Tengo un amigo cuyo padre, como tantos otros, llevaba décadas en Guinea dedicándose con esfuerzo al cultivo de fincas del mejor cacao del mundo, el de la isla de Fernando Poo.
Un par de años antes de la independencia, un hermano de Carrero Blanco arribó por la isla en viaje privado, como final de una gira por las explotaciones madereras del continente guineano. El padre de mi amigo le llevó de excursión por la isla enseñándole con orgullo, las bellezas naturales y los logros en el cultivo del cacao y café. Lo hizo por razones de su cargo oficial, que no por simpatía personal. No pudo negarse y trató de mostrarle el esplendor y la bondad de la tierra guineana.
Cual no sería su sorpresa cuando, de improviso, el hermano de Carrero expuso con decisión y autoridad, no exenta de un desconcertante patetismo, la hipótesis peregrina de talar los majestuosos árboles del bosque e implantar una explotación maderera en la zona.
El padre de mi amigo volvió a casa abatido y desde ese mismo instante, comprendió que Guinea tenía los días contados si su futuro pasaba por la decisión de personajes de semejante calado, nada menos que el “gran hermano” del gran hombre, mano derecha a su vez, del grande de los grandes.
Cronicas impensablesMacías continúa una carrera imparable de terror enfermizo, poseído de una furia y un rencor incontenible hacia España. Ya ha probado su poder y le funciona. El secreto a voces del apoyo de España al golpe sainetesco de marzo de 1969 no se le olvidará jamás y alimentará para siempre su rencor.
En enero de 1971 se firman una serie de acuerdos de asistencia técnica y subvención a líneas marítimas y aéreas con España. De facto, se trata de subvenciones de España a Guinea a fondo perdido, nunca mejor empleado el término.
También en enero, Macías multa a unas treinta numantinas empresas españolas con cerca de 100 millones de pesetas, por haber colaborado supuestamente en la prensa con difamaciones al jefe del estado. Las que no pagan la multa son incautadas, incumpliendo los recientes acuerdos con España y sin que nuestra diplomacia mueva un dedo.
A cada barbaridad que comete Macías, España responde con un nuevo acuerdo y con entrega de más subvenciones a costa del erario público español. Nadie con dos dedos de frente, entiende nada.
Casi al pie del avión, en Barajas, enviados trajeados del ministerio de AAEE comunican al conocido apoderado de una empresa española en Guinea, que su empresa ha sido multada y que no debe partir hacia allí sin el dinero en metálico, a menos que firme un documento renunciando a la protección de las autoridades españolas en territorio. Esta es la clase de protección que nuestra diplomacia ofrece en Guinea a los españoles que aún resisten allí, desesperados por conservar su patrimonio.
Macías era un paranoico esquizoide, pero era inteligente y conocía las debilidades de España a la perfección.
En marzo, radio Santa Isabel anuncia detenciones por un supuesto complot contra Macías. Dos ministros son cesados y corren rumores sobre un alto número de “desaparecidos”.
Cuando algún guineano es detenido, sus esposas no dejan ir a los niños al colegio y se esconden en los poblados del interior de la selva, huyendo de las represalias. A los hijos de los ajusticiados se les niega la asistencia a clase.
En diciembre Macías exige a los empresarios españoles un depósito de 110 millones de pesetas para contratar braceros nigerianos, como mano de obra para las fincas. Dinero que, una vez recaudado, nunca es destinado a ese fin, como todo el mundo sabe.
En enero de 1972, la revista “Fuerza Nueva” publica una carta al Director General de Política Exterior, criticando la ayuda al régimen de Macías.
El B. O. E. publica acuerdos de ayuda a Guinea por importe de “1000 millones de pesetas”. Casi simultáneamente, hoy diríamos en tiempo real, Macías convoca frente a la embajada de España en Santa Isabel, una manifestación anti española. Numerosos españoles, funcionarios y empresarios, son vejados, maltratados y obligados a leer en público ante los micrófonos, panfletos ofensivos hacia España.
Se incumplen flagrantemente los acuerdos firmados con Macías por España en materia de protección de las personas y los bienes.
En febrero, se decreta en España la materia reservada para cualquier información sobre guinea, a consecuencia de un artículo de Blas Piñar en la revista ultraderechista “Fuerza Nueva”.
Macías encarcela a todos los profesores de un colegio y a varios alumnos, que finalmente son asesinados, por haber aparecido un retrato suyo con los ojos arrancados en una de las clases.
Barbarie en estado puro
La mayor cárcel guineana en esos días era precisamente la totalidad del territorio nacional. Macías ordena construir un muro perimetral que cierra la bellísima plaza de España de Santa Isabel y deja en un recinto interior inexpugnable el palacio del gobierno, su palacio, que durante décadas había sido la sede del gobernador de la Guinea española.
Si el territorio guineano era una inmensa cárcel, sus bosques eran las enormes celdas de torturas y ejecuciones
Se producen en Guinea historias muy semejantes a otras que no resultaban muy lejanas en el tiempo y en España, Macías tuvo grandes maestros en determinadas prácticas. Comandos armados de las juventudes de Macías llegan a cualquier poblado bubi en la isla de Fernando Poo, o a cualquier otro en el continente, generalmente en respuesta a cualquier absurda delación o sospecha. Muchas de las veces son delaciones con el único propósito de obtener prebendas y congraciarse con el poder. La operativa secuestra sistemáticamente a los hombres del poblado y les obligan a subir a los camiones. Muchas mujeres y niños huyen al bosque a refugiarse en desbandada. Pasan los días y nadie vuelve a tener noticias de ellos. A veces, sus cuerpos aparecen al cabo del tiempo flotando en el río, otras, no vuelven a aparecer nunca.En Santa Isabel hay una cárcel, Blackbeach. La escasez de munición y el desprecio por la vida se alían, y se llega al punto en que el sistema habitual de ejecuciones consistía en tender a los reos boca a bajo en el patio, y proceder por parte de varios miembros de las juventudes a golpearles los cráneos con gruesas barras de hierro hasta que sus cabezas quedaban convertidas en un amasijo de carne, sangre y huesos.
Cuando se está dispuesto a pagar una cifra astronómica por un silencio, es indefectiblemente por ocultar una ignominia, en este caso presuntamente a cargo del gobierno español y de uno o varios de sus miembros.
Macías envejece, su rostro se va agriando y su crueldad se torna poco a poco en locura permanente. El pueblo de Guinea retrocede a los claros sombríos del bosque, en el que el paludismo vuelve por sus fueros de la mano del cólera, la disentería y la mortalidad infantil prematura.
Los jinetes del terror de oscura silueta fundida en los crepúsculos, parecen rondar en los poblados desde los lindes de la selva. La gente está aterrorizada, triste y resignada. Abandonada irremediablemente.
Un joven teniente de la escuela militar de Zaragoza es testigo de los sucesos de esta Guinea, igual que lo fue del esplendor de la Guinea anterior cuando era un adolescente.
Por su mente rondan mil ideas y una determinación obligada:
Sobrevivir y esperar.
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La monstruosidad política y moral que España cometió con Guinea y sus habitantes, dejó sumida a esta en la profunda negrura de la noche de los tiempos, en el breve periodo de seis meses.
Macías, agotada la fe en sus delirios de pocos meses atrás, fracasado y aislado, masacró, persiguió y asesinó a un ingente número de guineanos de todas las etnias, incluida la suya propia, la Ntumu. Quedó sumido en la espiral de su paranoia enfermiza que, parcialmente contenida hasta ahora, se manifiesta somática y mentalmente de forma acelerada hasta el final de sus días. López Ibor, con la excusa de un chequeo general en la clínica Ruber en el año 1967, ya había informado confidencialmente al gobierno español de que Macías sufría de “paranoia esquizoide”.
En este sentido, el caso de Guinea es único en toda el África negra. En Guinea, en los últimos cien años se había disfrutado de un bienestar económico y social bastante aceptable, muy superior al de los países de su entorno e incluso al de la propia España peninsular. Nunca habían existido grupos políticamente organizados ni ningún tipo de activismo reivindicativo.
Las primeras experiencias de ejercicio político de los nativos guineanos, impuestas paradójicamente desde Madrid, se pusieron en práctica a partir de 1964, cuando comenzó el llamado periodo de autonomía, diseñado por España como preámbulo a una independencia aún no fijada en el tiempo. Aquel experimento fue totalmente teatral y nada docente para los guineanos.
España en ese momento no era el tutor más idóneo para aleccionar a los noveles políticos guineanos en la práctica democrática. Políticos por otra parte creados al efecto artificialmente de la nada. Este periodo, que acabó bruscamente en cuatro años, fue absolutamente estéril.
Estas circunstancias y la escasa extensión territorial de Guinea, pusieron en bandeja a Macías los resortes para aniquilar de raíz cualquier oposición política organizada, capaz de enfrentarse a él a partir de 1969.
Macías utilizó la demagogia mediática, aprendida, de que disponía, radio y prensa, para dar forma y disfrazar sus actos bajo una apariencia política, formal, y moderna; léase: “métodos y códigos aprendidos de la modernidad española”. Pero realmente utilizó, de facto, los métodos que su atavismo tribal le dictaba para defender su “trono” y su propia vida: la persecución cruenta, la aniquilación, y el asesinato de los oponentes a su poder.
Actuó como lo habría hecho un jefe de tribu en el siglo XIX.
Molestas obviedades
EEUU había decidido que África fuera la despensa de sus reservas de futuro y nadie osó impedírselo. Interesaba un África abandonada por los antiguos europeos, perdedores en la segunda guerra mundial. Un África desvalida, desorientada y retrotraída al caos de sus atavismos ancestrales. Presa fácil de manipular, sobornar y expoliar nuevamente. EEUU no tuvo la necesidad de poner ninguna bandera en el continente negro. No era necesario, todo el mundo sabía de quien era el petróleo del golfo de Guinea.
Occidente se lamenta y entona un coro de plañideras cuando el tribalismo resurge en África y cuando las fronteras trazadas a escuadra y cartabón, y decididas por otros, obligan a convivir a Hutus y Tutsis, a Ibos y Haussas.
Durante la década de la abominable dictadura tribal de Macías, ningún país limítrofe fue capaz de invadir Guinea, cuestión esta muy temida por él. Estamos hablando de Nigeria, Camerún y Gabón, que ancestralmente habían tenido esas apetencias por su proximidad geográfica y por la similitud de troncos étnicos comunes. Cualquiera de estos países poseía unos ejércitos inmensamente superiores al inexistente ejército guineano.
Macías, por tanto, actuó durante diez años en la más absoluta impunidad y sin que el petróleo guineano saliera al mercado, por razones estratégicas de EEUU.
El pequeño matiz del petroleo
En nuestro país, hoy, no hay día en el que, hablando de guinea, los medios de comunicación no mencionen que el petróleo de Guinea se descubrió en la década de los noventa, demostración evidente de varias cosas:
1ª- La declaración de materia reservada referente a Guinea declarada por Franco, tuvo una eficacia fulminante. Varias generaciones de españoles no han oído ni hablar de Guinea en las aulas de los colegios.
2ª- Esto ha venido muy bien a los gobiernos posteriores. Posiblemente porque sea un trapo demasiado sucio y plagado de responsabilidades que nuestros gobernantes se cuidan de ocultar.
3ª- Los medios de comunicación se surten de noticias prefabricadas de agencia, como yo de Carrefour a primeros de mes. Murieron la libertad de expresión, el periodismo de investigación, los corresponsales, y los cronistas con más aprecio a su cultura personal, que al medio que le financia la hipoteca.
Por cierto, el petróleo en Guinea se descubrió en 1965 como muy tarde. Lo descubrieron, como no, los americanos, y obviamente en territorio español. No hay más que tirar de hemerotecas, incluidos el B. O. E. y las órdenes del Ministerio de Industria de la época.
Las prospecciones las realizó una sociedad mixta americana y española. (Enlace)
Todos los que vivíamos allí lo sabíamos y nuestro gobierno de entonces, también. Parece que respecto a este tema, nuestros gobiernos actuales no saben, no contestan.
Tal vez esté ahí el quid del complaciente secretismo, versión 2008, de los asuntos de Guinea y de su historia; que en parte es la nuestra, queramos o no, lo sepamos o no.
Cronicas del absurdo kafkiano
Dicha agencia informa, por ejemplo, de la detención de 200 personas en Kogo, simplemente por ser el lugar de origen de Armando Balboa, presunto partícipe del golpe de marzo de 1969. Dieciocho de ellos son internados en el hospital de Bata después de ser torturados y mueren por efecto de la gangrena.
Este clamor de la prensa extranjera incomoda a España, cuyo prestigio en los foros internacionales queda en entredicho. Tal vez por eso, y tal vez por alguna dosis de conciencia moral, España vuelve a intentar un arreglo con Macías. Y otra vez actúa cicateramente y de cara a la galería.
En agosto de 1969, España concede a Guinea un crédito de 6 millones de dólares, cuando ya es sabida la personalidad criminal de Macías y cuando apenas quedan españoles en Guinea; solo un retén de algunos cientos de empresarios que tratan de sobrevivir y salvar su patrimonio. España se limita a dar dinero a Guinea con la total seguridad de que solo servirá para engrosar la cuenta corriente de un asesino paranóico esquizoide.
En Octubre, Villar Palasí visita Guinea para presenciar los actos del primer aniversario de la independencia. En dichos actos aparece García Trevijano junto a Macías, que le condecora con la Gran Cruz de la Orden de la Independencia.
No está nada mal para un señor que, hoy, trata de vendernos su purista convicción demócrata republicana y, entonces, en España, se alzaba en paladín contra la dictadura franquista.
En diciembre, el consejo de ministros guineano acuerda la creación del partido único nacionalista, según los estatutos redactados por García Trevijano, y en enero de 1970, a cinco años sólo de la muerte de Franco, Macías publica un decreto de supresión de los partidos políticos. Se obliga a inscribir a los niños en el PUNT desde temprana edad y el carnet del partido es exigido para cualquier gestión administrativa. Tribalismo de facto y modernidad tecnócrata para la galería.
La producción de cacao guineano, desciende de las 40.000 toneladas, hasta las 11.000. El café cae a las 1000 T.
En un año de independencia, Guinea carece de base económica.
Mientras Villar Palasí y García Trevijano se hacen fotos con Macías, en diciembre se celebra un juicio de opereta contra Enrique Gori Molubela, Norberto Balboa, Vicente Ntutumu, Luis Angue Bacale, Santiago Osa y otros, por el golpe de estado del mes de marzo del 69.
El juicio se lleva a cabo cuando los principales implicados ya habían sido torturados, asesinados o como muchos otros, desaparecidos, y cuyas ejecuciones se decretaron, sin juicio, después de producirse. La sentencia menciona a los “rebeldes”, ayudados por “colonialistas españoles”.
Cuanto más aumenta la barbarie y el despotismo de Macías, más dinero le da España, y él lo sabe.
Enrique Gori es condenado a 25 años de prisión militar y muere asesinado en 1972. Los demás, no corren con mejor suerte.
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Dentro de la tragedia humana que supuso la independencia de Guinea uno de los capítulos más sangrantes es el de las familias que hubieron de huir literalmente de ella de manera forzosa, en trágicas circunstancias y ante la pasividad e inoperancia del gobierno español. En la España de los sesenta, el tamaño de la familia media oscilaba entre tres o cuatro hijos; Guinea no era una excepción y en muchos casos superaban esa cifra.
El agravamiento de la situación después de la independencia pasó por su etapa más crítica en marzo de 1969.
Estamos hablando de familias que llevaban toda su vida en Guinea. Familias, algunas de las cuales llevaban dos, tres, y más generaciones en aquellas tierras y que por tanto con todo derecho y legitimidad moral la consideraban tan suya como de cualquier otro. En otros casos, como el de Sudáfrica, esa legitimidad se llevó a la práctica en la independencia como un derecho, con el beneplácito internacional.Familias cuyos antepasados muertos, descansan en los cementerios de Santa Isabel, Bata, Corisco o en cualquier otro bonito y cuidado cementerio guineano. Bisabuelos, abuelos y padres que habían llegado a aquellas tierras a principios del siglo XIX.
Se desgarraron historias personales, vivencias, estructuras familiares, raíces vitales y se produjo una diáspora humana cuyas secuelas aún perduran.
La embajada española y sus sucesivos titulares —D. Juan Durán Lóriga y D. Emilio Pan de Soraluce, únicas autoridades españolas en el territorio en ese momento— demostraron su falta absoluta de capacidad para salvalguardar los intereses y aún la vida de los españoles. Durante los meses de febrero y marzo de 1969, se produjo por tanto un auténtico y caótico éxodo de familias españolas, que tuvieron que ingeniárselas para abandonar el territorio por sus propios medios en unas jornadas de terror e inseguridad, durante las cuales cada día de supervivencia era un éxito y una muesca en el calendario.“no ocurre nada en absoluto; las relaciones entre España y la república de Guinea ecuatorial son excelentes y ustedes deben continuar aquí, en sus puestos de trabajo, haciendo lo que han hecho siempre”.
“Nada más lejos de mi intención que decirles que deberían regresar a España, pero creo que es mi obligación advertirles de que a partir de finales de este mes de marzo, no van a volver a venir más barcos de Transmediterránea ni aviones de Iberia. Se cortarán todas las comunicaciones con la península”.
“Y también debo decirles que todos los médicos abandonarán el país en breve; como también lo harán nuestras fuerzas armadas… pero, repito, aquí no pasa nada y ustedes están completamente seguros.”
“Se quedan ustedes sin médicos, sin comunicaciones con la península y sin la protección de la guardia civil… pero no pasa nada. Quédense ustedes aquí, porque, como embajador de España, es mi obligación decírselo; sobre todo para que lo oiga este caballero que nos acompaña”
Por ende, la reunión tuvo lugar, según recuerdo del testigo, ante la presencia del propio Macías o de uno de sus significados ministros, incapaz como se ve el embajador de mantener una reunión privada para transmitir noticias de semejante envergadura.
