duda que la función de Sportmanía es aportar relleno a la vida sin intereses de una parte de nuestras conciudadanas de sexo masculino.

Es un triunvirato triunfal del aburrimiento, característico de nuestras vidas en la nada, burro, entontecido y entonteciente, el que forman estos tres canales. Y falta Videncia TV, pero a ese pienso dedicarle una columna entera. Se lo merece y os lo merecéis vosotras, que con tanto ahínco me seguís quincena a quincena.

Por útlimo, una pequeña sugerencia. No quiero que os la toméis demasiado a pecho, ni que penséis que os obligo a nada. Borja no me lo perdonaría. Pero si tanto os pone lo de ver a una señora infiel a su marido que por fin sale y lo cuenta todo, guardándose los pelos y las señales (¿de las ataduras a la cama?) para la exclusiva, ¿por qué mejor no leer a Flaubert, joder? (Y perdón por la rima, no he podido ressitir esa pequeña autoindulgencia musical).

Bueno, es todo por hoy. Di chao, Borja. ¡Qué buen perro!

Pd: El título de Flaubert es Madame Bovary. Y no es por estropeároslo, pero al final la tía se muere. Hála, a leer, que hay que ir a la playa.


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