Tomás Salvador Espeso fue un escritor de gran éxito en la posguerra española. Nació en Villada, provincia de Palencia en 1921 y murió en Barcelona en 1984. Fue inspector de la Brigada Político-Social, la policía política franquista, en Barcelona, y esa experiencia le sirvió de soporte en muchas de sus novelas. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura y del Premio Planeta en 1960 por la novela El atentado que tocaba el tema del terrorismo contra el estado. Tocó varios géneros como el policiaco, aventuras, bélico, realista y de género infantil, y también, que es lo que interesa a esta columna, de ciencia-ficción.

En 1959 escribe la que es su mejor novela de género y, según muchos, una de las mejores novelas de ciencia-ficción de la literatura española: La nave. La editorial Destino la publica ese año con gran éxito tanto de crítica como de público. Y esto resulta curioso pues la ficción científica no estaba ni mucho menos entre los géneros reconocidos en la época.

Esta novela siempre nombrada, aunque pocas veces leída, es un gran ejemplo de incursión en el género de un autor mainstream, es decir no especializado en el fantástico.

Nos encontramos pues con un escritor consagrado plenamente en el mundo literario español, cuya primera incursión en el género de la ciencia-ficción es espectacular. Salvador desarrolla en el prólogo de su novela toda una tesis sobre la ciencia-ficción en la que encontramos un gran experto, que ha leído mucha producción anglosajona y que decide situar una historia de poder y de logros humanos en un entorno futurista muy creíble.

La historia es la de un literato y filósofo que gracias a su curiosidad y al acceso a información reservada, consigue hilvanar la historia de sus orígenes y el de los suyos. Su comunidad vive en una gigantesca nave espacial. Una nave “generacional” que, a consecuencia de un terrible accidente se ha perdido en el espacio. Los tripulantes de la nave desconocen sus orígenes y el lector, a través del único erudito que es capaz de interpretar, leer, los antiguos libros, va a realizar un viaje al pasado para contemplar la decadencia de una sociedad cerrada que ha perdido sus objetivos y sus conocimientos. Los tripulantes supervivientes malviven en una sociedad polarizada en dos razas, blancos y negros, kros y witt, dominada por estos últimos. En 1959 situar la preponderancia de los negros sobre los blancos supuso una ruptura con lo imperante en la época. Y es que la ciencia-ficción siempre ha sido rupturista con los esquemas preconcebidos.

El concepto de nave generacional es prácticamente desconocido en la época y en España. La novela La Nave Estelar de Brian W. Aldiss, coetánea de ésta, con un argumento en parte similar al de Salvador, se publicaría varios años después en España, por lo que las concomitancias son puramente casuales. Tal vez, lo mas parecido es España sea el Autoplaneta Valera inventado por Pascual Enguídanos en la denominada saga de los Aznar —de la que ya hablaremos un mes de estos—. Pero las diferencias son tan grandes que de ninguna manera se puede hablar ni siquiera de inspiración.

Técnicamente, La Nave está escrita de tres formas completamente diferentes. La primera parte es una crónica del historiador sobre su descubrimiento y aprendizaje que le muestra el “Cuaderno de bitácora de la Nave”, denominado simplemente “El Libro” —las comparaciones con los libros sagrados no son mera coincidencia. En la segunda parte vemos a través de la impersonalidad del narrador omnisciente en tercera persona, cómo el protagonista contempla la sociedad de los blancos, y por último Salvador nos abruma con un poema épico que, a través de un poeta de la raza witt, nos aproxima a la fuerza del historiador convertido en Navarca, en líder de la nave. Como en todo poema de este tipo el final del protagonista no será el deseado y la tragedia se hará presente.

Sin ninguna duda La Nave es una de las grandes producciones de género en España que no tiene nada que envidiar a cualquier obra anglosajona.

Tomas Salvador continúa vinculado a la ciencia-ficción en años posteriores, y su siguiente libro es Dentro de mucho tiempo (1961), editada por Lúmen, que podríamos encuadrar dentro de la denominada narrativa juvenil. Es un libro de relatos en los que los valores humanos, en un futuro de la humanidad, prevalecen sobre la tecnología. En 1962 escribe otro de sus éxitos, por el que es recordado fundamentalmente: Marsuf, el vagabundo del espacio. Editada por Edebé contará, dado su éxito, con varias reediciones posteriores. Marsuf es el último juglar situado en un universo de viajes espaciales y aventuras galácticas. Posteriormente se publicarían Dick Mileto (Doncel, 1967) y una serie de tres novelas relacionados tituladas T…, K(Killer) e Y.. Más adelante volvería a usar el personaje de Marsuf en el libro de relatos Nuevas aventuras de Marsuf.

Tomás Salvador es uno de los grandes de la ciencia-ficción española, y de la literatura en general, injustamente relegado y olvidado por el público. La reciente edición de La Nave por parte de la editorial Berenice, viene a paliar en parte este olvido. Bienvenidas sean estas reediciones

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PD. Este artículo es en parte una reestructuración del que publiqué en “La ciencia ficción española” titulado “Los primeros contemporáneos y sus continuadores”, publicado por Editorial Robel en 2002.

Para más información sobre Tomás Salvador consultar el artículo titulado “Tomás Salvador y los hombres del mañana” de Pedro García Bilbao en op. cit. y la ponencia de Gabriel Benitez en la HispaCón de Cádiz 1995 “El enigma de Tomás Salvador”.