Las familias tienen que huir a veces con lo puesto y abandonando sus casas, propiedades, enseres, y dejando atrás una vida entera de esfuerzos, afectos, amigos, seres queridos enterrados allí y experiencias vitales. Allí quedaron todo tipo de documentaciones, laboral, justificaciones de la seguridad social, partidas de nacimiento y toda clase de historiales administrativos cuya carencia, supuso después en España, para más INRI, infinidad de trastornos y pérdidas de derechos consolidados, hasta nuestros días. Familias que consiguen la evacuación de los hijos y esposas, mientras el padre decide a pesar de todo permanecer allí, intentando salvar algo de su patrimonio en última instancia y mantener la ténue esperanza de que la situación cambie.Los cuarteles de la Guardia Civil de Bata y Santa Isabel, se convierten en Numancias del siglo XX en las que se refugian las familias para resguardarse del terror. La Guardia Civil, cumpliendo órdenes cobardes y muy a su pesar, se limita a defender los cuarteles y dar cobijo a madres, padres, y niños, que no pueden hacer otra cosa para salvar sus vidas. Gracias a ella, el terror no desembocó en una masacre a pesar de todo.
Hay muchas historias trágicas, sirvan algunas de muestra:
Bata
Armando Balboa Dougan
No importa el color, español por derecho, y casado con española, de Barcelona para más señas.
Se refiere a una familia numerosa.
Santa Isabel
Rafael Avalos
No importa el color.
Era también español de derecho y estuvo al frente del servicio de Correos durante muchos años.
La mayor parte de los empleados de correos en Fernando Poo, eran de la etnia bubi.
El día 31 de Marzo de 1969, sale el último vuelo de Iberia del aeropuerto de Santa Isabel, en el que consigue salir entre otros, L. P., gracias exclusivamente a la providencia y al destino.
Todos estos episodios son reales y solo una muestra, la diáspora no había hecho más que empezar. La mayoría de familias tuvieron que comenzar de nuevo sus vidas desde cero y superar un trauma material y moral, cuyas consecuencias fueron, en demasiados casos, una tragedia añadida. A la llegada a España tuvieron que alojarse repartidos en casas de familiares, sin enseres, sin ropa, sin medios materiales ni económicos, y en muchos casos también sin casa propia, ni trabajo. Asumir un drama íntimo y familiar de ese calibre para seguir adelante, no fue fácil en la mayoría de los casos. Hay numerosos testimonios de que muchos padres de familia no fueron capaces de superarlo y en breve periodo de tiempo sufrieron depresiones, la enfermedad, y finalmente la muerte.
Aún superándolo y según los casos, el trauma psicológico que supuso aquella tragedia, marcó la vida de familias completas hasta nuestros días.
Sin llegar a los extremos mencionados, son innumerables los testimonios de familias cuyos padres tuvieron una muerte natural prematura y que nunca pudieron superar el hecho de ser arrancados de cuajo de su tierra y dejar atrás toda una vida de trabajo, dedicación y experiencia vital. Muchas veces a unas edades en las que un nuevo comienzo no era vital ni emocionalmente viable.
A día de hoy, la administración española no ha hecho el menor gesto de reconocimiento público de aquellos hechos, admisión de responsabilidades, ni ha colaborado a resarcir en ningún aspecto las penalidades sufridas, ni los perjuicios de toda índole causados a un alto número de familias españolas.
Por estas y otras muchas razones, me importan un bledo las disquisiciones mentales de algunos responsables, actores y cómplices de un caos y un terror, que pudiendo haber sido evitado, decidieron conscientemente no hacerlo: Fernando Maria Castiella, Luís Carrero Blanco, Pan de Soraluce, Juan Durán Lóriga, Antonio García Trevijano, Francisco Paesa, Fraga Iribarne, Franco, Herrero de Miñón… y algún otro nombre que, con toda justicia, olvido, no me parecen mejores que Francisco Macías Nguema Mbasogo. Este actuó por locura, ignorancia y atavismo tribal. Aquellos, por obediencia y sumisión a un régimen y por las míseras prebendas del “imperio”, al que regalamos una de las mayores reservas de petróleo de África a cambio de ocho años más en el sillón.
PALABRAS DE DON JUAN DURÁN LORIGA EN 1999
(De las Memorias de Don Juan Durán Lóriga, escritas en 1.999):
“El día 5 de Marzo dio Atanasio su golpe de Estado, trágicamente fallido. Macias se refirió siempre a este hecho, incluso en su proceso, como “el golpe del embajador Durán”. Alguna vez he dicho que si hubiese sido mío no habría fracasado. No había en esta “boutade” la menor petulancia puesto que hubiesen seguido “mi” golpe dos compañías móviles de muy aguerridos guardias civiles”
Sr. Durán: Dudo mucho que un solo miembro de la GC en Guinea y en esos momentos, hubiese acatado la orden de acompañarle a Ud. en semejante empresa. Fue muy fácil decir eso en 1999, lo honesto era haberlo pensado, dicho y consecuentemente, hecho, en 1969.
ALGUNAS VICTIMAS DEL GOLPE CON NOMBRE Y APELLIDOS. EL GENOCIDIO Y LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD (COMO GUSTA DECIR A FRAGA)
El golpe de marzo de 1969 dejó tras de si una estela de asesinatos y horror que duró cerca de una década. Estos nombres son sólo el encabezamiento de una interminable lista, reconocida internacionalmente por la ONU:
ATANASIO NDONGO MIYONE
Ministro de Asuntos Exteriores
Atanasio se produce importantes lesiones y fracturas en las dos piernas al tirarse desde la ventana del despacho presidencial, desde una segunda planta, presa del pánico. Allí mismo, al pié de la ventana y en plena calle, es apaleado, macheteado salvajemente y quemada su cara con cigarrillos por las juventudes de Macias.
ARMANDO BALBOA DOUGAN
Director de la televisión guineana
Balboa no participa directamente en los sucesos y ni siquiera llega a Bata con el resto de personas convocadas por Atanasio el día antes.
SATURNINO IBONGO YYANGA
Embajador de Guinea en la ONU
Asesinado por la espalda con un tiro en la nuca, a bocajarro, durante el asalto de Macias al palacio presidencial.
BONIFACIO ONDÓ EDÚ
Presidente del Gobierno Autónomo de Guinea antes de 1968 y contrincante de Macias en las elecciones presidenciales
Es detenido por Macias cuando, supuestamente respaldado y con “garantías” de España, regresa de su exilio en Camerún. Encarcelado y torturado durante días es agredido sistemáticamente a machetazos, hasta que un día uno de los golpes de machete le fractura el cráneo y muere.
Si los acontecimientos de Guinea parecían haber llegado a su punto álgido a finales de febrero, a partir del día cuatro de marzo de 1969 los sucesos sangrientos, torturas y asesinatos indiscriminados hacen de aquellos días un anhelado paraíso.
De ninguno de ellos se conoce el lugar y la forma de enterramiento, otra merced más en el trágico saldo de sus familias, algunas residentes en España, hoy.
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BARAJAS, CAMPO DE REFUGIADOS IMPROVISADO
Desde mediados de febrero de 1969 y hasta mediados de abril el aeropuerto Madrileño de Barajas se convierte en un improvisado y escalofriante campo de refugiados y víctimas llegadas de Guinea. Una vez a la semana, creo recordar que los miércoles, llega el vuelo de Iberia procedente de Santa Isabel y Bata.
Barajas no es solo los miércoles un campo de refugiados, también funciona como centro neurálgico de información y punto de encuentro; el único existente para los guineanos en España y el único en el que una persona puede estar informada fehacientemente de los acontecimientos en Guinea por el testimonio directo de los que vienen de allí. Eso si, observados de cerca por la guardia civil y policía de paisano, que siempre deambulaban por salas y pasillos.
Y esa es, tristemente, la única forma de saber a ciencia cierta si a tu padre, esposo, hijo o familiar, le han asesinado, torturado, ha podido refugiarse en el cuartel de la GC o ha logrado huir por la selva a Camerún, Gabón o Congo. Evidentemente, la confianza en la labor de nuestra embajada en Guinea es nula.
Nuestro paternal gobierno, paradigma de la moral y reserva espiritual de occidente, ordena un silencio mediático absoluto respecto a los temas de Guinea, declarándolos “materia reservada” y Barajas es el único clavo ardiendo al que pueden agarrarse a la desesperada, los familiares o amigos de las víctimas de la vergüenza y el horror guineanos.
La gente se reúne en el aeropuerto de Madrid con horas de antelación, intercambiando noticias, rumores, esperando con tensión contenida el aterrizaje del avión y manteniendo la respiración entrecortada mientras tanto. Una mala noticia puede aparecer de forma súbita por la puerta de salida de pasajeros en cualquier momento, también una esperanza, o la persona querida, finalmente a salvo.
Desde toda España los privilegiados que pueden personarse en Barajas portan encargos para interesarse por tal o cual persona, por la suerte de esta o aquella familia. Después, por la noche y a golpe de conferencia, informan a los amigos dispersos por toda la geografía nacional de las buenas, malas o trágicas noticias. La vida y la muerte juegan a la ruleta rusa cada miércoles en Barajas.
Con solo un vuelo semanal los sucesos han podido variar en Guinea drásticamente en siete días, y después de cada vuelo, el más absoluto mutismo informativo vuelve a reinar hasta el miércoles siguiente.
La esposa de LP se entera a través de unos conocidos por “conferencia” desde Barcelona de la detención de este en Santa Isabel por el asunto del machete; ha de pasar toda una semana de incertidumbre y ansiedad, hasta que finalmente un pasajero procedente de Guinea en un celebrado miércoles le informa de que LP está bien y se encuentra refugiado en el cuartel de la Guardia Civil.
No siempre las noticias que porta un evacuado llegado a Barajas son tan buenas, y cuando así ocurre las escenas de dolor son indescriptibles. Desesperación, desconsuelo y desgarro de familiares, llantos y dolor; mucho dolor, ira e impotencia ante el sinsentido de lo que estaba ocurriendo en la tierra de todos los allí concentrados, sea cual fuera su color.
Nuestra embajada en Guinea y su nuevo embajador, son absolutamente inoperantes. No solo no defienden la integridad física de los españoles allí, sino que tampoco asumen la mínima labor humanitaria de informar en España al resto de los familiares de la suerte de los muchos miembros que aún quedan en Guinea.
EL CONTEXTO IGNORADO
En mitad del caos y el horror había días en los que era difícil dar crédito a lo que ocurría, al sinsentido y el absurdo de los hechos. Siempre hubo una complicidad en el territorio guineano entre todos sus habitantes, fuera cual fuera su etnia; existía un concepto de patrimonio común. La idea de “ser guineano” era muy valorada por todos y superior en rango a las distinciones étnicas: era una realidad implícita en el sentir de todos en Guinea. Nuestros políticos nunca lo entendieron y mucho menos lo valoraron, pero los guineanos, autóctonos o de adopción, abiertamente sí, cualquiera que fuese su color.
Un intento de marcha atrás – el otro golpe de Franco
Si hubo una chapuza paradigmática en todo el proceso de la independencia de Guinea esa fue el fallido golpe de estado de marzo de 1969, auspiciado soterradamente por el gobierno español. El irónico calificativo de chapuza podría ser el adecuado de no ser por las consecuencias: la venganza criminal de un demente, la tortura, el martirio y el asesinato de una ingente cantidad de ciudadanos ante la pasividad miserable del gobierno español; que en este caso fue responsable directo, por acción.
A aquellas alturas del proceso guineano el gobierno español comprende que la situación se le ha ido de las manos y que, como consecuencia de su desidia en Guinea, su prestigio internacional corre peligro. Macías ha enviado cartas a la ONU a raíz de los sucesos de la guerra de las banderas en Bata y el tema empieza a conocerse en el exterior. Tanto Carrero Blanco como Castiella ven peligrar su reputación personal y su posición en el régimen. Franco es ya un anciano que tardó solo seis años más en morir, pero aún ostenta el poder y de vez en cuando procura, mediante golpes de efecto bien recordados por todos, que eso quede claro.
Por fin, aunque tardíamente, los ignorantes políticos del “régimen”, que habían desoído clamorosamente las opiniones de todos los conocedores de Guinea, comprenden que Macías es un hombre paranoico, peligroso y que la prensa internacional se hace eco del desastre diplomático en Guinea. La actitud pusilánime de España no pasa desapercibida en los foros internacionales.
De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:
Un mes después, en otra reunión secreta el día 28 de febrero, me comunicaron (Atanasio y Saturnino), que proyectaban la incapacitación de Macías y la formación de un gobierno de salvación nacional. Para ello pidieron y obtuvieron mi colaboración y en mi casa se ajustaron proclamas y calendario.
Los hechos, a pesar del oscurantismo oficial al respecto, vigente todavía hoy, y de los 39 años transcurridos, sucedieron aproximadamente así:
Atanasio Ndongo regresa a Madrid procedente de Etiopía ante las preocupantes noticias de los sucesos de Bata y los baños de sangre ordenados por Macías. Durante los días 28 de febrero y 1 de marzo de 1969, tiene una reunión de varias horas con Fernando Castiella y otra igualmente profusa con Miguel Herrero de Miñón, arriba aludida, en la que se ultiman los detalles del plan de incapacitación de Macías.
El gobierno español, pone a disposición de Atanasio un avión entero de Iberia en el que además de él sólo viajan seis personas, entre otras Saturnino Ibongo, Armando Balboa, director de la TV guineana, y el asesor español de la TVE en Guinea, Luis Carrascosa. La policía “impide” el embarque en el vuelo a Jose Luis Novais, periodista de Le Monde e invitado personal del propio Ndongo.
Durante esos dos días, se han producido noticias dignas de mención:
La astucia de Macías brilla una vez más pues, enterado de las intenciones ocultas de España, nuestro sistema de inteligencia situándose siempre al más alto nivel guarda una jugada maestra en la manga y convoca en la tarde del día 4 e inesperadamente un Consejo de Ministros. Macías confiesa en el consejo su imposibilidad personal de acuerdo con España y su decisión de dimitir a favor de Atanasio Ndongo, al cual hace entrega del palacio presidencial. Saturnino, Atanasio y miembros de su confianza se instalan en él y el ambiente se relaja en una celebración improvisada, mientras el palacio es custodiado por la Guardia Nacional de etnia Combe.
Macías previamente había organizado en secreto una fuerza de partidarios armados de su misma tribu, al frente de la cual se dirige a palacio a las cuatro de la madrugada. Al llegar a la entrada el desconcierto es general. Macías asesina por su propia mano a los centinelas Combes de la puerta principal y sus mercenarios suben las escalinatas disparando indiscriminadamente. Atanasio Ndongo escucha el escándalo y presa del pánico se arroja por la ventana del despacho presidencial, situado en la primera planta, produciéndose lesiones de gravedad. Hay versiones según las cuales es defenestrado directamente por las juventudes de Macías. Saturnino Ibongo huye despavorido y es alcanzado por un tiro en la nuca. Macías arenga a los miembros del ejército de tierra, de su misma etnia, convenciéndoles de que la marina, mayoritariamente Combe, se había sublevado. Entran en las dependencias sin resistencia alguna y sorprenden a la mayoría de la marinería durmiendo, siendo así asesinados en masa, incluyendo al oficial de guardia.
En la mañana del día cuatro y ajenos a lo ocurrido por el corte de las comunicaciones llega a Bata el avión procedente de Santa Isabel con casi todas las personas convocadas el día anterior por Atanasio Ndongo. Todas ellas fueron detenidas, encarceladas y en pocos días, asesinadas y torturadas. Se detiene también a oficiales españoles, que serán puestos en libertad días más tarde, a cambio de grandes sumas de dinero, que España paga religiosamente.
En la mañana del día cinco la radio oficial da su versión de lo sucedido, obviamente manipulada, falseada y favorable a Macías.
El incidente se salda con cientos de asesinados y torturados, entre otros:
Atanasio Ndongo Miyone (Ministro de Asuntos Exteriores)
Saturnino Ibongo Yyanga (Embajador de Guinea en la ONU)
Armando Balboa Dougan (Director de la televisión guineana)
Pastor Torao Sikara (Presidente de la Asamblea Nacional)
Gustavo Watson (Diputado)
Agustín Nve (Diputado)
Enrique Gori Molubela (Presidente de la Diputación de Fernando Poo)
Federico Ngomo Mandongo (Presidente de la Diputación de Rio Muni)
Edmundo Bosio Dioco (Vicepresidente)
La mayoría de Diputados de la “oposición”.
El total de asesinados en esa noche y los días sucesivos, es incalculable.
De las Memorias de estío, de Miguel Herrero de Miñón:
Esa misma mañana, Macías agradece al nuevo embajador español, Pan de Soraluce, su “neutralidad”, lo cual no le impide horas más tarde acusar a España de organizar el golpe. En España, Fernando María Castiella y Manuel Fraga en el Consejo de Ministros del día 7 de marzo insisten en la no injerencia en los asuntos guineanos y en que mantendrán allí las tropas españolas “_para facilitar el éxodo de la población española_”. Ambas afirmaciones, son colosales embustes y la población española ya había iniciado su éxodo, con ayuda exclusiva de la providencia....Incomprensiblemente, Ndongo, Ibongo y algún otro conjurado, en lugar de esperarle en Santa Isabel como habíamos acordado, fueron al continente tratando de detenerlo (a Macías).
Macías ha entrado marcha atrás en el túnel del tiempo, quemado los puentes y arrastrado a un país entero tras él. Su cólera y su sinrazón llegan al paroxismo absoluto. Decide abolir por decreto la Constitución, que desde un principio despreció, a pesar de Don Antonio García Trevijano. Disuelve la Asamblea Nacional y prohíbe los partidos políticos, creando el partido único nacional (PUN). Prohíbe toda clase de culto religioso que no sea el de sus dioses ancestrales, en especial el culto católico. Encarcela a los sacerdotes negros y expulsa a los blancos. Asesina sin más a los “únicos” cuatro médicos autóctonos existentes en el territorio y expulsa al cuerpo médico español. Vocifera en la radio la vuelta a la medicina tribal y a la brujería ancestral, incorporando en su séquito a un hechicero adivinador de su misma etnia.
En definitiva, eran tan españoles como cualquiera, porque eso les habíamos dicho durante doscientos años y así lo sentían. Todos ellos, los más conocidos y preparados, murieron torturados, asesinados y fueron exterminados; mientras tanto la madre patria miraba de reojo porque unos cuantos aquí e impunemente decidieron que no eran nadie. Otros muchos miles, no tan conocidos, también murieron por la misma sinrazón.
Los aviones de Spantax y de Iberia comienzan a salir de Santa Isabel con cerca de sesenta personas más de su capacidad a bordo. Un viaje de ocho horas, con el pasillo de los aviones atestados de pasajeros tirados por los suelos, en manga corta, con lo puesto y teniendo que abonar el pasaje a su llegada desesperada a Barajas, Madrid, capital de la patria y reserva espiritual de occidente.
_____________Sobrevivir cada dia bajo el desamparo absoluto
A partir de la guerra de las banderas en Bata, comienza el éxodo caótico a la península de las familias guineanas, en circunstancias a veces escalofriantes y dignas de la mejor novela de John Le Carré, y eso, con ser trágico, no es lo peor. Básicamente lo pueden hacer las personas de etnia blanca que tienen la inmensa suerte, por sus vinculaciones familiares en España, de tener esa opción; sólo algunas personas de etnia negra comparten esa suerte, las que poseen suficientes medios materiales como para costearse los pasajes de barco o avión.
Porque, hay que mencionar a estas alturas, que todo el mundo tuvo que sufragar de su bolsillo el coste de los billetes de avión o barco, para huir de la trampa mortal guineana y del criminal abandono de la población por parte del gobierno español.
La inmensa mayoría del pueblo guineano no tiene ni esa, ni ninguna otra opción.
La esposa de LP, después del incidente con el jefe de correos, decide regresar a España y este, una vez solo y tras su detención por llevar un machete en el Land Rover, decide un día comprar una fuerte maroma en la factoría ”Transportes Reunidos”. Bromea con el dependiente, comentando que la cuerda es para ahorcarse si llegara el caso. El comentario va de boca en boca y acaba teniendo que explicar que sólo fue una forma distendida de hablar. La verdad es que la cuerda tenía por objeto poder descolgarse desde una ventana del patio trasero de su casa, en una planta primera, ante la más mínima señal de peligro durante las interminables noches en Santa Isabel.
Apenas quedan mujeres blancas en Santa Isabel y una de las excepciones es Maria Luisa, esposa del comandante de aviación Armando Lucas. Siempre ha sido el nuestro un país de genio y valentía individuales, especializados en aflorar en los momentos más difíciles.
Esta mujer acoge en su casa, en la primera planta del aeropuerto viejo, a un sin fin de refugiados de todos los colores, buscados por las juventudes. No contenta con el peligro que ello conlleva, cada mañana coge su Volkswagen escarabajo de color naranja y se dedica a hacer la compra de víveres para alimentar a todos sus invitados. Hay pocas tiendas aún abiertas en la ciudad y si eso le fallaba, estaban los tenderetes callejeros que empezaban a proliferar, o el mercado indígena. Otras veces, recurre a conseguir alimentos recorriendo las fincas cercanas, frutas, arroz, pescado, o cualquier cosa disponible.
Su determinación se convirtió en una aventura diaria de alto riesgo. Trayectos interminables, paradas en los puestos de control improvisados de las juventudes de Macías, transitar por los solitarios y embarrados caminos de fincas a través del bosque y después, deshacer el camino hasta volver al aeropuerto.
La providencia, que no nuestra embajada, le echó una mano indudablemente, y hay que decir que nunca tuvo el menor incidente y si que, a cambio, seguramente salvó muchas vidas. Brindo por ella, por eso.
El terror y la indefension, noche a noche
LP mantiene durante un tiempo la decisión de dormir solo en su casa y finalmente decide junto con otro grupo de amigos, pasar las noches reunidos en casas distintas cada vez y por turnos rotativos, de forma que sea difícil su localización.
La quietud de las noches ve de vez en cuando rasgado su silencio por el rumor de un jeep, y si ese rumor se detiene a la puerta de tu casa, es señal inequívoca de que algo desagradable puede ocurrir.
Macías siempre, y una vez más
La locura, posiblemente congénita, de este hombre, se agudiza en los momentos de tensión, y sus decisiones hacen impensable un arreglo de las relaciones con España; es víctima de su propia espiral de desequilibrio y no hay posibilidad de marcha atrás.
Franco y sus hombres, la farsa del deber castrense
Una de las últimas peticiones por radio de Juan Durán Lóriga a la población española antes de abandonar Guinea fue, que iniciaran el repliegue hacía Bata a lo sumo en dos horas, desde los remotos confines del territorio continental. Semejante estupidez solo podía emanar de semejante cerebro. Exigir eso a familias enteras, aisladas en fincas en mitad de la selva, a cientos de kilómetros de Bata, sin protección, en época de lluvias y con los caminos, que no carreteras, atestados de juventudes armadas, da idea del talante de nuestro embajador. Su nerviosismo, miedo y paranoia, eran parejos a los de Macías, aunque no su inteligencia. En aquellas fechas un trayecto así, hubiera supuesto, además de un alto riesgo, seis u ocho horas de convoy, en el mejor de los casos.
Ante el caos guineano, Madrid, mejor dicho Carrero Blanco, ordena a la GC la toma de posiciones estratégicas en Santa Isabel, la víspera de la salida del embajador español. El aeropuerto, el puerto, la emisora de radio, etc. etc.
La situación es grave y nadie sabe en que puede desembocar; menos aún las mentes preclaras de Madrid, cuya única preocupación es la imagen internacional del régimen que ven tambalearse ante la repercusión internacional de los sucesos de Guinea.
La primera víctima de Macías, Bonifacio Ondó Edú, lo fue, con la intervención directa de la diplomacia española y el refrendo de Madrid. Se convence a este y se le dan garantías de salvaguardia, de que regrese a Guinea de su exilio en Camerún, poniendo a su disposición un avión de Iberia, ahora sabemos que fue torturado y asesinado días después, con la mayor indiferencia de nuestro gobierno y ocultando oficialmente el hecho.
A estas alturas de los sucesos en Guinea, ya se había torturado a Rafael Avalos, jefe de correos en Santa Isabel y perteneciente a la etnia blanca, dato aportado, por si eso fuera relevante para algunos.
También se había asesinado a Juan José Bima Martí, en Bata, perteneciente a la misma etnia.
También habían sido saqueadas propiedades de personas y empresas a discreción, y habían sido asesinados y torturados, una ingente cantidad de ciudadanos, que aún conservaban en sus carteras el DNI expedido por la DGS del Ministerio de la Gobernación español.
Por tanto, del análisis jurídico de la actitud del gobierno español de entonces, y solo por lo relatado sucintamente hasta el momento, pueden quizá, derivarse conclusiones suficientes como para que, como mínimo, la Ley de la Memoria Histórica contemple el caso con todas sus consecuencias.
Mientras tanto, los Srs. Paesa y Antonio G. Trevijano, siguen a lo suyo, la estafa a todo el pueblo guineano, del Banco de Guinea; para de paso, dejar bien alto el honor de la nueva hornada de españoles, llegados a Guinea tras la independencia.
Adios don Juan, las miserias de un inepto
Don Juan Durán Lóriga, primer embajador de Franco en Guinea, abandona esta a finales de febrero de 1.969. Cuentan que en el aeropuerto de Santa Isabel de Fernando Poo, y a punto de embarcar en el avión de Iberia, se encontró con Atanasio Ndongo, ministro de asuntos exteriores guineano, y este le comentó, mientras le estrechaba la mano, que tomaría su ida como una comisión de servicios “temporal”; enigmáticas palabras que cobrarán sentido más adelante. Acaba así la funesta intervención de Don Juan en Guinea, que dejó las relaciones entre los dos países absolutamente irrecuperables y al nuevo país sumergido en el caos y el terror. No se podía esperar otra cosa de un personaje cuya máxima preocupación durante los peores momentos de la situación guineana, fue construirse una piscina privada en su mansión en una de las zonas más bonitas de Santa Isabel.
Fernando Poo, tierra de nadie
Se implanta el toque de queda en las calles y la sociedad civil en Santa Isabel y San Carlos, se organiza lo mejor que puede, en ausencia de planes por parte del gobierno español. En el seno de muchas familias las mujeres y niños habían iniciado el éxodo a España y por lo general muchos cabezas de familia acuerdan pasar las noches en grupo, en casa de amigos y conocidos, esperando a que la luz del día disipara la tensión y el peligro de las doce horas de noche ecuatorial bajo el toque de queda.
Macías da orden de que se entreguen todas las armas a la guardia nacional, conocedor de que en Guinea mucha gente tenía armas de caza habitualmente.
La Guardia Civil hace tiempo que está acuartelada por órdenes de Madrid, al estilo numantino, y el cuartel empieza a llenarse de ciudadanos que huyen del terror. Muchos optan por entregar sus armas deportivas y de caza al comandante de puesto de la G. C. y así evitar su pérdida, gracias a lo cual pudieron recuperarlas en España meses después.
Ese fue el caso de nuestro conocido L. P., lo cual no fue obstáculo para que una mañana fuera detenido por las juventudes de Macías en una calle de Santa Isabel, por el abominable delito de portar en la parte trasera del Land Rover del Servicio un machete.
El machete en Guinea, como en cualquier país tropical, es una herramienta de trabajo imprescindible y cotidiana; máxime cuando el trabajo lo exige. Ese simple hecho le supuso a L. P. pasar 24 horas detenido en las dependencias de la policía y solo gracias a un telegrama de Macías desde Bata, enterado de la situación, fue puesto en libertad.
El panico y la supervivencia
Tras los sucesos de Bata, comienza el éxodo de familias españolas, blancas y negras.
La vida normal no es posible en Guinea. La actividad comercial es inexistente y la inseguridad más absoluta campa por las calles.
Los guineanos blancos y cierto número de guineanos negros, contaban con la tabla de salvación de una cierta vinculación con “la península” y tenían ahí una vía de escape de urgencia. Los ciudadanos de los poblados del bosque profundo de la isla y el continente, quedaban a su suerte, abandonados por la que se hartó durante siglos en denominarse “madre patria”, sin posibilidad de escape alguno ante una situación que les superaba y en manos de un paranóico del que muchas veces ni habían oído hablar, Francisco Macías.
La guardia civil, situacion kafkiana
El caso de la Guardia Civil, durante los episodios que se relatan, es objetivamente digno de reflexión y admiración sin paliativos.
La situación administrativa en la que quedó el cuerpo tras el día 12 de octubre aún no he sido capaz de ubicarla con exactitud, supongo que porque es imposible. Teóricamente, queda en Guinea como cooperación de España en materia de seguridad nacional en el nuevo país; situación ambigua donde las haya y que de inmediato originó infinidad de conflictos.
Un cuerpo armado se rige por una jerarquía de mandos y en ese punto nada estaba claro.
La realidad es que nunca estuvo a las órdenes directas de Macías como podría suponerse, y ni ellos mismos conocían el límite de sus prerrogativas, salvo por instrucciones mediante telex improvisados desde Madrid, según los acontecimientos se producían.
Al margen de las reflexiones jurídicas o administrativas, la Guardia Civil en esos días de terror actuó más con el corazón y un sentido moral que en base a marcos jurídicos inexistentes. Esto llevó a más de uno de sus miembros a caminar por la cuerda floja, pero gracias a su arrojo personal salvaron la vida a miles de ciudadanos españoles, blancos y negros, que nunca lo olvidarán.
A finales de febrero, comenzó el éxodo de ciudadanos españoles, pero la capacidad de evacuación era insuficiente. Mucha gente no tuvo otra opción que refugiarse en el cuartel de la G. C. para salvar su vida, gente de todas clases y etnias, mujeres, niños y hombres.
El cuartel de Santa Isabel está desbordado, y se plantean los problemas típicos de un asedio en toda regla al estilo de Numancia o Massada.
La G. C. sigue con la orden de no intervenir ni salir de los cuarteles.
El aprovisionamiento de víveres, comienza en un principio sin problemas, pero un cierto día Macías decide dar una vuelta más de tuerca y prohíbe el suministro.
Así fue como en Guinea se pudieron salvar muchas vidas y así fue como nuestro gobierno y su camarilla de intelectuales pasaron mientras tanto el rato.
La gente era torturada y asesinada por Macías en las calles, los poblados y el puro bosque. Mientras, algunos filibusteros se dedican a pergeñar cábalas en la línea de la más pura novela picaresca española, como es el caso de la opereta del asunto del Banco de Guinea, tratando de engañar al incauto Macías. Nuestros políticos también se dedican mientras tanto a sus más altos cometidos, como protestar airadamente por si tenemos uno o tres “trapos” ondeando en tal o cual edificio, o construyéndose una piscina en su mansión de Punta Fernanda.
De Manuel Fraga, nunca más se supo, bueno, él si supo, supo muy bien a donde quería mirar, e ir.
Macías pierde los papeles
Macías ha jugado sus cartas; sus inmensas limitaciones y su mente enferma han optado por la ruptura de relaciones con España, por un simple arrebato de ira y a lomos de su ignorancia política.
Expulsado el embajador y el cónsul españoles, Macías se pasea con una pistola al cinto por las calles de Bata. Su desequilibrio es mayúsculo y en el paroxismo de la paradoja, se dedica a visitar las casas de las familias de españoles blancos que aún residen en la ciudad, garantizándoles, rogándoles, que no abandonen Guinea.
Pretende razonarles que contra ellos no hay ningún problema, que son el sostén de las empresas guineanas, que les aprecia como guineanos de toda la vida y que siempre contarán con el apoyo, protección y garantías, suyas y de su gobierno.
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Macías, nuevamente en Bata
Don Juan
Atavismo versus snobismo, instinto contra desidia
He aquí como Macías, con capacidades e inteligencia limitadas en principio, gana la partida a un petimetre snob, falto del más elemental sentido de la ética personal y profesionalmente nulo, nuestro embajador, al que se le supone un “saber hacer” y en posesión de un acerbo cultural de dos mil años de historia patria.
Macías no tiene otro interlocutor válido, representante de España, que a Juan Durán Lóriga. Al mismo tiempo tiene que jugar sus cartas con astucia si quiere seguir siendo presidente de Guinea, a la vista del malestar en Rio Muni. La mente de Macías improvisa una estrategia que le es servida en bandeja, cuyo desenlace programa minuciosamente y que de forma magistral le permite afianzar su mandato político, vengarse de la administración española, y, de paso, defenestrar a Juan Durán Lóriga definitivamente de su entorno.
El precio que paga, como se verá, es sumergir a Guinea en una pesadilla y retrotraerla a la noche de los tiempos durante una década decisiva para el país.
La guerra de las banderas en Bata
En Bata, capital de la zona continental, y después de la independencia, había tres lugares en los que ondeaban banderas españolas, el consulado español, la residencia del cónsul español y el acuartelamiento de la guardia civil, esta última aún operativa según los acuerdos firmados al respecto. No era desde luego un número excesivo, y no más que las que ondeaban en las sedes representativas de otros países.
Sábado15 de febrero. Interviene en el detonante de la operación, el comandante Tray, hombre adulador de Macías y que había adquirido una formación militar en España. Este, con la aviesa y simple intención de apropiarse para si de la residencia consular, embauca a Macías y le convence de que tres, son demasiadas banderas españolas en Bata. Macías coge la idea al vuelo y ve en ella la ocasión perfecta para sus propósitos; sale así de gira por el territorio de Rio Muni y astutamente deja instrucciones a Tray para que en su ausencia resuelva el asunto. Este intenta arriar la bandera de la residencia consular española en un primer intento, sin éxito. Le falta para ello carisma personal, agallas e inteligencia.
Domingo 23 de febrero. Macías regresa de su gira y al conocer el fracaso de Tray, se encoleriza y convoca al cónsul general español, Abrisqueta. En una violenta conversación le declara persona non grata y decreta su expulsión inmediata de Guinea. Al mismo tiempo, ordena que ocho miembros de la guardia nacional, entren por la fuerza en la residencia consular española y arríen la bandera. Así se hace.
Carrero Blanco se entera del suceso con relativa rapidez, por un telegrama puesto desde un barco atracado el puerto de Santa Isabel; Castiella en cambio, tarda más en conocer los hechos por las precarias comunicaciones con Guinea (fantástica cooperación entre dos miembros de un mismo gobierno).
Se envía un telegrama urgente al embajador, Juan Duran Lóriga, para que actúe “rápida y enérgicamente”.
Don Juan se entrevista con Macías informalmente una primera vez y le expone “enérgicamente” su descontento con la acción, deshaciéndose en explicaciones acerca de su tesón y propósito sin tachas, de colaborar en las fraternales relaciones con Guinea, etc. etc. retórica vacía y hueca que aburre a Macías soberanamente. Por añadidura, su falta de agallas queda expuesta a la luz pública y ante testigos, grave error ante unos interlocutores que por tradición secular, valoran el aplomo como algo primordial en un hombre con el que se está negociando.
Martes 25 de febrero. Macías recibe en audiencia oficial a Juan Durán Lóriga que, como se ve, actúa “rápida y enérgicamente”. Macías no le da opción, casi ni a hablar. Quita importancia al tema de las banderas, calificándolo como “menor” y reclama al embajador, directamente y sin preámbulos, los quinientos millones de pesetas que España le había prometido. También acusa a nuestro embajador de favorecer a las empresas madereras, las cuales según reitera Macías, habían ayudado a Bonifacio Ondó en las elecciones. Nuestro embajador, no obstante, se apunta un “gran éxito” diplomático: acepta arriar la bandera de la residencia consular, si las demás representaciones extranjeras hacen lo mismo. Debió pensar Don Juan en ese momento, que Churchill a su lado, fue un apocado grumete.
Evidentemente, Macías firma un decreto al respecto con toda tranquilidad, sabe que ha ganado la batalla pública y lo demás no le importa. Definitivamente sólo queda una bandera española izada en el consulado general. A Macías las demás representaciones le importan un rábano, él ha conseguido expulsar al cónsul español, humillar a nuestro embajador en presencia de testigos y culpar de todos los males de Guinea a este y a las empresas madereras.
Miércoles 26 de febrero. Se produce por parte de Macías, la expulsión oficial de Guinea de Don Juan Durán Lóriga, nuestro primer, fugaz y pusilánime embajador en la nueva nación.
El terror está servido
La ONU mira para otro lado, el mismo lado al que miran los EEUU.
Muchas decenas de miles de ciudadanos españoles, negros y blancos, no tienen otro lado al que mirar, sólo cara a cara al terror, al caos, a la desesperación y a la tortura. Cara a cara al asesinato abominable de familiares, amigos y paisanos de toda la vida, a escasos metros de las casas y calles radiantes de luz y sol, sólo unos meses antes.
El caos y la confusión están servidos, aunque no había hecho más que empezar.
Mientras tanto, Don Juan Duran Lóriga está ya cómodamente instalado en Madrid.
El Sr. Carrero Blanco siempre lo estuvo.
Y el Sr. Castiella
Y Don Manuel Fraga Iribarne.
Y Franco
Y el Sr. Paesa……………………y muchos otros más.
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Un pequeño gran fracaso
Francisco Macías encarga en diciembre de 1968 a LP y otras personas de su confianza, una discreta gestión en Madrid ante autoridades clave españolas. Esta utópica intermediación —como era de esperar— resulta estéril. Los despachos oficiales permanecen cerrados “para ellos” y sus ocupantes sumidos en el más absoluto autismo respecto al tema guineano.
Inmediatamente después de llegar a su despacho, solicitó por teléfono una entrevista con Macías. Al cabo de una corta charla con alguien anónimo, comunicó, ante las indecisiones de su interlocutor, su decisión de personarse en el palacio de gobierno en el tiempo que tardara en llegar a la plaza de España. Así lo hizo, accedió al palacio y sin más trámites le acompañaron hasta el despacho del presidente que sin duda estaba avisado.
- Sr. Presidente, hace poco hablamos del futuro de Guinea y de su decisión de contar conmigo para coordinar algunos proyectos en marcha. – Si Sr. LP – Pues bien, esta mañana he sido amenazado y detenido por un grupo de chavales armados y ebrios que casi me impiden acceder a mi despacho, en esas condiciones me es imposible cumplir con mi trabajo. – Ha sido un error Sr. LP, comprenda que no le conocían y son la salvaguarda de la seguridad. – ¿Cual es la inseguridad Sr. Presidente? – Usted Sr. LP no lo comprende, yo tengo enemigos. No se preocupe, en este momento le están preparando un salvoconducto para que se mueva con total libertad por la isla, firmado de mi puño y letra. – Sr. Presidente, si los que hoy me han dado el alto, lo han hecho porque no me conocen, mañana pueden hacerlo otros en Batoikopo, que tampoco me conozcan. Las juventudes no parecen disciplinadas por una jerarquía de mandos controlados por usted al cien por cien. – Cierto Sr. LP, son jóvenes y no conocen la isla, pero serán advertidos y no tendrá más problemas, le doy mi palabra. – Sr. Presidente, yo no puedo desarrollar mi actividad a pleno rendimiento sin cierta seguridad personal, no le podría garantizar un trabajo eficaz. – Lo comprendo Sr. LP, lo resolveremos. Si le parece, en dos o tres días salimos de inspección.
Por mi parte no hay objeción Sr. Presidente, esperemos lo mejor.
Esa fue la última vez que LP vio a Macías en persona.
Macías, una mente un caos
Al mismo tiempo acusa a España de crear un bloqueo económico en la república y declara que:”No acataremos la Constitución”, que califica como “impuesta por España”. Macías en eso tiene razón, pero su mente enferma es incapaz de discernir u organizar una línea política argumentada, se limita a vociferar sin control y a exteriorizar exabruptos como los hervores de una olla a vapor sobrecalentada.
La tercera semana de enero Macías regresa a Santa Isabel donde tiene que resolver cuestiones que le inquietan, como es el caso de los braceros nigerianos.
Ha regresado a Santa Isabel, pero sabe que ha de volver en breve a Rio Muni. Su ausencia del continente deja un vacío de “clan”, que puede volverse en su contra porque allí hay mucho nerviosismo y cierta agitación. Los partidarios de Ondó Edú y Atanasio Ndongo en las recientes elecciones —pertenecientes a otras etnias— no están conformes con el reparto de poder. Las “juventudes” totalmente descontroladas, se dedican al bandolerismo y la intimidación de blancos y negros de otras tribus. Además, el rumor acerca del envenenamiento de Ondó Edú circula insistentemente. Demasiadas cuestiones que resolver para un personaje limitado como Macías. Su propia supervivencia como presidente está en juego a su juicio, no sin cierta lógica, y su “carisma” de clan, provinciano al fin y al cabo, no es suficiente para manejar una situación general, compleja sin duda.
El problema de la mano de obra nigeriana
El problema de la masa laboral nigeriana para Macías estaba agravado en esas fechas por partida doble. De un lado: la falta de liquidez de Guinea y de todos sus estamentos hacía inviable el pago de los salarios con el consiguiente descontento general. De otro: la prohibición del uso del aeropuerto de Santa Isabel para el pasillo aéreo que la Cruz Roja Internacional había establecido en la guerra de Biafra, había creado tensiones y el recelo de esa parte sur de Nigeria. Ese país estaba en plena guerra civil entre el norte, de religión islámica y el sur, Biafra, de religión politeísta afín a la guineana y a la que pertenecían la mayor parte de los trabajadores nigerianos en Guinea. De forma que Macías vuelve a Santa Isabel imaginando sin fundamento una rebelión de los braceros nigerianos e incluso una invasión nigeriana: su mente ya ha decidido expulsarlos del país. Lo que no ha planeado es cómo solucionar la continuidad del laboreo en las fincas de café y cacao, estas últimas de reconocido prestigio mundial y única fuente estable de riqueza para Guinea, junto con la madera del continente. El petróleo entonces, sólo era un secreto, a voces, pero un secreto guardado para si por los EEUU, para tiempos mejores como ha demostrado la historia.
El discurso de san carlos
El día 20 de enero de 1969 Macías organiza una visita a San Carlos, hoy Lubá, en la isla de Fernando Poo. En él desata sus demonios más profundos de una forma convulsiva y caótica. La publicación del discurso en el periódico del lunes, acaba de convencer a la población sensata de que aquel hombre ha perdido definitivamente el control de si mismo. Está inquieto, fuera de si y no hay una idea organizada en sus palabras; si hay ira, caos mental y un reparto indiscriminado de culpabilidades a discreción por la situación de Guinea. Sus palabras son una prueba directa de su falta de preparación y de capacidades personales, más aún como presidente de un país.
Cualquier descripción del discurso, resultaría insuficiente ante el texto real, que puede leerse aquí.
Nuestro embajador – la mediocridad sin limites
Nuestro insigne embajador en Guinea pertenecía, como no podía ser menos, al entorno de un gobierno caduco y decadente. Su destino guineano era más bien una cruz pasajera que engrosaría su currículo personal a la espera de tiempos mejores. Es verdad también que su libertad de acción estaba limitadísima por la apatía y la parálisis de Madrid por los asuntos guineanos. La suma de todo esto, al desconocimiento absoluto de nuestro cuerpo diplomático acerca de la forma de ser de los guineanos, anunciaba la chapuza venidera. Nuestro embajador, personaje inoperante donde los haya, pertenecía a la “orbita” de Fernando María Castiella, paradigma de la “inquebrantable adhesión al caudillo”, de la cobardía política por tanto, y de la práctica diplomática “de escuela”, engolada, snob, arrogante, petulante y quijotesca.
No contento nuestro embajador con su ineptitud para congraciarse con Macías, su mediocridad le lleva a cometer una más de tantas torpezas, indigna de un diplomático cabal. En un sitio provinciano y pequeño como Santa Isabel, no se le ocurre nada mejor, que dejar encima de una mesa y al alcance de un tropel de funcionarios tediosos, un informe dirigido a Madrid presuntamente confidencial, en el que hace comentarios acerca de la adicción a los “estupefacientes” del ministro de Asuntos Exteriores guineano, Atanasio Ndongo.
Como cualquiera sabía en Guinea, el consumo personal de derivados del cannabis era una práctica social extendida entre la población autóctona, parte de su bagaje cultural desde hacía siglos y habitualmente respetada por cualquier persona sensata, en el marco de la intimidad personal y privada de cada quién.
Sin duda era esa para él una cuestión de la máxima prioridad diplomática dentro de la vacía rutina diaria de nuestro embajador y sin duda, la forma discreta con la que trató el asunto fue “altamente profesional”. Huelga decir que el funcionario de turno leyó el informe y en cuestión de horas, Atanasio Ndongo, Macías y toda la población de la isla, sabían de las calidades y cualidades personales de D. Juan Durán Lóriga. Es de agradecer al Sr. Durán, su granito de arena en aras del progreso de Guinea y de los guineanos de todos los colores, su habilidad en esto fue inestimable y sus memorias, el paradigma del mayor indigestible almíbar edulcorado jamás escrito.
Gracias también por su estimable responsabilidad, en la génesis, desarrollo y resolución, de la inminente “guerra de las banderas” en Bata, unos días después.
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Tensa calma
Durante el otoño de 1968, la atmósfera en Guinea está enrarecida. Hay una calma aparente superpuesta a una gran tensión soterrada. La gran mayoría de los ciudadanos españoles continúan desarrollando su actividad y la vida empresarial prosigue con una rara inercia, a la espera de una concreción de los acuerdos entre España y Guinea. Hay quien decide trasladarse a la “península” para pasar unos días de vacaciones de navidad y regresar a principios de enero con nuevas energías.
Santa Isabel era una ciudad pequeña y antes o después todo el mundo conocía cualquier rumor; uno de ellos fue acerca del supuesto envenenamiento de Bonifacio Ondó Edú a manos de brujos adeptos a Macías, rumor no aclarado a día de hoy; lo que sí es cierto, es que Macías comienza a detener a todos los partidarios posibles de Ondó en las recientes elecciones.
El conflicto está servido
En el centro del huracán se encuentra obviamente, la cuestión económica.
Macías ha ganado unas elecciones y sus ministros y allegados de “clan” esperan una recompensa, económica claro; de ahí su desesperada baza a la hora de involucrarse —por ejemplo en el asunto del Banco de Guinea— con Paesa, Trevijano y otros del mismo corte.
Macías toma algunas decisiones en pleno estado de ansiedad, y por ende, insólitas la mayoría de ellas.
Decide iniciar una gira por la zona continental, de la que es oriundo y a la que no había vuelto desde octubre; sabe que sus correligionarios exigen su presencia en el territorio y accede a pesar de que se siente más seguro en la conquistada Santa Isabel.
Expulsa al fiscal español —asesor legal aportado por España— por interesarse acerca de las detenciones de los partidarios de Ondó.
Prohíbe los vuelos de la Cruz Roja Internacional desde el aeropuerto de Santa Isabel, que opera en misiones de ayuda en la guerra de la vecina Biafra, aún cuando la masa de braceros biafreños en Guinea —única masa trabajadora en las fincas por tradición— está intacta de momento y ronda las cuarenta mil personas.
Relega a funcionarios nativos de hacienda —formados en España— y los sustituye por personajes de su clan nombrados a dedo, que no tienen la menor idea de cómo se confecciona un Presupuesto del Estado para 1969, cuestión que le es “reclamada” por España para entrar en acuerdos económicos.
Sólo unos pocos apoyos
L P era un español guineano y blanco, que había trabajado en Guinea veinte años y que —por razones profesionales— había tenido un contacto habitual con Macías desde los tiempos en que era un joven abriéndose camino en su mismo servicio. Algunas conversaciones privadas de Macías y L P, describen perfectamente la tensa calma reinante en Guinea en los albores de la navidad de 1968.
Merece la pena transcribir algunos retazos de una conversación entre Macías y LP (diálogo que escuché en varias ocasiones de boca del propio LP), durante un recorrido informal por la isla de Fernando Poo, con motivo de establecer un plan de obras civiles. Macías y LP viajan solos en un Land Rover, seguidos a distancia por un vehículo de escolta. Trascripción parcial durante una parada de descanso:
De pronto, Macías comenzó a hablar en voz alta, iniciando en fang frases sueltas que terminaba en español sin más.]]>Había vuelto su crispación y a LP le parecía estar contemplando el ensayo de un discurso.
Aquel hombre estaba en otro mundo, habló durante un periodo de tiempo mirando al frente como si estuviera solo, lapso difícilmente cuantificable y que a LP le pareció interminable.
Por fin pareció volver a la realidad y miró a la cara de LP como descubriéndole de nuevo tras su enigmática ausencia.
Sr. LP, no se cual es la intención real de España con Guinea.
(Casi vociferaba).
¿A que se refiere Sr. Presidente?
Hace dos meses, por boca del Sr. Castiella, se me prometieron una serie de cosas que no se han cumplido.
Entre otras, se me transmitió un mensaje del General Franco, a mí y a mi gobierno, para visitar España y firmar una serie de acuerdos económicos de cooperación.
(Macías muestra a LP una carta firmada por Franco, en la que efectivamente le anuncia dicha invitación).
Se me prometieron subvenciones para las empresas españolas que han funcionado en Guinea toda la vida y que conocen el país. Se me prometió la creación de un Banco Hispano-Guineano y asesoramiento de todo tipo.
También se me prometió que dispondríamos de todos los funcionarios españoles que creyésemos oportuno, como es su caso y muchas cosas más. Yo creí eso y las únicas noticias que tengo son el silencio, ni siquiera propuestas de aplazamiento.
¡Es una traición Sr. LP!
Tengo noticias de maniobras de Carrero Blanco y su familia, para explotar privadamente la madera del continente, parece que eso es lo único que le interesa de Guinea. Le he llamado personalmente varias veces y solo obtengo evasivas, ni se ha puesto al teléfono, temo hasta un golpe de estado, no me gusta ese hombre.
Sr. Presidente, no creo que el gobierno español piense en esa posibilidad.
Yo no lo se Sr. LP, solo se que alguien no está dispuesto a que mi gobierno viaje a Madrid.
¿Ha hablado con el embajador?
Sr. LP, el embajador no sirve para nada. (Textual)
LP empezaba a igualar el tono de voz de Macías.
Primero: porque no le sorprendía absolutamente nada lo que estaba escuchando, es más, coincidía con sus íntimas convicciones de la situación, y segundo: porque a él mismo le producía indignación lo que estaba escuchando y además lo creía por las informaciones que provenían de la península y por sus propias conjeturas, todo aquello encajaba, pero, ¡Cómo se lo contaba a aquel hombre!
Decidió tratar de calmarle y aconsejarle con la máxima honestidad de que fuera capaz, siempre que la cólera de Macías se mantuviera en unos límites razonables.
Prosiguió sin bajar el nivel de vehemencia de sus palabras porque así lo sentía y porque siempre había sido esa su actitud con Macías, no podía permitirse el lujo de que este percibiera dudas o perturbación, eso era algo que sabía hacía tiempo y en parte era la base de la relación mutua de respeto.
Sr. Presidente, usted es un jefe de estado y dada la situación, convoque una rueda de prensa con el mayor número de medios posible; anuncie su próxima visita a España como un hecho consumado.
Posiblemente Franco no esté al tanto de ningún detalle y seria una forma de forzar una respuesta de Carrero y de todos los demás que tiene a su alrededor, que se verían obligados a concretar acciones políticas para Guinea inmediatamente.
Pero Sr. LP, en Guinea apenas hay prensa.
Sr. Presidente, que alguien se ocupe de enviar un telex con la noticia a las principales agencias de España y de todo el mundo, llevará tal vez unos días, pero no más.
Mientras tanto organice el viaje a fecha fija, para la segunda quincena de enero, lo mas tardar.
No se Sr. LP, tengo la impresión de que van a por mi.
Eso no lo creo Sr. Presidente.
Si usted fuerza una visita a España, no tendrán más remedio que atenderle.
Le alojarán como a un jefe de estado y es seguro que Franco le recibirá. En cualquier caso provocará una convulsión que posiblemente obligue a Franco a pedir explicaciones a más de uno; está mayor, pero no tanto como para no infundir respeto y miedo a su alrededor. Cundiría el pánico entre los aduladores que le rodean y saldría a la luz la situación de Guinea.
Tenga en cuenta que Carrero puede controlar la prensa española, pero no la del resto del mundo. Un asunto así no le interesa al gobierno español en este momento, no creo que España se arriesgue a dar esa imagen en los foros internacionales.
Por unas razones o por otras, la posibilidad de que haya frutos positivos para Guinea, es alta.
Macías escuchaba con evidente atención, daba tiempo a LP para acabar los razonamientos y en principio parecía entender la lógica de todo lo que oía.
Sr. Presidente, Guinea tiene que hacerse oír, usted conoce mi apego a esta tierra y por otra parte no soy experto en la política interior de España, mi afecto está con Guinea y eso no está reñido con ser español. Pero en el gobierno de España hay asuntos internos importantes y delicados de cara al futuro, de forma que no espere respuestas rápidas si Guinea no da un primer paso. Creo en cambio que si lo hace, habrá respuesta inmediata y positiva. Tiene usted que ir a España.
Sr. LP, en breve tengo que ir a Bata, trataré de organizarlo antes de su partida.
Sr. Presidente, es importante que no demore este asunto si finalmente decide ponerlo en práctica, el tiempo está en su contra.
Era evidente, Macías estaba desencajado, los problemas eran mayores que su capacidad de resolverlos. Era un hombre receloso y su desconfianza empezaba a ser extensiva a todo el que le rodeaba, fuera blanco o negro. LP empezó a conformar en aquellos momentos una imagen que fue tomando forma antes de que la conversación acabara; la imagen de un hombre desesperado y peligroso, también acorralado y por ende, más peligroso aún. La asimilación de todo lo tratado en aquella conversación le daba vueltas en la cabeza y desde luego sabía que le tendría ocupada la mente en los días venideros. Solo esperaba que fuera para bien, por los guineanos y por todos los españoles que estaban allí.
Con la misma actitud ausente de hacia un rato, Macías de improviso subió al Land Rover y sin decir palabra, aguardó sentado e inmóvil a que LP arrancara.
Reanudaron la marcha, en dirección a Basakato
Cátedra de diplomacia
Nuestro primer embajador en la estrenada nación, Juan Durán Lóriga, era un absoluto desconocedor de la idiosincrasia guineana, como el resto de su séquito diplomático. Personaje simplón y muy en la órbita mental de Castiella, paradigma de una diplomacia anclada en el siglo XIX, inoperante y estéril, que hacía bandera de la prepotencia y el protocolo para ocultar su profunda ignorancia acerca de África.
Me resulta imposible entender en base a qué extrañísimo resorte intelectual —propio o inducido— nuestro avezado embajador recién llegado a Guinea presiona a Ondó diplomáticamente para que regrese a Santa Isabel. Desgraciadamente su intermediación tiene éxito y Ondó, confiando en él, regresa ingenuamente a Guinea a finales de octubre. Nada más pisar suelo guineano es hecho prisionero por Macías y morirá asesinado y torturado por este el 5 de marzo de 1969, cuando finalmente se desencadena el caos.
Tamaña barbaridad es la primera gloriosa gesta que engrosaría el currículo personal del inepto embajador de nuestro equivalente gobierno. Los hechos supusieron un fuerte mazazo en la sociedad guineana, alterada ya por las tensiones entre Macías, nuestro kafkiano cuerpo diplomático y el esquivo gobierno español. A nadie en su sano juicio —salvo a nuestros iluminados diplomáticos— se le hubiera ocurrido semejante despropósito, desoyendo para más INRI la opinión de toda persona cabal a quien concedieron la gracia de consultar.
Como es obvio, Macías interroga a Ondó y este le desvela los detalles de la operación. Desde ese momento su ira se centra en la figura de nuestro embajador como primer actor del desaguisado. Macías acusa a este y a España de conspiración, y ya desde esa fecha comienza una espiral de crispación que resultó imparable. Nuestros servicios de inteligencia haciendo historia y honor a su nombre, ya desde entonces.
Las luces de Macías
A título de anécdotas, jocosas si no fuera por el trasfondo dramático que se desprende de su lectura, merece la pena relatar un par de episodios que retratan el status emocional e intelectual del hombre en cuyas manos quedó el destino de Guinea y sus moradores.
El TESORO PÚBLICO:
Las juventudes de Macías armadas hasta los dientes, intimidan a los funcionarios y comienzan un registro de las dependencias de hacienda, en busca del susodicho “tesoro público”.
La cosa termina, excavando en los suelos del sótano del edificio, en la firme creencia de que ese era el lugar adecuado y allí estaría sin duda el famoso “tesoro” que se quería ocultar.
No es ficción, es pura realidad histórica y explica nítidamente el nivel de formación cultural, técnica e intelectual de Macías, que creía literalmente en la existencia de ese “tesoro público”, como “su propio nombre indica” claramente.
LA TELEVISION NO FUNCIONA
Una buena mañana, el “Delegado de RTVE” en Guinea, recibe el aviso de que se presente urgentemente en el palacio del gobierno a requerimiento del presidente.
Macías le recibe y con todo el rigor del protocolo, le comunica que el aparato de televisión de su despacho —como puede observar— no funciona.
Tras un momento de desconcierto por parte del Delegado, este comienza a chequear el televisor, mientras Macias se ausenta del despacho momentáneamente.
El delegado de RTVE se marcha y envía a un técnico a palacio al cabo de un rato, para que se haga cargo de la reparación.
A medio día, un Land Rover atestado de miembros armados de las juventudes de Macias, apresa al Delegado de RTVE y le conducen a palacio.
Un Macias colérico le vocifera y recrimina. Macias razona que él es suficientemente importante como para que sea el Delegado de RTVE en persona, quien repare su televisor sin recurrir en un subalterno.
Tampoco es ficción ni anécdota, achacable a la prepotencia o soberbia de Macias, él pensaba realmente que delegar en un simple técnico para el arreglo de su televisor, era un desaire más que España le hacía.
Tenemos pues un panorama desolador. De una parte, un presidente cautivo de su incapacidad para resolver los problemas de un nuevo país y virtualmente analfabeto. De otra, un cuerpo diplomático español, prepotente y con experiencia cero en lo referente a Guinea y África en general. Y un gobierno español deseoso de liquidar a Guinea definitivamente a la espera de ser recompensado con la aceptación internacional y la devolución de Gibraltar. Y un enjambre de mercenarios de guante blanco que ven en este río revuelto el perfecto teatro de operaciones para sus fines.
El enjambre y la miel del Banco de Guinea
A partir del 12 de octubre de 1968, gracias a la impecable gestión y al sentido moral del gobierno español, Guinea se convierte en una tierra de nadie. Con una constitución que nadie tuvo nunca la intención de respetar por su absurdo contenido y sin leyes que la desarrollen en lo más mínimo. Una tierra sin código penal, sin código civil y sin ninguna otra ley básica que al azar se desee mencionar. Una tierra sin una estructura administrativa, financiera, y sin un Banco Nacional ni una moneda homologable, al menos en la zona.
Es así como se pergeña otra impresentable aventura, la del Banco Nacional de Guinea S.A.
Intervienen en este rocambolesco asunto: Francisco Paesa (sinvergüenza donde los haya y que veinte años después será bien conocido en España por su implicación en asuntos del calibre del GAL, fondos reservados, Roldan y un largo etcétera), Antonio García Trevijano, José Antonio Novais (corresponsal de “Le Monde” en España), Armijo y el abogado Robles. Paesa por ejemplo, llegó a vender acciones de este “Banco” guineano, en Suiza y Londres.
Antonio García Trevijano se jactará más adelante de haber deshecho la operación, porque los promotores “eran unos gansters”.
El embaucamiento y la pérdida de lucidez de un Macías acorralado por la dura realidad llega a tal extremo que en diciembre expulsa a Fernando Rodríguez López-Lammes —secretario del antiguo gobierno civil de Fernando Poo— por expresar lo que era obvio a todas luces e informar negativamente acerca de este proyecto de Banco de Guinea Ecuatorial S. A.Imaginarse al frente de la nueva nación a un personaje técnicamente analfabeto como Macías y asesorado en estas y otras cuestiones por individuos del calibre de Francisco Paesa, es un revulsivo para las convicciones morales de cualquier persona de bien y desde luego Guinea se merecía otra cosa por parte de los representantes del pueblo y el Estado español.
A todo esto y ya en 1969, la FNMT emite sellos de Guinea, con valores en una hipotética “peseta guineana”, moneda virtual sin el más mínimo respaldo legal ni institucional.
Todo esto ocurre, pocas semanas después de que D. Manuel Fraga Iribarne aterrizara en un territorio próspero, flamante, con una administración en marcha, una agricultura produciendo y con unas infraestructuras envidiadas en toda África.
*Francisco Macías Nguema – El camino de la locura
El pánico y la ira de Macías van consolidándose, y paulatinamente se materializa manteniendo pulsos diarios con nuestro embajador, amenazando con la expulsión de nuestro cuerpo diplomático y haciendo discursos progresivamente violentos en radio y prensa. Son un ejercicio y una exhibición de poder a la desesperada, ante la carencia de otros recursos intelectuales y el vacío absoluto de España.
Mantiene conversaciones privadas con amigos blancos “de toda la vida” en las cuales se lamenta de la pasividad de España y de la mediocridad de su cuerpo diplomático.
Muestra a estos amigos ciertos documentos como una carta de Franco garantizándole su apoyo moral y económico, pero han pasado ya dos meses desde entonces sin resultados. Lamentablemente y dejando a un lado la calidad moral del sujeto, Macías tenía suficientes razones objetivas para el recelo y el rencor, que unidas a su psicopatía, ofrecían un cóctel potencial y real de alto riesgo.
En un intento por enderezar la situación y ante su aversión por nuestros inoperantes diplomáticos, Macías recurre a la amistad con guineanos blancos de su confianza para encomendarles una labor de intermediación en España; la navidad se acercaba y algunos de ellos pasarían unos días en la península. Su ingenuidad llegaba al extremo de pensar que unos simples ciudadanos de a pie y por el hecho de ser amigos suyos, iban a tener suficientes credenciales en España como para ser oídos por nuestro gobierno y servirle de intermediación ante “su colega Franco”.
Su pretensión es llamar la atención de los medios de comunicación en España y Europa acerca de la situación en Guinea, para forzar una invitación a España y decide jugar su última carta ante la apatía del gobierno de Franco; sus medios son escasos pero confía una vez más en sus amigos blancos, no le quedan más recursos en su imaginación.
Algunos de esos amigos, comprenden desde ese momento que la suerte está echada, aún sin renunciar estoicamente a la utopía de conseguir cambiarla en Madrid con todas sus fuerzas.
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La mayoría de las fotos aportadas, provienen del fondo fotográfico de: http://www.raimonland.net
Los delirios de Macías Nguema
A pesar de su conocido desequilibrio psíquico, la conducta inicial de este hombre con posterioridad al 12 de Octubre de 1968 no carece de cierta lógica. Sus primeras declaraciones como presidente del nuevo país hacían hincapié en que Guinea y España estaban a partir de octubre “en pié de igualdad” y se refería a nuestro dictador como “mi colega Franco”, pues eso le había hecho creer dicho “colega” y otros muchos. Si Francisco Franco era un dictador, él, como admirador incondicional, decidió también serlo pues no tenía otras referencias del mundo libre. Si Francisco Franco tenía una organización llamada J. O. N. S.(Juntas de Ofensiva Nacional—Sindicalista) y Hitler sus “juventudes hitlerianas”, él tendría sus “juventudes de Macías”. Si Francisco Franco fusilaba a los enemigos de su régimen, él haría lo mismo en caso necesario. Ese “detalle” era lícito para él ya que la madre patria —su arquetipo político— funcionaba así.
Cualquier otra reflexión a Macías le venía grande; ese era el panorama que bullía en su cabeza y cualquier otra premisa no formaba parte de sus inquietudes. Básicamente, para él no había nada más que tener en cuenta. De cómo funciona un país y de cómo se dirige y administra esa maquinaria, ya se encargarían “los que sabían”; por ejemplo los muchos guineanos blancos que él conocía, apreciaba, y que “obviamente” seguirían allí. Tenía además el poder del clan y la magia de sus brujos, no faltaba nada porque además “su colega Franco” en pié de igualdad, le echaría una mano como le había prometido.
Primeros pasos
Macías está ya en el poder y en principio se dedica a testar su nueva situación. Lentamente y con cautela, se va despojando de sus miedos y decide hacer ostentación externa de su poder. Hace declaraciones en radio, en el único periódico existente —el “ébano”— y decide en breve recorrer la isla de Fernando Poo, visitando los poblados y dando alocuciones de oratoria ciertamente difícil de clasificar. Pudiera sorprender que —perteneciendo él a una etnia continental— no tomase como primera medida el traslado de la capitalidad del nuevo estado a Bata; para los que conocían su mente, nada más lejos de sus intenciones. En Santa Isabel se siente más seguro, está en territorio “conquistado” a los bubis y allí está la sede del gobierno por tradición secular, que él quiere ocupar; dos razones de peso.
Una de sus primeras decisiones es, organizar una auténtica invasión de la isla de Fernando Poo por guineanos continentales de la etnia fang. Para ello se sirve de dos barcos de la Transmediterranea que desde siempre cubrían el trayecto Bata-Santa Isabel, el “Rio Francolí” y el “Capitan Segarra”. Se ve así la isla —de forma súbita— invadida por los enemigos seculares de los bubis, la etnia fang continental. Se trata además de gentes desarraigadas, de los poblados más profundos del continente y en su mayoría jóvenes adolescentes sin formación, cultura, ni trabajo estable. Gentes adictas al clan de Macías y que a penas dos meses más tarde y por decreto formarán el grueso de las “juventudes de Macías”. Macías les entrega armas y la actitud de estas hordas frente a la población bubi es fácilmente deducible: intimidación de la población, envalentonamiento, establecimiento de controles en las carreteras, etc. No obstante, en los primeros días y semanas, los sucesos no pasan de ahí.
Nuestro estreno diplomático
Recién llegados de España y conociendo la desidia del gobierno de Franco hacia Guinea, se dedican con una patética y mal disimulada apatía a ejercitar desde el principio una malsana prepotencia ante el inexperto gobierno de Macías, entre otras exquisitas actitudes. También —ejercitando una novedosa consigna — desprecian profundamente a la población blanca española que permanece allí aún casi al completo, minusvalorando todo el bagaje de experiencia acumulado por esta en relación con Guinea a lo largo de decenios y su apego a la tierra. Guinea, por una norma dialéctica instaurada en la conferencia constitucional hacía un año, comienza a ser denominada “ex colonia” y los guineanos blancos que allí permanecen, comienzan a ser tratados despectivamente por nuestro cuerpo diplomático en Guinea, como “ex colonialistas”.
Tal cuestión deja perplejos a los propios políticos guineanos que, a la hora de asesorarse en confianza y por recelo hacia este grupo de ineptos recién llegados, siguen sincerándose con sus amigos blancos de toda la vida, con quienes comparten el asombro ante la actitud de estos individuos. Situación kafkiana donde las haya, propia de un gobierno español absolutamente degenerado en sus convicciones y en fase terminal.
Entre las primeras cosas que sacan de quicio a Macías gratuitamente, merece la pena recrearse en dos —sólo anecdóticas— por lo que tienen de simbología:
Y así es como el personal de dichas instalaciones queda sin marco jurídico determinado. Se siguen emitiendo programas enlatados llevados desde España y ante las quejas del gobierno guineano —que lógicamente quiere decidir sobre el asunto— se producen tensiones importantes, porque el personal técnico de TVE no asume la autoridad guineana en esta materia. Se llega al extremo de que, ante la falta de respuesta diplomática, Macías hace la pantomima de detener a todo el personal de TVE y llevarles ante un pelotón de ejecución, que aborta a última hora.
Las cosas no podían haber comenzado peor y obviamente, a mi juicio, por la exclusiva responsabilidad del gobierno español. Ante la desastrosa gestión de la independencia guineana, surgen de inmediato situaciones límite y vacíos jurídicos, se genera una tierra de nadie que atrae como moscas a bucaneros dignos del guión de una opereta decimonónica, comparación jocosa a no ser por la tragedia humana que se cernía en el horizonte a pasos agigantados.
De las memorias de Juan Duran Lóriga, primer embajador de España en Guinea:
«Una misión del ministerio de hacienda vino a Guinea, donde los funcionarios españoles de hacienda, habían preparado muy bien sus papeles. Venia esta misión apoyada por una carta de Franco a Macías en la que le prometía la ayuda del gobierno español, para superar esta primera crujía económica.
[...] Hubo una cicatearía por parte española que estimuló los enfermizos recelos de Macías. No se cedió a los guineanos una casa en Madrid para instalar su embajada……Y por supuesto, no se produjo invitación alguna al Presidente para visitar en España a “su colega”. Todo esto era difícil de obtener de un gobierno gravemente escindido en el que Castiella había perdido fuerza y solo se mantenía por la resistencia del Jefe del Estado a los cambios ministeriales.»
De las “memorias de estío” de Miguel Herrero de Miñón:
«La ejecución de la política española, desastrosa. Al decir de mis amigos, nuestra representación pasaba del protocolo de escuela, a la política del cañonero, y nuestros representantes en Naciones Unidas no se dignaban prestar su coche en día de lluvia al nuevo delegado guineano, al que, sin embargo, entregaban abiertos los despachos que recibía vía Madrid.»
La cariñosa, fecunda, española y amiga tierra guineana, manipulada y engañada tras las bambalinas por una banda de facinerosos de tres al cuarto de la peor calaña.
Las giras
Macías recorre la isla; por fin se siente como pez en el agua y comienza una gira en la que arenga a la población al más puro estilo franquista y, de paso, mostrando también entre líneas el calibre de sus limitaciones y carencias como ser humano y estadista.
Palabras de Macías en los primeros días, en octubre y noviembre de 1968:
Discurso en Sácriba: «Seguiremos la política de 30 años de paz del generalísimo.»
De otro discurso: «Las fuerzas armadas españolas están bajo mis órdenes.»
(Así lo creían él y otros, por la malísima calidad de redacción de los acuerdos suscritos con España, en los que ambiguamente la Guardia Civil quedaba en Guinea con esa función)
En Sevilla de Niefang: Anuncia la creación de un «partido único» (PUN), para «unificar ideas».
De las memorias de Juan Duran Lóriga, primer embajador de España en Guinea:
«Este mimetismo le jugó una mala pasada en Bata, pocos días después de la independencia. Llevó tan lejos su afán de seguir el precedente colonial que, olvidándose de la nueva situación, terminó una arenga con las frases rituales de adhesión inquebrantable a “nuestro glorioso caudillo”, de las que tuvo que desdecirse en cuando volvió a la realidad.»
La trampa y el zumbido del avispero
Guinea amaneció el 13 de octubre de 1968 con una estéril constitución y sin una sola ley que la desarrollara, sin un código civil, penal, sin una estructura jurídica y con un vacío estructural y administrativo absoluto. Esa fue la magnífica gestión de nuestro entonces gobierno. Macías era técnicamente analfabeto, su única arma intelectual era la intuición natural y lo mismo puede decirse de la mayoría de los ministros que el mismo eligió. Un hombre de esas características solo tenía resortes instintivos ante ese cúmulo de circunstancias para decidir una cosa: dar rienda suelta a su ira y atacar él primero. Víctima del pánico, Francisco Macías reacciona entonces como lo haría un jefe de tribu ante una amenaza, que en parte no está capacitado para comprender, pero percibe muy peligrosa. Sabe, o imagina saber con certeza, varias cosas:
Interpreta por tanto que están en peligro, su propia seguridad, su cargo y su vida. Su actitud derivó en breve en la que se podría esperar de un adolescente sin madurar, con multitud de conflictos personales y al que se transfiere una responsabilidad infinitamente más grande de la que es capaz de asumir; Macías no es consciente de ello hasta pasado el mes de diciembre de 1968, punto sin retorno y de inflexión de los acontecimientos.
Mientras esa situación va tomando forma y cuando finalmente se produce el caos, España mira para otro lado, la ONU también, EEUU naturalmente también y el “comité de los 24”… ya no existe. Como estaba previsto.
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La mayoría de fotos aportadas, provienen del fondo fotográfico de: http://www.raimonland.net/
El sustrato social
Hasta los tiempos inmediatamente anteriores al 12 de Octubre de 1.968, surgían en Guinea de cuando en cuando noticias acerca de la celebración en la parte continental de algún rito de “M`bueti”, consistente en la antropofagia de un niño de corta edad por creencias religiosas atávicas. En esa zona de África la antropofagia genérica está considerada como un rito mágico-religioso mediante el cual se transfieren ciertas cualidades anímicas del sacrificado a los participantes en la cruenta ceremonia.
Aún desde el respeto por cualquier religión del ser humano, hemos de convenir que ese tipo de hechos tan tardíos —y solo soterrados a día de hoy— retrataban el contexto social de un cierto sector de la población guineana continental, de la que era oriundo Macías. Esto lo sabían los que allí vivían y formaba parte de la tierra que amaban. No lo sabían, por cierto, quienes tuvieron la osadía de redactar una constitución para Guinea a 5000 km de distancia, con un desconocimiento y falta de respeto absoluto hacia la idiosincrasia de sus gentes.
Por tanto, el contraste era evidente; para un sector de la población autóctona de Guinea en el 68, la percepción del mundo más allá de sus minúsculas fronteras y en aquél contexto estaba a todas luces notoriamente deformada, y era insuficiente e inabarcable.
Esta y otras realidades, conformaban socialmente un panorama compartido y entrañable a pesar de todo, potencialmente magnífico, contradictorio y duro a veces, pero valorado de corazón por ser nuestro —de blancos y negros&dmash; de todos los guineanos; amado sin condiciones como paradigma de la pureza simbólica de África y sus gentes.
El hecho referido deja patente cierto estado de cosas y muestra como, para lograr una “masa crítica” con un nivel de formación adecuado para enfrentarse a una independencia en el siglo XX, era necesario más tiempo, como era de dominio público.
Publicado en su día por ABC:
«Palabras de Su Excelencia el Jefe del Estado, con motivo de la visita a España de la Comisión del Gobierno Autónomo de Guinea en el año 1966: Vosotros añadió, asumiréis el gobierno y la administración de vuestro país y tenéis que mirar el bien común de vuestro pueblo.”Los que tenéis cultura”, que cooperen, pues yo y mi gobierno estamos dispuestos a ayudarles.»
Parece que era notorio el conocimiento de la escasa preparación de la población y también que Franco mentía al prometer una ayuda, consciente de que no la cumpliría jamás.
Francisco Macías. Circunstancias
Había además una posibilidad añadida que no se “quiso” calibrar; la posibilidad de la vuelta del “poder del miedo” tribal, el resurgimiento de los demonios atávicos de la noche de los tiempos, de la selva inmutable y ancestral, que “estaba ahí”, formando parte de la Guinea de Macías y de la de todos, como parte inseparable de sus señas de identidad. Y así ocurrió: ese poder del miedo tribal se apoderó de Guinea al romperse el frágil y artificial equilibrio del “día después”.
El matrimonio entre la Guinea moderna, civilizada, de progreso, y la Guinea profunda y neolítica, era frágil y demasiado reciente después de todo, apenas en luna de miel.
De un lado: una masa social importante de guineanos blancos y negros, que habían tenido acceso a un desarrollo espectacular y fulgurante del territorio en el siglo XX. De otro: el África profunda, tribal, que aún latía en los rincones remotos de la selva y que necesitaba más tiempo para una transformación mental al siglo XX; estaba representada por una masa social quizá menor, pero real, palpitante y agazapada.
Macías encarnaba a la perfección esa contradicción profunda y quizá fuera esa, en parte, una buena explicación de que su desequilibrio emocional y psíquico acabara desbocado. Era un hombre del selvático continente profundo, del poblado de Mongomo, clan “temido” y poderoso en el subconsciente de la Guinea continental en 1968. Por tanto era poseedor del poder atávico de la comunicación verbal y “no verbal”, ese arte que los hechiceros de su pueblo dominan y ejercen a la perfección.
Francisco MacíasTrayectoria
Macías, como todo guineano, estaba integrado en una sociedad civil multi-étnica y en ese contexto tenía amistad y gratitud hacia infinidad de guineanos blancos, a muchos de los cuales apreciaba y admiraba profundamente desde que era joven. Macías pertenecía a “esa Guinea” y nunca renegó de ella. Le encantaba la parafernalia del protocolo político y militar, los uniformes y todo lo relacionado con la posesión del poder que había visto ejercer cotidianamente.
Siempre consideró la necesidad de contar con “sus blancos” conocidos de “toda la vida”, a la hora de mantener la maquinaria y la estructura de la nación futura; él conocía sus limitaciones personales y las de una parte de la población autóctona de Guinea.
Como contrapunto a esa idea, durante los procesos previos a la independencia y en los primeros tiempos después de esta, el gobierno español se había empeñado muy mucho en evitar la intervención de los españoles guineanos blancos en todo el proceso.
Macías se vio inmerso, además, en una actividad frenética a lo largo del 67 y 68. Tuvo que tratar con una “nueva clase” de españoles blancos —los políticos del “régimen” en España— hasta entonces desconocidos para él y ante quienes su recelo innato afloró. Y lo hizo como defensa por su complejo de inferioridad, una vez percibidas dos cosas: la ignorancia y el desprecio sutil hacia los guineanos y Guinea misma de esta nueva clase política de españoles “peninsulares” de nueva hornada.
La situación comenzó a desbordar a Macías y sus trastornos psíquicos se hicieron más acusados, de hecho fue sometido a tratamiento en Madrid en la clínica Ruber, en algunas de sus visitas a España.
De las memorias de Juan Durán Lóriga, primer embajador de España en la nueva República de Guinea Ecuatorial:
«……..este episodio me parece revelador de la personalidad enferma de Francisco Macías. Era aguerrido pero miedoso, crédulo pero receloso. La noche de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales la había pasado oculto en casa de un comisario de policía español por miedo a ser asesinado. Estas características, al acentuarse, hicieron de él uno de los gobernantes más sanguinarios de nuestro tiempo. Sanguinario por desconfiado.»
Esas características eran de sobra conocidas por todo el mundo hacía décadas y España no las consideró nunca
Francisco Macías Nguema se transformó en un asesino cruel y sanguinario, eso no es discutible; su mente era un cóctel explosivo de delirios y obsesiones enfermizas, que en parte fueron aprendidas del ejemplo político español, el que tenía a mano.
El régimen de Franco no era un arquetipo positivo de conducta política, pero era el único disponible que se mostraba ante Macías y que él en el fondo admiraba, porque estando ante sus ojos durante toda su vida, alimentaba sus delirios a la perfección.
El Cóctel explosivo
La suerte de Guinea como país a los pocos meses de andadura, con ese bagaje de una parte del sustrato social y comandada por un individuo del perfil de Francisco Macías Nguema no podía ser distinta de la que fue. Macías se sintió inesperadamente acorralado por el abandono de España y con un pánico profundo a aparecer vulnerable ante su “clan”.
No me consta que ningún guineano identificara a priori, independencia, con abandono de España. De hecho meses antes, cualquier guineano negro o blanco, habría apostado por una continuidad normal de actividades y una permanencia de las empresas y de los profesionales. Igualmente, por la permanencia de los españoles blancos y negros, que sabían como mantener en marcha la maquinaria del país y por la tutela de España en la medida que se necesitara. La constatación de que no era así y de que España estaba resuelta a no colaborar en Guinea lo mas mínimo —como si del detonante de una bomba se tratara— sorprendió a todos bruscamente y en primer lugar a Macías.
De las memorias de Juan Durán Lóriga, primer embajador de España en la nueva República de Guinea Ecuatorial:
«Aconsejé a Madrid, que puesto que había sido elegido el candidato que no deseábamos —ni en la presidencia ni en exteriores—, hiciésemos de tripas corazón con los gestos necesarios para atenuar en lo posible sus recelos. Pero hubo poco que hacer porque prevalecía la idea de que, obtenida la independencia, la Guinea había dejado de ser un tema español.»
En España, por tanto, una camarilla de sexagenarios no menos psicópatas que Macías, hacían cábalas indignas para tratar de alargar la vida de un dictador anacrónico, posiblemente en otro estado mental de cosas y que solo esperaba recuperar Gibraltar, como un niño espera la noche de los Reyes Magos. Le dieron armas y poder a un hombre incapaz de gobernar por sus propias limitaciones y trastornado psíquicamente, para acto seguido abandonar conscientemente a una población inocente de cuatrocientos mil seres humanos blancos y negros a su previsible destino. Repartamos por tanto en justa proporción las responsabilidades de cada cual en la tragedia posterior.
Francisco Macías Nguema fue un asesino cruel, despiadado y vil. Pero “otros” fueron tan culpables o más que él, cómplices por la omisión del deber de tutela hacia todo un pueblo y dejación del deber de salvaguardia hacia un montón de familias de todas las etnias. Familias con nacionalidad española, por la historia y su D.N.I., que pasaron por un calvario dramático de huida hacia la libertad en el mejor de los casos y por el asesinato, persecución y tortura de algunos de sus miembros, en muchos de ellos.
De las memorias de Juan Durán Lóriga, primer embajador de España en la Nueva República de Guinea Ecuatorial en 1968:
«En uno de mis viajes a Madrid fui recibido en audiencia en el Pardo. Al contar a Franco que Macías lo llamaba “colega” le entró una risa convulsa que tardó algún tiempo en amainar.»
Macías, compartía con Franco además del nombre de pila, esa misma risa convulsa, y tuvo un maestro que mientras reía convulsivamente, había decidido traicionar a Guinea.
Tierra noble, generosa, inocente y joven, abatida en flor. Traicionada, abandonada y cautiva. Cruenta ignominia que ni siquiera sirvió de nada a sus verdugos, monstruos ya condenados a muerte por la sabia providencia, que un día hará justicia.
]]>José Eburi Palé
El representante del Estado español en los actos de la independencia de Guinea —parte del territorio español hasta ese día— fue D. Manuel Fraga Iribarne, que por aquel entonces sólo era ministro de Información y Turismo; nadie por tanto, incluyendo al flamante nuevo presidente Francisco Macías Nguema, comprendía que pintaba allí ese señor.
Los apresurados actos de la independencia fueron, como todo el proceso en general, un acto cutre e irreverente con los guineanos negros y blancos. Estuvieron protagonizados por una serie de políticos mediocres, desplazados al territorio en cumplimiento de un deber impuesto desde Madrid y en sustitución de los que estaban obligados a hacerlo, como Carrero Blanco; por ello, resultaba obvio a todas luces, el deseo mal disimulado de que aquello acabara lo antes posible. Eran gentes que desconocían absolutamente el carisma, idiosincrasia y anhelos del pueblo guineano autóctono y que despreciaban absolutamente las raíces e integración en la tierra de los guineanos blancos, cuyas vidas habían transcurrido allí durante dos siglos, de generación en generación.
Después del gobierno de Franco, vino el de Arias Navarro, después el del alabado Adolfo Suárez, después el de Calvo Sotelo, a continuación el de Felipe González, Aznar, Zapatero... Por tanto no nos confundamos, las responsabilidades de Estado, derivadas de los hechos que se relatarán y sus consecuencias, no son sólo de Franco, son proporcionales a todos los gobiernos posteriores al suyo como representantes temporales del Estado español.
A todo esto y hasta ese mismo día, la inmensa mayoría de la población de españoles blancos residentes en Guinea desde hacía décadas, no fue informada de absolutamente nada, ni con anterioridad al 12 de octubre de 1968, durante todo el proceso político preparatorio de la independencia, ni después.
Nunca se estudió un plan para la población blanca en Guinea, ni se comunicó a esta, la forma jurídica en que quedarían en caso de querer permanecer allí. No se redactó un acuerdo de ninguna clase que recogiera un marco legal en el que las empresas, comerciantes, funcionarios, clero, fuerzas de seguridad o cualquier otro estamento de una sociedad viva, pudieran desenvolverse en el inminente futuro, saber cuales eran las reglas a seguir, ni elegir alguna opción, en caso de haber existido. Por no preverse y en última instancia, ni se estudió un plan de evacuación de urgencia, en caso de ser necesario, como así ocurrió en el corto lapso de cinco meses después.
Secreto a voces
De los 12 ministros del primer gobierno independiente de Francisco Macías, en menos de un año sólo quedaban vivos 2, los otros 10 fueron asesinados por él. Los flamantes ministros del gobierno de la nueva nación y su presidente mismo, lo eran tras una fugaz “experiencia” de cuatro años de “gobierno autónomo”, cuya concreción practica había consistido en que España les había regalado por derecho del cargo, sendos Mercedes 220 y habían deambulado en esos cuatro años por los despachos de la micro-política española en el territorio guineano. En el mejor de los casos, habían visitado al Generalísimo en El Pardo un par de veces en ese corto periodo y tal vez habían participado en algún comité de la ONU como invitados, o en algún foro en los países africanos limítrofes, poco más. Se había exigido a las gentes guineanas negras pasar en una generación, de una vida neolítica de poblado en la selva profunda, al manejo del timón de una nación con una bolsa de petróleo en sus entrañas y en un planeta cada vez más complejo, moderno y competitivo.
En Guinea nunca había existido ningún movimiento independentista, organizado social o políticamente como tal, y mucho menos, violento. En las zonas más remotas de la parte continental de Río Muni, cerca de las fronteras naturales con Zaire, Camerún y Gabón, sí se había producido cierta permeabilidad de corrientes ideológicas en ese sentido, pero nunca supuso un movimiento político reivindicativo; más bien se limitó a una recepción primaria de las ideas independentistas de los países vecinos, que no tuvieron tiempo de sedimentarse ni de conformar una auténtica plataforma operativa organizada, porque España previamente ya había decidido una independencia a fecha fija.
Esa tardía aparición de germinales movimientos independentistas, hubiera podido complementar un perfecto proceso de independencia muy distinto del que fue. Sólo había que haber dispuesto de 10 ó 15 años más para asumir y encauzar ese hecho; siendo la ocasión perfecta para lograr una pirámide de población mejor preparada en todos los sentidos, capaz de enfrentarse a una independencia cabal en tiempo y forma. La aceptación de los derechos de una población blanca, vinculada a la tierra, al mismo nivel de igualdad que el resto de los habitantes del territorio, hubiera propiciado también una independencia más justa y preñada de posibilidades de futuro.
Toda una labor admirable de España en dos siglos, se tiró por la borda en aras de los pacatos intereses de un gobierno agónico. Y esa fue la chispa que supo manipular Francisco Macías, a diferencia de sus oponentes más cabales y que venía como anillo al dedo a su carácter enfermizo y receloso. Macías era natural precisamente del poblado de Mongomo, muy cerca de la frontera con Zaire y era un hombre desequilibrado, de un carácter histriónico y demagógico. Eligió el pretexto independentista en su campaña electoral —que por otra parte nadie cuestionaba— para dar salida a su violencia personal innata y que prendió básicamente en sus correligionarios de “tribu” o clan, alarmando también en poco tiempo al resto de candidatos negros.
A partir del 13 de octubre de 1968, cada nuevo día acercaba inexorablemente una crisis anunciada, que desembocó en la tragedia que asolaría Guinea. La independencia fue una iniquidad cometida hacia una gran parte de la población guineana, blanca y negra, como quedó patente en poco tiempo. Los guienano-españoles de la etnia bubi vieron como la isla de Fernando Poo, su tierra secular, fue invadida por hordas descontroladas de la etnia fang —concretamente del clan de Mongom— adictas a Macías, armadas hasta los dientes y con el afán sanguinario de perseguir, humillar y someter al pueblo Bubi, que estaba desarmado, indefenso y numéricamente desbordado por los fang. Por su parte, la mayoría de las etnias continentales —Ndowes, Ntumus, Combes, Bujebas, Okaks, etc— fueron relegadas a ciudadanos de segunda clase en aras de la supremacía y el poder del “clan-tribu” de “Mongomo”. Tampoco se admitió nunca el derecho de la “etnia blanca” guineana, a formar parte de la nueva nación, bajo ningún aspecto o fórmula imaginativa. Fue esta otra de las imposiciones del tandem EEUU-ONU, que tenía muy claros sus objetivos, (propiciar una Guinea independiente, débil y vulnerable a medio plazo, a la que manipular en su momento, de cara a la extracción de crudo sin cortapisas. Se trataba de familias con varias generaciones de antepasados nacidas y muertas en Guinea que, junto con muchos integrantes de las etnias desfavorecidas se vieron obligados al exilio en una situación que se mantiene hoy en día. Son historias dramáticas y trágicas; algunas de ellas se contarán y otras, tal vez las peores de esas historias, sólo han quedado grabadas en las almas y las retinas de los guineanos negros, que no tuvieron ni siquiera la opción de huir a España
Esa acción irresponsable del Estado español nunca ha sido subsanada, asumida, ni restituidos los derechos hurtados masivamente a los perjudicados. Se abandonó una parte considerable del territorio español —incluyendo poco después la parte española del Sahara— sin siquiera la habilidad diplomática para mantener lazos estratégicos y mostrando su ineptitud negociadora ante el oportunismo hegemónico de Estados Unidos. Esa es una deuda jurídica que España tiene con Guinea.
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Este artículo es una addenda, por mor de la actualidad que supone el interés del Gobierno español y de la empresa Repsol en el petróleo de Guinea, a las Cartas desde el exilio guineano que vengo publicando. En una de ellas, El petróleo que fue español: EEUU y nuestra huida de Guinea, se da cumplica cuenta del proceso de pérdida y abandono de la población y del petróleo.
La tormenta
El primer dictador de Guinea Ecuatorial, Francisco Macías Nguema, llegó al poder porque el gobierno de “nuestro” dictador en 1968 así lo decidió cuando Guinea era territorio español y habitado por 400.000 españoles de derecho, blancos y negros.
Si el miedo a Franco era mucho, libre y respetable, teniendo en las manos la tutela de las vidas de ciudadanos españoles, lo honesto era dimitir; cosa que no hizo nadie entonces y razón por la que fueron y son claramente cómplices de la amarga trayectoria guineana desde entonces.
Esa deshonestidad costó un número incalculable de víctimas españolas negras y blancas, que algunos estiman en muchos miles. Sr. Juez: se me ocurre, que tiene usted mucho trabajo que hacer.
En 1979 llega al poder en Guinea tras apresar y ejecutar a Macías, Teodoro Obiang Nguema, familiar cercano suyo y del mismo “clan”, la saga continúa. En ese momento, España pierde otra oportunidad con Guinea, tras despreciar una petición de ayuda de Obiang que no se supo manejar a pesar de haber fallecido ya “nuestro” dictador.
Se dejó pasar la segunda oportunidad histórica, de haber llevado a España al primer puesto del progreso económico, de una manera honesta. Por añadidura y con un sentido moral por delante, nos habría permitido estar presentes en la construcción de una Guinea mejor que la actual y de paso saldar una asignatura pendiente con un trocito de cultura española en el corazón de África
La comprensión del problema guineano es pues imposible sin el conocimiento de la crónica reciente de su catastrófica independencia.
Los lodos
En el contexto de la España de 2006 y tras la férrea opacidad impuesta en el conocimiento público de esa crónica, la lectura de noticias acerca de ella en los medios de comunicación es cuando menos sorprendente. Esa opacidad cumplió su misión y consiguió romper el cordón umbilical que desde siempre nos mantenía unidos a ella.
Los errores de Estado siempre pasan factura, y han de darse estadistas excepcionales para que puedan ser subsanados. No parece que ese sea nuestro caso actual respecto a Guinea. Así, me temo que cuando menos resulta poco elegante —por no decir patético— el intento, de Aznar primero y Moratinos después, de recurrir a Guinea a estas alturas para tratar de meter la cuchara en la gran olla del petróleo, que antes de ayer, era simplemente nuestro.
En el caso del ministro Moratinos, como solución al problema de los cayucos del Senegal y Malí, tiene la genial idea de dar dinero a sus presidentes, consiguiendo solo salir en los medios y aumentar el problema. Cualquiera entiende que esa no es solución en África; es infinitamente mejor enseñar a pescar, que dar peces al hambriento.
De cajón
Sorprende el hecho de que el petróleo sea hoy el único argumento para las apariciones de Guinea en los medios de comunicación, habiendo tantos otros.
Es una lacra de nuestro país, que los políticos pretendan ser expertos en todo lo que emprenden, sin serlo. Si no se entiende de un asunto hable usted con quienes sí entienden, que los hay en España, pida usted consejo y déjese asesorar. Para relacionarse con países africanos hay que tener una experiencia que se adquiere exclusivamente a través de una trayectoria consolidada al respecto. En nuestro país, los políticos no poseen ese bagaje y por eso, solo damos palos de ciego en África.
Según el diccionario español:
Dictadura:
Gobierno que, invocando el interés público, se ejerce fuera de las leyes constitutivas de un país.
No puede ser más exacto, preciso, y aplicable a más casos de los que imaginamos a primera vista, aunque ese sería otro debate.
Todo lo escrito estos días acerca de la dictadura guineana, por Sáenz de Ugarte (I y II y
Juan Varela, es cierto absolutamente, e incluso hay más, mucho más, que contar.
El 80% el petróleo mundial, se extrae en países con dictaduras y nadie se rasga las vestiduras; nuestro rey, departe con el feudal dictador marroquí como si tal cosa, y el “pueblo” cubano son gente encantadora sin duda, pero no su gobierno dictatorial. Luego es posible, tener relaciones con “pueblos” regidos por dictaduras, dependiendo de cómo y porqué..
Aunque suene fuera de contexto en nuestros días —por lo desacostumbrado— hay veces que las relaciones políticas con determinados países deben regirse por un componente moral, que en el caso de Guinea, es una obligación y una deuda histórica.
Saber hacerlo es aquello por lo que pagamos a nuestros políticos.
España abandonó Guinea en 1968, cuando estaba en pleno proceso de desarrollo y luchando por pasar del neolítico al siglo XX bajo nuestra tutela y eso no fue justo para nadie. No caigamos en el fariseismo de imaginar por tanto que los guineanos podrían haber esquivado una dictadura con esa lacra en su/nuestra historia. Trabajemos con ella para intentarlo ahora, sin aspavientos y con generosidad, ya que nosotros tardamos mucho más en lograrlo, vuelta a la memoria histórica.
El nuevo chip
Perdimos nuestra oportunidad y nuestra dignidad en Guinea en 1968; mantengamos al menos la segunda y cambiemos el “chip” para tratar de recuperar la primera, en base exclusivamente a una cuestión “moral”. Abramos el baúl, saquemos la mejor de las Españas a pasear y seamos justos, imaginativos y fuertes en esta ocasión, tal vez la última. Nunca es tarde, nos lo merecemos los españoles y los guineanos.
El caso de Guinea es o debería ser, diferente y especial; es “nuestra gente” y muchos así lo sienten aún. Los vacíos en nuestra relación con Guinea son infinitos y nuestros amagos de relación con ella y con África en general, son torpes e interesados a todas luces. En Senegal y Mali, por la alarma social de las avalanchas incontroladas de inmigrantes, que inundan los telediarios y restan votos. En Guinea, porque nuestros políticos son, obviamente, mensajeros de intereses clarísimos de Repsol.
Aprendamos la lección, pongamos los motores en marcha por el bien del pueblo guineano y de la tierra misma que siente en español; solo por eso, que no es poco.
Planteemos nuestras nuevas relaciones con Guinea, con honor, “firmeza”, generosidad e “inteligencia” (?).
Colaboremos “nuevamente” en sus infra-estructuras públicas.
Ayudemos a “devolverle” el nivel médico-sanitario que ya tenía en 1968.
Erradiquemos el paludismo, como “ya ocurría” en 1968.
Potenciemos el uso del idioma español, “está en las calles” y no costaría gran cosa.
Potenciemos el “intercambio humano” y formemos aquí técnicos guineanos competentes, como ya ocurría también en 1968.
Nombremos un embajador experto y potenciemos “nuestra embajada” en Malabo.
Proveamos a Guinea de “libros de texto” en español.
Vendamos en Guinea “nuestra tecnología”.
Rehabilitemos el “casco antiguo de Malabo y Bata”, joyas de arquitectura española.
Fabriquemos en Guinea la “necesidad” de España, “estando presentes” allí.
Consigamos una “masa crítica” bien formada, de guineanos de a pie, con gratitud y sensibilidad hacia lo español, lo agradecerán pese a quien pese, porque el pueblo guineano es una cosa y sus gobernantes, otra, como en todas partes.
Después, y no antes, de todo esto, el petróleo y el destierro gradual de la dictadura, también vendrán. Saldemos deudas, abramos ventanas y levantemos alfombras, hagamos limpieza general y dejemos correr el aire fresco, no hay alternativa, si no… más de lo mismo señores.
Cuestiones de interés
Hay aspectos importantes en la cuestión de Guinea, para entender los trágicos avatares posteriores a su independencia y como fue posible llegar a la deplorable situación consecuente
En la caprichosa división política que Europa hizo de África en el siglo XVIII, a España le correspondió un territorio minúsculo, selvático y virgen, en pleno corazón del continente y que por su ecosistema de espesa selva ecuatorial era contenedor de etnias dispares pero muy próximas entre si geográficamente y en muchos casos declaradamente hostiles desde tiempo inmemorial. Solamente en la parte continental de Guinea existen varios grupos tribales cuyas únicas cosas compartidas son unas fronteras naturales más o menos definidas y un tronco étnico e idiomático común, solo a grandes rasgos.
Etnias de la región continental de Rio Muni:
Fangs, Ndowes, Combes, Bujebas, Okaks, Ntumus y otros
Etnias de las regiones insulares:
Bubis en Fernando Poo, Annoboneses en Annobón y Corisqueños en Corisco
No se trata de demonizar a unas etnias guineanas frente a otras. Se trata simplemente de aceptar el hecho cierto y asumir que a pesar de ello, se abandonó Guinea sabiendo que el enfrentamiento y las hostilidades serian inevitables, sin que se tuviera previsto nada al respecto. La pésima independencia concedida a Guinea, condenó a las etnias más débiles por su desproporción demográfica- Bubis básicamente- a una represión sanguinaria en toda regla por parte de la etnia Fang continental, dominante.
España debió programar, a pesar de la presión de la ONU-EEUU, una independencia progresiva, por fases y seguramente separada, aunque solo fuera por un mínimo sentido del deber hacia los guineanos y su diversidad, con quienes había adquirido dos siglos antes un compromiso moral de tutela.En Guinea, y con diez o quince años más, se podía y debía:
Haber continuado potenciando unos cuadros profesionales y técnicos de guineanos negros, formados en España en todas las disciplinas profesionales.
Haber dotado a Guinea de una “Constitución”, bien adaptada a su modo de vida y válida para todas las etnias.
Haber potenciado la creación de unas fuerzas de seguridad tuteladas temporalmente y conjuntas de transición.
Haber creado una infraestructura Bancaria y una paridad de moneda seria, puesta en práctica gradualmente, operativa y avalada por la Peseta española —los réditos inesperados a día de hoy serían espectaculares por cierto—.
Haber potenciado un mercado para y con los guineanos.
Haber diseñado un marco jurídico en el cual, el derecho a la propiedad entre otros muchos, de los guineanos blancos y negros, hubiera quedado salvaguardado.
Haber informado con suficiente antelación y claridad a la población de todos los colores, de las fases y procesos previstos con la suficiente antelación en tiempo y forma.
Haber continuado potenciando una clase política autóctona, con una entrega de responsabilidades gradual y progresiva.
Haber dado a esa clase política, la opción real del conocimiento de los foros internacionales, proporcionándoles experiencia y conocimiento del planeta.
Haber considerado la opción de independencias separadas para la parte continental y la insular.
Haber considerado los derechos de la población de etnia blanca, al mismo nivel que cualquier otra del territorio, por derecho propio.
España, de haber actuado con más inteligencia en el caso de Guinea y el Sahara, seria desde luego “otra” España, moralmente mejor, más fuerte, con mas amigos y más respetada con toda seguridad a todos los niveles. Para tranquilizar su conciencia, España se limitó a entregar a Guinea durante décadas, después de la independencia, un montón de millones de pesetas a fondo perdido durante años, que fueron a engrosar directamente la cuenta bancaria de Francisco Macías Nguema.
Acerca delas colonizaciones
La clave tal vez estuviera en la absorbente política interna española de ese periodo, que le abstraía quizá de un intervencionismo mas activo en el territorio. De esa forma y una vez establecidas las directrices básicas en la metrópoli, las decisiones prácticas eran conducidas por los españoles blancos y negros que la habitaban, con sus voluntades personales y decisiones de gestión, puestas al servicio de aquella tierra como “sociedad civil organizada”. Había conciencia de tarea común y por añadidura el territorio y sus gentes oriundas causaron un impacto tan profundo en los que allí arribaron, que propició una entrega al servicio de una tierra que hicieron suya como actitud existencial, aspiración legítima y necesidad vital. La geografía, las ciudades, los edificios, las huellas históricas, los sentimientos, las actitudes del pueblo llano, los hechos perdurables y el idioma común, son descripciones tan válidas como el más concienzudo de los análisis y esas cosas perduran hoy en Guinea en grandes dosis para el que quiera verlas
Los imporvisados preparativos de la independencia
Se celebra en Madrid la mencionada Conferencia Constitucional, en dos fases, para diseñar la estructura política de la futura nación Guineana. Ese simple hecho demuestra la voluntad de abandono tácito e implícito de aquella tierra, puesto ya en práctica por España al no conceder al asunto más que ese mísero tiempo de estudio. Por si las rencillas y divisiones en el gobierno de Franco, no fueran suficientes, la Conferencia Constitucional se convierte en un caos, como era de esperar: De un lado, los novatos, escasos y extremadamente inexpertos políticos guineanos, a los que les venia grande semejante reunión y que al menos esperaban escuchar a gentes que conocieran mínimamente las costumbres e idiosincrasia guineanas; de otro los políticos españoles, con un gobierno a sus espaldas dividido, dictatorial, vigilante y censor; de otro al fin, personajes novedosos que vieron en esta conferencia una especie de parque temático profesional para potenciar actitudes de oposición intelectual al régimen de Franco. Ese es el caso del Sr. A. G. Trevijano, que sin haber puesto un pié en Guinea en su vida, iguala la osadía del resto de actores del drama y asume el derecho de redactar para ella nada menos que una constitución.
Los guineanos autóctonos se organizan social y antropológicamente en función de costumbres antiquísimas tan válidas como cualquiera otras. Sus concepciones sobre la estructura familiar, el reparto de roles sociales, las creencias religiosas e incluso su adaptación al clima, son suyas por derecho y por adaptación evolutiva de millones de años. No conozco un mayor desprecio y mejor ejemplo de xenofobia en estado puro, que la soberbia pretensión de dotar al pueblo guineano de una Constitución diseñada en Madrid por gentes del talante descrito, en cómodos despachos urbanos, al resguardo del frío invernal, en cuatro escasos meses y sin tener ni remota idea de la idiosincrasia del pueblo guineano, de sus costumbres, necesidades, aspiraciones y sin haber puesto un pie en Guinea en su vida.
Como siempre, los guineanos fueron las víctimas de todo el proceso, y hablo de seres humanos españoles, nacidos en territorio español, inmersos en la cultura española y para su desgracia, orgullosos de ello.
Pre-independencia y elecciones democráticas
Se habían celebrado final y aceleradamente, unas elecciones en las que resultó vencedor Francisco Macías Nguema, hombre procedente de la parte más profunda y cavernaria de la Guinea Continental —del poblado de Mongomo— ya cerca de la frontera con el Congo. Esto no lo esperaba nadie en el gobierno español y pesar del desinterés general por Guinea, fue una sorpresa.
El candidato “preferido” de Carrero Blanco era Bonifacio Ondó Edú, que había sido presidente de Guinea durante la fase de “autonomía” y el de Fernando María Castiella, ministro de asuntos exteriores, era Atanasio Ndongo.
Bonifacio Ondó Edú adolecía de falta de carisma, no pertenecía a un “clan tribal” temido y respetado ancestralmente como era el caso de Macías (clan de Mongomo), argumento primordial en África; era un hombre moderado y que había sido presidente del gobierno autonómico guineano en los últimos cuatro años, por lo cual tenia cierta experiencia. Francisco Macías en cambio era un hombre con dominio del poder de comunicación verbal y sobre todo no-verbal, demagogo delirante y con perfecto conocimiento de los puntos débiles de sus oponentes.
En las elecciones guineanas, los candidatos mas moderados como Atanasi Ndongo y Bonifacio Ondó Edú, obtuvieron una proporción de votos considerable y suficiente como para superar juntos ampliamente a los de Francisco Macías. Hubiera sido perfectamente legítimo asesorar a los guineanos y sugerir unos pactos post-electorales tal y como hacemos aquí y ahora, que hubieran cambiado el rumbo de los acontecimientos. A esas alturas España ya conocía el carisma enfermizo de Macías y estaba claro cual sería el destino de una Guinea en sus manos.
Los actos de celebración de la independencia, el 12 de Octubre de 1968, fueron una de las páginas más vergonzosas de la reciente memoria histórica de España.
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EEUU ambicionó desde siempre el control de los yacimientos mundiales de crudo fuera de sus fronteras, por una elemental estrategia de dominio.
En el caso de Guinea española y a mediados de los sesenta, una petrolera americana estuvo unos años en Fernando Poo realizando prospecciones durante un tiempo.
Tenían una plataforma mar a dentro y un lujoso yate, el “Stella Maris”, que rondaba por el puerto de Santa Isabel con frecuencia.
España concedió permiso en su día para hacer prospecciones a un consorcio formado por Gulf y Minas de Rio Tinto, y más tarde a otro formado por Mobil y Cepsa
Por tanto se tenía constatación desde entonces de la existencia de una considerable bolsa de petróleo en Fernando Poo y lo sabíamos centenares de miles de españoles-guineanos.
Parece que quien no lo sabía eran los españoles peninsulares, que siguen sin saber que no lo sabían.
Los gobiernos de una nación ostentan la representación solo temporal del Estado de la misma y tienen la obligación de velar por sus intereses, y el humillante abandono de Guinea a su suerte por el chantaje de terceros no parece que fuese uno de ellos. Cobijados en el silencio mediático permanente sobre Guinea, nuestros gobiernos posteriores hasta nuestros días, continúan con la misma postura kafkiana de desinterés en sus relaciones con ella y repitiendo los mismos errores del pasado.
Alguna prensa libre debería explicar a la ciudadanía porqué no se ha aprovechado el ofrecimiento reciente de Guinea “ex española” a España para explotar una parte de su petróleo, cosa que al parecer se ha desestimado: Nuestros diplomáticos por lo visto son incapaces de mantener con el gobierno de Guinea una relación inteligente en la que tendríamos evidentes ventajas por nuestra historia común.
No conformándose con eso y en la debacle del absurdo, nuestros gobiernos recientes deniegan sistemáticamente el visado a los guineanos que desean visitar España. Totalmente ajenos a otro tipo de inmigraciones más problemáticas, ellos vendrían a visitar familiares que llevan en España varias décadas, a sus madres, a sus hermanos, primos, abuelos e hijos y por tanto con un techo fijo garantizado, vendrían para trabajar o estudiar y como no, a perpetuar el vínculo con lo español.
En aquellos tiempos en España sufríamos una dictadura; ahora no, aunque en ciertos hábitos adquiridos como la gratuita falta de información y de servicio a los ciudadanos se observan vicios muy poco democrácticos.
Unas buenas relaciones con Guinea son una de las deudas y asignatura pendiente de nuestra política exterior. El amplio abanico de posibilidades no hay más que estudiarlo y para eso pagamos a nuestros políticos.
Nosotros, después de 500 años como Estado, apenas llevamos 30 de democracia prendida con alfileres, por tanto no nos asiste el derecho inalienable de exigirles a los guineanos más en ese sentido que a nosotros mismos.
El control mundial del precio del petróleo es un arma capaz de ser usada por quien la posee con total eficacia y Europa, sin petróleo en su territorio en cantidad digna de mención, es especialmente vulnerable a esa arma, esto no es casual.
Guinea es hoy el décimo país productor del mundo de petróleo y el tercero del continente africano, eso tampoco es casual, cabía preverlo por cualquier mente mediocre.
Esa actitud victimista, ese complejo de inferioridad y ese servilismo en las relaciones exteriores de nuestro país, comenzaron tal vez en esas fechas y aún hoy no hemos sido capaces de desprendernos de ellos[,]: el exterior nos asusta.
Entonces la desinformación consistió en la maldita materia reservada. Hoy en día no es necesario porque demasiados medios del “cuarto poder” están tan participados por los otros poderes, que no tienen el más mínimo criterio. Para el poder en España Guinea no existe, entre otras cosas porque su existencia supondría la necesidad de explicar muchas cosas y hacer un examen de conciencia que nuestros gobiernos desde 1977 no están dispuestos a hacer. Es una patata caliente que hay que ocultar. Empiezo a sospechar que casi todo lo que tiene que ver con nuestra inoperante política exterior, tampoco existe.
Entiendo ahora muchas cosas que durante muchos sospechaba aun faltando piezas del puzzle encima de la mesa, como el hermetismo del gobierno de entonces a la hora de hablar de Guinea.
El régimen de Franco que originariamente era de extracción militar, tenía aún entonces entre sus ideales manifiestamente declarados de actitud vital, el honor, la lealtad y la defensa del territorio, al menos en las letras de molde y consignas de dominio público.
Pensaban aquellos genios de la intuición y la estrategia política, que a cambio de semejante chapuza de independencia, Inglaterra, nada menos que Inglaterra, nos iba a devolver Gibraltar, ahora que el Tío Sam era “amigo nuestro”. No cabe mayor despropósito, ineptitud mental e ingenuidad política.
El entramado militar del régimen, asumió una actitud en Guinea diametralmente opuesta a sus convicciones castrenses al decidir la sumisión a una gran potencia a precio de saldo.
Corrían el riesgo de que esa forma de actuar contraria a sus convicciones llegara a saberse en la calle y no pudieran explicar aquellos patrioteros militares un comportamiento cobarde y pusilánime en Guinea, falto de la más elemental dosis de ética, moral y virtudes de las que tanto se pavoneaban.
La solución encontrada fue declarar los asuntos guineanos como materia reservada
A partir de las apetencias de EEUU por el petróleo guineano, cualquier plan anterior sobre la independencia de Guinea seguramente más justo —y me consta que lo había—, fue abandonado. España se comprometió a abandonar Guinea por la puerta falsa a la mayor brevedad posible y así mismo a no intervenir en cualquier suceso posterior que pudiera acaecer en territorio guineano, incluyendo la defensa y salvaguardia de los españoles que allí continuaron en principio, que se vieron sorprendidos por unos hechos cuya gravedad nadie esperaba y que una vez producidos, quedaron indefensos y con peligro inminente para sus vidas.
Un último dato: en la década de los sesenta la renta “per cápita” de Guinea española era la más alta de todos los países de África. Hágase el ejercicio de incluir a Egipto, Sudáfrica, Argel, Túnez y cualquier otro, el dato habla por si mismo.
Todo eso se barrió de un plumazo y de improviso.
¿Cómo es posible que tras una herencia como esa, las relaciones entre Guinea y España en el presente, estén bajo mínimos?
Una pregunta: si un determinado gobierno comanda unos sucesos abominables como los que nos ocupan y veremos más tarde, ¿el Estado de la nación como ente intemporal no es responsable de los perjuicios en el futuro, por el presunto delito de omisión de sus deberes con ciudadanos españoles? ¿y por el presunto delito de omisión de sus obligaciones de salvaguardia de la seguridad física de sus ciudadanos? ¿y por el presunto delito de abandono de sus funciones de custodia de los bienes de los ciudadanos y de las familias, complicidad en genocidio y otros?
Y he aquí que tras un breve periodo impuesto a modo de cuña improvisada y que se llamó “autonomía”, al que no se dio tiempo suficiente de desarrollo ni medios por la precipitación de las decisiones finales, se convocan en Guinea Ecuatorial unas elecciones libres en las cuales resulta electo Francisco Macias Nguema Mbasogo, sin que ningún genio del gobierno español lo hubiera imaginado ni de lejos y creándose con ello una situación que tampoco supieron ni quisieron manejar.
Siempre me pareció el mejor paradigma del cinismo político que soy capaz de recordar, el hecho de que España convocara en Guinea las únicas elecciones verdaderamente libres y democráticas del territorio español en plena dictadura.
Las circunstancias que llevaron a ese hombre a convertirse posiblemente en el mayor asesino de masas de la reciente historia de España, serán contadas sin duda, así como las complicidades de algunos de nuestros políticos de entonces en la barbarie que como consecuencia de ello se desató, con los agravantes de ser previsible y evitable.
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Hola papá Boneke, ya sabes que hay veces en las que me sorprendo recordando y apareces en mi memoria como si el tiempo se hubiera detenido en cualquiera de aquellos días.
Eras ya entonces mayor y tu pelo ensortijado estaba muy blanco, pareciendo así que tu piel arrugada y curtida fuera aún si cabe, más negra. Yo era un crío nada mas, pero te observaba y ahora se que me enseñaste muchas cosas que luego aprendí poco a poco a comprender. Arropado con tu clothe, sentado de mañana en tu silla bajo la sombra de aquellos mangos y aquel Ylan-Ylan, justo al lado del portón del patio de los trabajadores de la delegación y con tu bastón de siempre rascando la tierra roja del suelo con indolencia.
Allí solías estar en las mañanas, como haciendo guardia, respetado, cuidado y querido por todos, dando consejos y dilucidando pleitos.
Necesito contártelo papá Boneke, quizá eso sea bueno para que muchos de aquí y de allí podamos reflexionar y para que otros de aquí y allí conozcan tal vez por primera vez esa historia y pueda al fin tal vez, fluir un nuevo equilibrio. Papá Boneke, hubo una mayoría que nunca pudo regresar a su primera tierra, blancos los unos y negros otros. También hubo algunos, demasiados, que pagaron con su vida esta historia de desatinos. Nos rompieron el tiempo y destrozaron aquel nuestro gran país. A algunos nos lo cambiaron por otro también vuestro por derecho, pero incompleto y desgarrado de cuajo de aquel corazón. A algunos además, a demasiados también, no os dieron ni siquiera esa opción.
El silencio y la oscuridad nunca fueron buenos consejeros de reflexión, ni buenas medicinas para curar heridas y empezar de nuevo, por eso el futuro exige mirar atrás y nadie mejor que tu para escuchar y aconsejarnos a todos, ese era tu mejor oficio entonces y seguro que ahora.
Inmediatamente después de concedida la independencia a Guinea, los asuntos referentes a nuestra tierra (algunos la consideramos así, nuestra “otra tierra en África”), pasaron a la clasificación de “MATERIA RESERVADA”. Eso oficialmente, porque “de hecho” la situación continua exactamente igual; de una forma oficiosa pero contundente y eficaz, muy eficaz. Un buen número de generaciones de españoles no ha aprendido en los colegios absolutamente nada a cerca de la historia de Guinea y su pertenencia a España, ni tan siquiera han oído hablar de su existencia, eso demuestra la mezquindad de las motivaciones políticas que llevaron a la clasificación como materia reservada de los temas de Guinea. ¿Desde cuando un país serio, reniega de su pasado inmediato, hasta el punto de hurtar a la memoria colectiva de sus ciudadanos, la recientísima presencia en unos territorios en el corazón de África que forman parte de su historia contemporánea? Los ciudadanos españoles tienen derecho a saber y estar orgullosos de la herencia dejada por España en un territorio lejano y amado aún por muchos desde aquí y por muchos desde allí. Si la independencia de una parte de España, obligada entonces por unos motivos de “obediencia a poderes externos” y a apariencias internacionales, planteaba un problema ético y moral con el pueblo guineano, resolvámoslo con convicción aunque sea ahora, ejemplos de cómo hacerlo, los había y los hay.
Triste ignorancia que supone la continuidad recalcitrante de una mediocre política exterior que merma a España de unas posibilidades de promoción externa, que llegado un punto, son irrecuperables. Para mucha gente es inverosímil aún indicándoselo, que antes de 1968, Fernando Poo y Rio Muni eran provincias españolas por derecho, como Cuenca, Palencia o Zamora y que los guineanos de color tenían en consecuencia la nacionalidad española de pleno derecho por nacimiento y DNI igual que el mío, el de Carrero Blanco o el de Manuel Fraga Iribarne pongo por caso. Toda esta desinformación premeditada, cosechó a lo largo de los años, los frutos que a mi parecer se pretendían por parte de quienes así lo decretaron. La desaparición absoluta de guinea de todos los medios de comunicación, visuales escritos o hablados y de la memoria colectiva de los ciudadanos españoles.
Entre otras cosas. La cuestión es saber con que fines, porque es obvio que había un fin.
Y para entender con que fin o por qué España concedió a Guinea una independencia precipitada, injusta para todas las partes, desleal con alguna de ellas, casi improvisada al final y por qué decidió la clasificación de los asuntos guineanos como materia reservada, creo necesario situarse en el contexto internacional de los años sesenta y anteriores.
Papá Boneke, tu mejor que nadie desde donde quiera que esté tu espíritu, sabes de que lodos está hecho este mundo nuestro. Sabes que las sociedades humanas, desde las más modestas a nivel de tribu, hasta las más tecnificadas y masivas como pueden ser los modernos Estados actuales, pasan en sus procesos de crecimiento por las mismas fases que cualquier ser vivo o suceso temporal. Existe un tiempo para nacer o empezar; otro de ubicación en el medio; otro de desarrollo; otro de madurez y una fase de expansión, previa a la de extinción o alternativamente metamorfosis. Las sociedades actuales depositan en sus dirigentes su representación como entidades ante el resto de Estados del planeta. Cuanto mayor es el número de habitantes de esa sociedad, mayor es el poder que ostentan ellas mismas y en parte sus representantes.
Un país joven, nuevo, recién ubicado en su medio y en plena fase de desarrollo imparable, interviene decisivamente en la segunda guerra mundial en ayuda de un grupo de países europeos que están en su conjunto, precisamente en la ultima fase de evolución, que son incapaces de percibir la necesidad de un cambio para sobrevivir y que no son conscientes de dos cosas básicas. La primera, que habían dejado de ser desde hacia tiempo el centro de la civilización, de la tecnología y del PODER en el planeta, por tanto no tienen claro que su única alternativa para sobrevivir seria su unión y una metamorfosis profunda. La segunda, que al otro lado del Atlántico, había surgido el germen de un nuevo orden, un nuevo centro de la civilización y del PODER. Tres semanas antes de la rendición de la Alemania nazi, Los Estados Unidos y Rusia eran aliados incondicionales, tres semanas después, eran los artífices del nuevo orden mundial y enemigos de facto. Dos bloques inmensamente PODEROSOS y un telón de acero entre ambos.
Para mi, es obvio que ese diseño puesto en práctica a esa escalofriante velocidad, solo se explica si convenimos que procedía de un plan minuciosamente pensado mucho tiempo atrás, por los cerebros pensantes de ambos bloques y que dieron una lección de estrategia e inteligencia a la miope y narcisista Europa. En menos de un año, en los dos extremos del planeta, dos sociedades humanas inmensamente grandes en territorio y en población, habían obtenido por tanto un poder nunca conocido hasta ese momento. Europa, en el mismo lapso de tiempo se convertía en un cero a la izquierda:
RUSIA se anexiona casi un continente entero y se renombra como URSS. ESTADOS UNIDOS elimina del planeta como centro de poder a los desintegrados países europeos y toma posiciones con otra estrategia más sutil que Rusia como corresponde a su idiosincrasia. Nada de anexionarse países, demasiado tosco y evidente, usa otras formas. Su objetivo es garantizar que Europa no se recupere jamás, como lo hizo después de la primera gran guerra. Para ello las acciones son claras. Por una parte se ayuda a la reconstrucción material mínima de Europa, al fin y al cabo está en la frontera con el nuevo enemigo y hay que utilizarla para instalar bases militares propias. Por otra, se estrangula un posible resurgir económico de Europa imponiendo al vencido la descolonización de sus posesiones en medio mundo. Posesiones que serian en otro caso un suministro de materias primas muy peligroso, la recuperación europea entre las dos guerras lo demostraba. Que esas posesiones en medio mundo, estén en condiciones de desarrollo adecuadas como para afrontar una independencia digna como estados, no es asunto que perturbe lo mas mínimo al nuevo centro de poder occidental. Todo lo contrario, esa situación le interesa, ya que de esa forma podrá atribuirse la misión de tutela y dirigir a su conveniencia los acontecimientos. Esas materias primas de que hablábamos son su objetivo evidente y la URSS a su manera las tiene garantizadas por la inmensidad de su territorio anexionado. Esa parte de la historia la tenemos muy reciente y no es necesario insistir en ella. No es una simple disquisición fácil a cerca de malos y buenos. Ningún país es mejor que otro, depende solo del momento histórico que analicemos y el devenir de los tiempos solo cambia los actores pero no las pautas de comportamiento que son inmutables y simples hoy por hoy, la supervivencia y el poder a toda costa. Y una vez garantizado esto, la conquista y la adquisición del mayor poder posible.
Al otro lado de la mesa de “negociaciones” estaba nada menos que el PODER supremo. Para empezar, permitimos la instalación de tres potentes bases militares americanas en nuestro territorio.
Eso era “correcto”, bien visto y necesario para estar inequívocamente del lado adecuado.Posiblemente no se debía ni podía hacer nada mejor. Todo lo demás se negoció sin ningún género de dudas con ningún honor a mi juicio, con ninguna imaginación y ninguna visión de futuro, la supervivencia de todo el sistema estaba en juego y el honor era, ante ese hecho, secundario. La visión de futuro, o sencillamente no se tuvo, o también se sacrificó ante el pánico por la hipotética desaparición como régimen político.
Con todo lo demas me refiero papá Boneke, a la descolonización de las posesiones españolas en África. La falta de honor y responsabilidad en las condiciones pactadas con EEUU, quedarán suficientemente razonadas a mi juicio más adelante y explicaré por qué nos han pasado factura. No se tuvo la frialdad y la experiencia como para jugar mejor nuestras cartas. Las consecuencias las hemos pagado los *guineanos, negros o blancos y España *como nación. Dejemos que en esta rápida ojeada histórica, languidezca la década de los cincuenta y nazca la de los sesenta. La directriz preestablecida de plantearse la descolonización de las posesiones españolas en África, ya era un hecho contemplado en los despachos del poder posiblemente. Otra cosa quizá no definida totalmente a mi juicio, fueran los plazos.
El régimen político español ya tenía algunos puntos de apoyo a los que asirse. Las bases militares en España gozaban de una situación geoestratégica envidiable y al menos tenia eso en su “haber”. Pero no era suficiente, necesitaba estar en los foros básicos de poder y codearse con la élite del mundo para comenzar a conseguir una aceptación, sin la cual sencillamente estaba *condenado al ostracismo político internaciona*l, foros como la ONU, la incipiente reunificación de Europa, los mercados internacionales tutelados, etc, eran ávidamente deseados por el régimen del general Franco.
Como es notorio, España en la segunda mitad de la década de los cincuenta y la primera de los sesenta, invirtió en el territorio guineano un considerable esfuerzo humano y material, en gran medida mérito de los españoles de todos los colores que allí estaban establecidos y también en parte porque Guinea era una fuente de materias primas explotables económicamente. Se crearon unas infraestructuras materiales, envidiadas en el resto de África. Se erradicó prácticamente el paludismo y el número de camas de hospital por habitante era superior al del resto de provincias españolas. La enseñanza pública era mixta, masculina/femenina y blanca/negra Las ciudades crecieron, se dotaron de equipamiento urbanístico inmejorable, sistema de alcantarillado, abastecimiento de agua perfecto, alumbrado, infraestructuras portuarias, entramado administrativo al mejor nivel, infraestructura sanitaria óptima, aeroportuaria, escolar, comercial etc.
Son hechos bien conocidos por muchos ¿verdad papá Boneke?
Tú nunca hubieras pensado que los blancos que conocías, alguna vez pensaran en irse de nuestra Guinea y mucho menos que España abandonara al pueblo guineano. Pero papá Boneke, cometimos todos el error de confundir a los pueblos con sus gobernantes. Ningún español blanco y guineano, hubiera abandonado Guinea voluntariamente a título individual, pero su gobierno si lo hizo y no hubo otra salida.
Papá Boneke se que no estoy muy equivocado en todo esto, tu lo sabes ya mejor que yo, para eso eres “papá” hace mucho, mucho tiempo ya. Como guineano negro, comprende a este guineano blanco, entonces solo un “piquín” y ahora todo un “contrymán” que necesita que le escuches y ayudes a entender a otros. Si entre tu y yo tenemos “mucha palabra” puede que otros entiendan también, puede que escuchen tal vez y puede que nuestra “mucha palabra” sea una muy “buena medicina” para todos.
Oye por cierto: ¿Esos mangos que tienes ahí son buenos? Si, claro que quiero uno y si es manga mejor. Después masticamos un poco de caña de azúcar, en el camino que va a la playa he visto ayer unas cañas grandes, si me dejas tu machete yo iré a por ellas luego, sin prisas ya sabes.
No conozco ningún buen significado de la palabra resignación, papá Boneke. Enséñamelo si lo hay y convénceme de que alguno de sus significados le sirve al pueblo guineano para algo. Explícame como puede ser buena, como puede ser mejor que la rebeldía y la proclamación de la verdad. Como se puede compaginar con la libertad y la dignidad. Si me lo aconsejas, la respetaré aún sin entenderla, tu palabra me basta. Si no, la desterraré de mí para siempre y contaré la historia como fue. En nombre de la dignidad de los de allí, mis otros compatriotas de corazón papá Boneke.
¡¡ HAY QUE VOLVER !!
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Las fotografias que se aportan son, en general, del fondo fotográfico de la galeria de fotos de Crónicas de la Guinea Ecuatorial